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sábado, 3 de septiembre de 2022

Argentina: Cuando el tiempo parece detenerse

 ¿Por qué se abalanzó el agresor ante la vicepresidenta tan expuesta? ¿Qué móviles lo impulsaron? ¿Alguien lo instigó? Y ¿la guardia encargada de proteger la seguridad de la vicepresidenta, dónde estaba? 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Hay momentos en que el tiempo parece detenerse, momentos en que transcurre más lento. Décimas de segundo ponen de manifiesto la posibilidad de un crimen a mansalva; la consumación de un magnicidio de consecuencias inconmensurables. El inicio de un conflicto colectivo.

 

Afloran entonces infinidad de hechos que podrían haberse evitado. Cadenas de imprevisiones, irresponsabilidades compartidas, infinidad de detalles que se estrellan ante la fortuna de algo que algo por suerte, no llegó a suceder.

 

Un hombre joven se acercó a Cristina Fernández de Kirchner, cuando llegaba a su domicilio desde el Congreso este jueves, primero de septiembre, y gatilló un arma sobre su cabeza, de la que no salió ningún disparo.

 

El agresor fue contenido por los simpatizantes que estaban a su lado y entregado a las autoridades para su detención. Felizmente no fue linchado tal vez por la sorpresa, tal vez porque no estaba en el ánimo de los protagonistas. Solo fue sometido y puesto a disposición de los policías que acudieron a apresarlo.

 

Se trata de un ciudadano brasileño, de 35 años, de nombre Fernando Sabag Montiel de marcada tendencia nazi, vistos los tatuajes de su cuerpo. El arma utilizada, una pistola Bersa, tenía cinco balas, pero ninguna en la cámara dispuesta a ser disparada.

 

Hasta acá los hechos, los datos que circularon por todos los medios repetidamente, insistiendo en que algo falló para que no sucediera el magnicidio. El primero hecho de esta naturaleza ocurrido en los casi cuarenta años de la recuperada democracia. Dato de por sí importante como para no darle la importancia correspondiente.

 

Pero volvamos al tiempo detenido, a la anatomía de ese instante fatal abortado milagrosamente. ¿Qué pasó? ¿Por qué se abalanzó el agresor ante la vicepresidenta tan expuesta? ¿Qué móviles lo impulsaron? ¿Alguien lo instigó? Y ¿la guardia encargada de proteger la seguridad de la vicepresidenta, dónde estaba? 

 

Viendo lo ocurrido los días anteriores y la actitud del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta ¿nadie se anticipó a lo que podía ocurrir? ¿Los encargados de mantener la seguridad y el orden, fueron confiados o negligentes? Dirigentes y medios opositores ¿saben el alcance de sus permanentes exhortaciones a la violencia? 

 

Demasiados interrogantes, cuestiones inexplicables, vacíos llenos de indagaciones en suspenso, como suspendidas en el tiempo. Ese lapso de tiempo detenido que rodea los pasos de ese hombre que tomó un arma vaya a saber con qué motivaciones propias o ajenas y que ahora son parte de infinidad de elucubraciones derramadas en los medios de comunicación solidarizados ahora por el tremendo suceso, pero cómplices a tiempo completo por alimentar y derramar odio sobre las multitudes.

 

Porque si bien hay un detenido y un proceso en marcha, hay muchos responsables que se han escudado en salutaciones condenando el atentado, pero que hasta momentos antes de lo sucedido, cobardemente alentaban y continúan alentando condenas y muerte sobre la figura del vicepresidenta. Reiteradas manifestaciones como para hacerse los distraídos.

 

Contrariamente a lo que vomita la oposición, las multitudes volcadas este viernes a las calles, no fueron choriplaneros como le gusta nominar a los furiosos periodistas pagos, sino que estuvo compuesta por amas de casa, profesionales, jóvenes, estudiantes, jubilados, obreros y empleados. Muchos llegaron a la histórica Plaza de Mayo en repudio a lo ocurrido, pero también se juntaron en cada pueblo de las provincias argentinas. 

 

Todas las personas marcharon en silencio, compungidas, en paz, con los rostros consternados por este acto criminal. Todos y todas se han manifestado unánimemente por la paz social, expresando su repudio ante un hecho artero y vil que podría haber desencadenado una catástrofe.

 

El tiempo parece detenerse, seguramente para que las sociedades tomen consciencia de la gravedad de acciones que van socavando día a día la convivencia, haciendo añicos la convivencia armónica a la que toda democracia debe responder.

 

El presidente Alberto Fernández salió a repudiar el hecho, condenando lo sucedido y decretando feriado nacional para este viernes, como jornada de reflexión para toda la población. 

 

Sólo dos provincias se manifestaron contra el feriado decretado: Jujuy y Mendoza, ambas gobernadas por radicales opositores al gobierno nacional. Lo hicieron contrariando disposiciones constitucionales. 

 

Era de esperar, su bajo vuelo no les permite mensurar la gravedad de lo ocurrido. Al contrario, continúan con la prédica perversa que erosiona cualquier posibilidad de diálogo.

 

Con medios de comunicación férreamente alineados a su favor, han ido culpando su mal desempeño a las políticas nacionales, condenando a sus empleados a los salarios más bajos y penalizando sus protestas.

 

Muchos comunicadores deslizaron la idea de que “todo fue armado”, idea artera que no hace más que derrochar odio entre quienes están dispuestos a escuchar cualquier estupidez, descartando la gravedad de lo ocurrido, mucho más las horrendas consecuencias que habría traído a la comunidad nacional.

 

De modo que no hay otra alternativa que seguir luchando por la paz, la convivencia y el retorno de una justicia que cumpla con sus objetivos fundamentales.

 

Esperemos que el tiempo se haya detenido al menos unas horas para la reflexión, para evaluar qué sociedad queremos, en un país que tiene todas las condiciones para brindar bienestar a sus escasos 48 millones de habitantes, que desde siempre estuvo abierto para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar su suelo, como establece el preámbulo de nuestra Constitución.

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