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sábado, 28 de mayo de 2022

Argentina: No olvidemos “No se olviden de Cabezas”

 En estos días se ha estrenado en Netflix el documental El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas, referido al asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas, ocurrido el 25 de enero de 1997, al cumplirse 25 años del hecho. El mismo fue producido por Vanessa Ragone, dirigido por Alejandro Hartmann, cuenta con el guión de Tatiana Merenuk, Gabriel Bobillo y el mismo Hartmann, con una duración de 105 minutos.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Su desarrollo, como crónica de una muerte anunciada revela las vinculaciones mafiosas entre el poder real y el institucional, poniendo a prueba el sistema democrático, en cuyos sótanos se cocinan los destinos colectivos.

 

Con el resultado del diario del lunes, puede trazarse la línea argumental que, como en el desarrollo de una hipótesis, se puede llegar al resultado final que, lamentablemente concluye con un asesinato y la extensa captura de sus autores materiales y, sobre todo, identificar a quien dio la orden. 

 

Lamentablemente también, es horroroso comprobar cómo después de tantas manifestaciones populares, tantas lágrimas de familiares y amigos, tanto papeleo y gestiones judiciales, los acusados fueron liberados por la ley del 2x1 o con el beneficio de prisión domiciliaria.

 

El documental abunda en descripciones sobre el poder tras bambalinas, ese poder omnímodo que desde siempre se escuda y oculta en la impunidad, término que precisamente, se le escapa al principal imputado, el empresario Alfredo Yabrán; como otra frase premonitoria, “si me sacás una foto me matás”.

 

Es la Argentina de los noventa, aquella que ha impuesto la pizza y el champán como emblema de una época vergonzante en que se mezcla la farándula y la clase política, haciendo alarde y ostentación de lujo y extravagancias, con el presidente Carlos Menem a la cabeza, quien se muestra en la Ferrari Testarossa luciendo sus galas deportivas en las rutas o jugando al golf con su amigo George Bush padre. Todo un escenario, un telón de fondo perverso que trata de ocultar la caída a pique de las capas más bajas de la sociedad, tras el desguace del Estado y las privatizaciones. Ya para entonces, habían sucedido hechos alarmantes que ponían de manifiesto los gravísimos riesgos del país al mantener relaciones carnales con EEUU: el atentado a la AMIA, la mutual judía, el de la Embajada de Israel, la muerte del soldado Carrasco, la explosión del Arsenal de Río Tercero intentando hacer desaparecer pruebas sobre el contrabando de armas a Ecuador y la muerte de Carlos Menem Junior, hecho terrible y doloroso que sensibiliza a la sociedad y permite la reelección del primer mandatario, luego de la Reforma Constitucional de 1994.

 

La revista Noticias, como lo había hecho Primera Plana en los sesenta, viene impactando con sus portadas cada semana, luego de su refundación por el periodista empresario Jorge Fontevecchia, (dueño de Perfil multimedios, capo de las revistas del país) en 1989, coincidente con la caída del Muro de Berlín; en su primera etapa lo había logrado con motivo del Mundial de Fútbol de 1978 y acompañado el mensaje de la dictadura, desestimando los pedidos de investigación sobre los desaparecidos de sus familiares y las organizaciones de Derechos Humanos. Dudoso viraje copernicano ocurrido luego de la recuperación democrática como hacen otros medios beneficiados por los años negros; lavada de cara hipócrita que intenta recuperar la credibilidad pública. Situación que vendría a explicar los riesgos que en adelante tomarán sus periodistas y fotógrafos, dado el protagonismo que tienen sus portadas, características que mantiene todavía la publicación, aunque la circulación en tiempos digitales no sea la misma de antaño. Valga recordar las tapas que le dedicó a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, entre las que la mostraba crucificada con el título “Vía crisis”, en 2014, rechazada por Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires.

 

El detonante de lo que vendría después, el asesinato de Cabezas, son las declaraciones que hace Domingo Cavallo, el superministro de economía de Menem en la Cámara de Diputados, el 23 de agosto de 1995, sobre los manejos turbios de Intercargo S.A. en el aeropuerto de Ezeiza, de propiedad del hasta el momento poco conocido, Alfredo Yabrán, acusado por el funcionario de “liderar las mafias que operan en la Argentina”.[1] En la extensa sesión, el ministro denunció que el empresario era dueño de Ocasa, de Andreani, de Oca – empresas de correo privado –, de Edcadassa, de Interbaires, de Intercargo, de Saprán Techno, de Saprán S.A., de Saprán S.R.L., de Hy Med, de Sky Sab, los freeshops y de otras empresas fantasmas que evadían impuestos y defraudaban el fisco. 

 

La revista Noticias volvió de nuevo a la carga, ya que el 13 de octubre de 1991, publicó la primera historia sobre Yabrán, el polémico empresario que pocos conocían.[2]

 

Gabriel Michi, compañero de tareas de José Luis Cabezas y quien debiera haberlo acompañado a la salida de la fiesta de Pinamar cuando ocurrió el secuestro y asesinato en la cava (lugar donde ahora se alza una cruz recordatoria con la imagen del fotógrafo), narra en primera persona los sucesos descritos en el documental, dado que es protagonista clave en los tribunales y en difundir durante todos esos años, entre sus colegas y la sociedad en general, lo ocurrido durante tanto tiempo para lograr que se haga justicia. 

 

En un homenaje que le realizó el Foro de Periodismo Argentino FOPEA con motivo del 25° aniversario, se quejó: “Después, un fallo vergonzoso del Tribunal de Casación de la provincia de Buenos Aires redujo la condena de los asesinos. Luego, por el 2x1 y la buena conducta terminaron cumpliendo un tercio de su condena y están todos libres. Son un peligro para toda la sociedad”[3].

 

No hace falta decir que durante todo este tiempo ha vivido atemorizado por algún loco que buscara venganza entre él y familiares. Sabiendo que su amigo, su compañero de ruta y de trabajo, su hermano durante esos jóvenes años, pagó con su vida la osadía y la audacia de querer ir más allá con sus fotografías, en la ignorancia de que se estaba inmolando, hecho que las famosas escuchas develarán, cortando de cuajo sus desvelos. De allí que la muerte de José Luis Cabezas marque un antes y un después y sea un ejemplo, como lo fue Rodolfo Walsh con su famosa carta a la dictadura.

 

La ciudad de Pinamar era el balneario de moda donde recalaban ricos y famosos, donde estaba emplazada la mansión “Narbay” (Yabrán a la inversa) y se realiza la famosa fotografía del empresario y su esposa caminando en maya por la playa y que lo irrita al verla en la tapa de la revista, titulada “Yabrán ataca de nuevo”. Nadie imaginaría entonces su reacción.

 

Luego de tres años de investigación, con todas las maniobras habidas y por haber para que se pudiera llegar a la verdad, el Tribunal de Dolores (provincia de Buenos Aires), condenó a cadena perpetua a los instigadores y autores materiales del crimen de Cabeza. En el juicio se pudo dictaminar que en la madrugada del 25 de enero de 1997, José Luis Cabezas, estaba cubriendo la fiesta de cumpleaños del empresario Oscar Andreani. Los asesinos que merodeaban el lugar, fueron vistos por vecinos, los que llamaron a la comisaría de Pinamar (a cargo de Alberto La liebre Gómez) para denunciar los movimientos sospechosos, pero ningún patrullero se acercó a ese exclusivo lugar de Pinamar Norte. A las 4 de la mañana, Michi decidió irse porque al día siguiente era su cumpleaños e irían a visitarlo unos amigos. Una hora después, Cabezas dejó el festejo y se fue en el Ford Fiesta, que en minutos llegó a su casa, ubicada en Rivadavia 1256. “Ahí está. Métanle caño y táiganmelo”, ordenó el policía Gustavo Prellezo. Braga y González lo golpearon y lo subieron al auto de Noticias. 

 

Unos barras bravas en un primer momento se atribuyen la muerte, estos son “los pepitos” porque la jefa era Margarita Di Tullio apodada como Pepita la pistolera por ser mujer de armas llevar, dueña de un prostíbulo de Mar del Plata; línea que es desestimada al conocerse la autoría de la banda los horneros. Los pepitos son sobreseídos y liberados. Esto es posible en base a la incorporación de un sistema de escuchas telefónicas que en ese momento era utilizado por el FBI.

 

El FBI cede un sistema de entrecruzamientos de llamadas, el famoso Excalibur, que por entonces era una novedad cuando no era común Internet y mucho menos las redes; con esto se advirtió una serie de llamadas telefónicas que comenzaban en 1996 entre Gustavo Prellezo y un teléfono de las empresas de Yabrán, donde estaba Gregorio Ríos, el jefe de custodia del empresario. Dichas llamadas se cortan cuando lo matan a Cabezas, también allí se observan las 122 llamadas entre los empleados de Yabrán y las autoridades del gobierno nacional, algunas de ellas con la Secretaría de Inteligencia del Estado SIDE y la quinta de Olivos, todas prolijamente negadas.

 

Otros miembros de la banda son José Luis Auge y Miguel Retana. Tres años llevó la investigación para determinar la responsabilidad de Yabrán, quien en diciembre de 1996 le habría dicho a Gregorio Ríos que quería pasar un verano tranquilo, sin periodistas ni fotógrafos molestos. Luego se supo que éste contrató a Prellezo para que cumpliera el cometido.

 

Para mayo de 1998 las pruebas que incriminaban a Yabrán eran cada vez más evidentes. Cuando el juzgado ordenó su detención, escapó. A los pocos días, cercado por la policía en su casa de Entre Ríos, se mató. Un escopetazo dentro de su boca estalló en su cráneo[4].

 

Nadie dio crédito de lo sucedido. Las encuestas daban como que el 77% de la gente no creía que el empresario hubiera muerto. 

 

La primera persona que habla en el film es Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires cuando ocurren los hechos y presidente en 2002. Se lo observa cansado, como resignado, dado que el documental muestra que esa muerte le costó bajarse de la campaña presidencial. Sin embargo, la bonaerense, la policía a su cargo y a la revista Noticias le había dedicado un número titulado Maldita policía, con fotografía del occiso, al entonces jefe de la misma. 

 

Como sentado al banquillo de los acusados, Duhalde da su versión, la credibilidad de la misma dependerá de quién observe y juzgue, conforme sus medios y conocimientos. 

 

Quienes tienen años y memoria, pueden ver los huevos de la serpiente que reinará años más tarde, el sistema de escuchas será empleado por los servicios para invadir la intimidad y extorsionar con la complicidad del ministerio público, moneda corriente en el mundo, basta con mirar un poco las noticias. Algún otro memorioso podrá advertir las nuevas alianzas políticas e intereses, que darán protagonismo a los líderes emergentes, cuyo parecido se acerca peligrosamente a la pesadilla de los noventa. Una porfiada recurrencia, un masoquismo colectivo que pareciera perseguirnos como sociedad.

 

Los nacidos en el nuevo milenio tendrán posiblemente otra perspectiva y adhieran a los líderes rabiosos de los extremos políticos que extreman estrategias convocantes.

 

Como otros documentales de actualidad, sirve para penetrar en las miserias humanas que involucran poder, riqueza, corrupción y alarde de impunidad; una burla a ese valor trascendental que es la Justicia. Aspecto quizá perseguido por sus realizadores, admirados por esa voluntad popular de la gente volcada masivamente a las calles de todas las ciudades del país, clamando “No se olviden de Cabezas”.



[1] La Nación, 6 de octubre de 2007. La denuncia de Cavallo y la vinculación con Yabrán.

[2] Revista Noticias, Yabrán vs. Noticias: Prehistoria de un crimen, 25 de enero de 2016.  

[3] FOPEA, Gabriel Michi: El crimen de José Luis Cabezas es una tragedia humana que privó a toda una familia de compartir momentos, 25 de enero de 2022.

[4] Marcos Teijeiro, Las condenas sin cumplir de los asesinos de José Luis Cabezas, Revista Noticias, 22 de enero de 2022.

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