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sábado, 16 de abril de 2022

Ucrania como anuncio

 No hay que ser muy sagaz para darse cuenta que nos encontramos inmersos en un proceso de transición hacia un nuevo tiempo que ya se manifiesta ostensiblemente, pero que no termina de establecerse plenamente y que tendrá férrea oposición para que lo haga. 

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica


Será una oposición signada por una guerra a vida o muerte, literalmente, en la que se utilizarán sin miramiento y cinismo todos los métodos y estrategias que se tengan a la mano, y de los cuales ya estamos teniendo un anticipo en el conflicto que tiene lugar actualmente en Europa entre Rusia y Ucrania.

 

Veamos algunos de los signos que aparecen en ese anticipo. Tal vez uno de los más evidentes, del que se ha llamado la atención reiteradamente, es el papel que juega la información en torno a la guerra. Con anterioridad, ya teníamos consciencia de la importancia que ha adquirido en el mundo de la política contemporánea cuando Donald Trump en su campaña presidencial, y luego como presidente de los Estados Unidos, utilizo una serie de estrategias que incluso dieron nombre a tendencias que antes de él eran nebulosas o rechazadas de plano por poco éticas. Con él se acuñó, por ejemplo, el término de posverdad, que fue definida por Oxford como el fenómeno que se produce cuando "los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales".

 

No fue el único término que puso a circular Trump y su administración. La consejera del presidente, Kellyane Conway, durante una entrevista defendió una declaración falsa del secretario de prensa de la Casa Blanca, y cuando se le presionó declaró que Spicer estaba dando hechos alternativos

 

Hechos alternativos y posverdad fueron solo dos aristas sobresalientes de una administración en la que el uso sesgado de la información llegó al punto que algunas de las empresas que manejan redes sociales vetaron al presidente norteamericano.

 

Pero con la guerra en Ucrania el sesgo de la información difundida alcanza nuevas cotas que incorporan, pero también superan, lo hecho por Trump. Aunque este intentó acallar o dañar a las cadenas informativas que lo adversaban, nunca lo logró realmente; pero en las nuevas circunstancias, el veto a la información del “enemigo” llegó al punto de prohibir los canales y programas rusos en todo el mundo, para dejar en el aire una sola narrativa, sin que el ciudadano común y corriente tenga la opción de construir su propia opinión.

 

Por otra parte, la información que circula libre y profusamente arma sin sonrojarse escenarios dispuestos según las reglas de las puestas en escena teatrales. El presidente ucraniano, un actor de profesión, ha sabido sacar partido de todo esto, y equipos especializados y masivos se mueven por todo el territorio montando escenas que, por dantescas, impactan a la opinión mundial.

 

El papel privilegiado de la información ya fue relevado en las estrategias utilizadas en lo que hoy conocemos como guerra híbrida, de la que ya hemos sufrido sus embates en América Latina, especialmente en Venezuela, la cual ha sido satanizada ante la opinión pública mundial, transformándola en sinónimo de todo lo que cualquiera no quisiera que sucediera con su país.

 

Por otra parte, aparece con evidencia que lo que se conoce como “el mundo Occidental” será cada vez más provocativo con quienes está ascendiendo en la palestra mundial. En esta ocasión, azuzaron a Rusia colocando en sus fronteras un cerco armamentístico que provocó su reacción violenta, pero no tardarán en acicatear la provocación contra China y algunos de sus proyectos estelares, como la llamada Ruta de la Seda, que ya en Centroamérica ha sido considerado “proyecto hostil” cuando en El Salvador y Panamá restablecieron relaciones diplomáticas con la República Popular China y se anunciaron megaproyectos conjuntos que favorecerán al comercio mundial.

 

El decaimiento del poderío norteamericano y sus adláteres europeos auguran años de turbulencias de los que, ojalá, salgamos más o menos indemnes, pues el potencial destructivo con el que cuentan las partes contendientes hace patente la posibilidad de que la especie humana pueda desaparecer de la faz de la Tierra si en alguno de los enfrentamientos que se auguran alguien llega a perder la cabeza, aprieta el botoncito nuclear y nos manda a todos a freír espárragos.    

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