¡Indestructible Unión de repúblicas libres!
¡Que la Gran Rusia ha unido por los siglos!
¡Larga vida a la fundada por la voluntad del pueblo!
¡La única y poderosa, Unión Soviética!
Lo cantaban con orgullo en ruso, lengua franca de la Unión Soviética, sintiendo cómo encarnaba en ellos un espíritu de camaradería del que, quienes no sabíamos el idioma, quedábamos un tanto excluidos mientras veíamos, tal vez con sonrisa bobalicona o condescendiente, cómo el himno parecía unirlos con un lazo invisible, pero poderoso, que ellos renovaban como un voto sagrado una o dos veces al año.
Así, hasta los sucesos del Maidán en el 2014. No voy a relatar la desagradable reunión en la que se rompió el hechizo del lazo invisible y cada quien tomó partido por cada país, ahora independiente, en el que habían estudiado, y como una erupción volcánica vomitaron resentimientos que habían permanecido ocultos.
Ahora que las cosas escalaron al punto de una guerra, mi amigo dibujó en una cartulina la bandera de Ucrania y escribió en caracteres cirílicos: “Fuera rusos asesinos de Ucrania”, y se tomó una foto en una manifestación en la que participó frente a la embajada de la Federación Rusa. Dana, quien fue su novia –nunca olvidada– cuando apenas cursaba el segundo año de la carrera, hija de rusos ucranianos, que vive actualmente en el centro mismo de Kiev, a escasos doscientos metros de la ahora famosa Plaza Maidán, vio la foto cuando la subió a Facebook e inmediatamente se conectó con él a través de Skype, el único medio que en ese momento aún no había caído bajo la censura de las sanciones occidentales, y lo tildó de fascista. De más está decir que los planes que tenían para que ella lo visitara el próximo verano quedaron en nada y, según me comentó después, no responde los mensajes que le manda para saber cómo está ahora que Kiev está siendo asediada y bombardeada.
Sus antiguos camaradas, con los que se emborrachaba y cantaba abrazado el himno soviético han seguido reuniéndose y, hace un par de noches, luego de enfiestarse por su cuenta sin él, pasaron a altas horas de la madrugada frente a su casa y tiraron bolsas de plástico con pintura que, al reventarse contra el muro, lo dejaron lleno de chorretes.
“¡Qué desgracia!”, le dijo con tono apesadumbrado a mi amigo doña Sole, su actual esposa que nunca conoció Ucrania, “¡ustedes que se querían tanto...!”
Así todos nosotros, solo que sin los recuerdos cálidos de la juventud, tomando partido en las redes sociales contra el nuevo déspota construido por las redes telemáticas y los medios de comunicación cartelizados. Felizmente, ya tenemos contra quien contrastar nuestra bondad y nuestros impolutos valores. Desaparecidos Bin Laden y Muamar el Gadafi, y habiendo pasado a segundo plano Bashar al-Ásad no teníamos rufián de turno, pero afortunadamente el reordenamiento del mundo parece tener una cohorte de ellos que irán apareciendo conforme les vaya llegando el turno. Ya no serán terroristas, porque el terrorismo ya pasó a segundo plano, sino los canallas que ponen en peligro la estabilidad mundial. Hoy le tocó a Putin, pero mañana será Xi Jinping, los nuevos forajidos en la disputa por el dominio del mundo que se traslada del Oriente Medio a Eurasia.
Así que debemos preparar las bolsitas con pintura. Serán muchos los muros que deberán mancharse antes de que se logre llegar a un nuevo y precario equilibrio.
...serán muchos los muertos que deberán marcharse. La merde!
ResponderEliminarComo siempre...excelentes artículos.
ResponderEliminarGracias, un artículo que retrata nuestra realidad, polarizados no quieren, nunca unidos
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