Tiene razón, eso es cierto, pero no podemos dejar de pensar en que estamos en una época en la que verdaderamente los signos de un posible final para la especie humana aparecen inevitablemente por doquier.
Tal vez el signo más preocupante es el de la estupidez humana, que uno estaría tentado a calificar de creciente, pero que, si como ha hecho la Vallejo, se revisa la historia, lo que se descubre es que siempre hemos sido así. Porque se trata de un apocalipsis, o fin de los tiempos, evitable, lo cual no quiere decir que sea simple hacerlo, sino que poniéndose a trabajar podría desviarse el vector que nos lleva directo al precipicio.
Pensamos sobre esto al ver los resultados de las reuniones que han tenido lugar en Europa esta semana que termina, la del G7 y la de la OTAN, ambas signadas por las sonrisas y los abrazos (algunos estilo borracho en pub, como los del inglés Boris Johnson, que los repartió a mansalva).
Lo que muestran estas reuniones es el espíritu de época que están marcando, de enfrentamiento, guerrerista, que no vacila en sacrificar incluso el bienestar de sus propios pueblos en aras de lo que en última instancia importa, la prevalencia de unos sobre otros.
Lástima que lo que esa prevalencia favorece sea las cada vez más obscenas ganancias de las grandes compañías, como las que esta semana nos echaba a la cara la Shell, que nada en abundancia ante los crecientes precios del petróleo, y como las que está teniendo la industria armamentista, que ya no se da abasto.
Mientras los polos se derriten y sube el nivel de los mares, algo que ya estamos sufriendo y podemos constatar con solo caminar por el borde de los océanos, y se recomienda vehementemente buscar fuentes de energía alternativas a las fósiles, por estarse agarrando de los pelos economías tan demandantes como la alemana vuelve a usar el carbón, una medida que para nadie es un secreto que es lo último que debería hacerse en este momento histórico.
Los historiadores tienen en todo esto campo fértil para preguntas de carácter filosófico: ¿hay algún avance en la historia humana, no somos los mismos repitiendo siempre las mismas estupideces solo que con artilugios cada vez más sofisticados?
Si hemos mencionado estas reuniones es porque nos da pie para hacernos esa pregunta que, por cierto, no atañe solamente a quienes como dirigentes participan en ella, sino a todos nosotros, los mortales comunes y corrientes, los que no tenemos lugar para las fotos en la mesa de los caballeros de la mesa redonda y quedamos del otro lado de la barrera de seguridad.
Nosotros, los que esgrimimos y blandeamos nuestras opiniones a favor o en contra de unos u otros en las redes sociales; los que siempre terminamos alineados con alguno de los bandos, aunque seamos, en última instancia y estemos donde estemos, los “nadies” que decía Galeano.
Así que quien esté por escribir o esté ya escribiendo la novela del fin del mundo que tome su libretita y anote, le bastará con hacer la crónica de nuestro tiempo. Eso sí, posiblemente el resultado tendrá pocas posibilidades de ser best seller: ¿Quién la leerá en el mundo que describa?
Tal vez esa novela está en las obras de Jonathan Frantzen que describen el apelotamiento de la decadencia estadounidense. Yo no lo soporto, porque carece de valor poético, pero capaz que no me di cuenta que era el apocalipsis de ahora.
ResponderEliminarEn Mateo 24:34, Marcos 13:30, y Lucas 21:32. Jesús dijo “En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
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