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sábado, 24 de septiembre de 2022

Argentina: Héctor Polino, un dirigente socialista de lujo

 Defensor de los Derechos Humanos, Co-presidente de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, y hombre de pensamiento nacional, Polino no fue ajeno a la reinvidicación del petróleo como vértice de la soberanía energética argentina y de nuestras Islas Malvinas en poder de Inglaterra.

Carlos María Romero Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Destacar la honorabilidad de un político suena a suficiente elogio por lo desacostumbrado que  resulta; y va esto dicho sin sumar argumentos a  la campaña disolvente y antidemocrática de los antipolíticos a lo Trump, Bolsonaro y por aquí los Milei y los promotores visibles e invisibles del atentado contra la ex presidenta Cristina Kirchner.  Claro que si además a una existencia marcada por la ética llevada al grado de escrupulosidad en materia administrativa, se le añaden otros valores poco usuales en el ejercicio de la actividad pública, la ciudadanía debe lamentar la pérdida de tal abanderado de esas virtudes como lo fue el doctor Héctor Polino, fallecido el 18 de septiembre último a los 89 años. 

 

Sólo que en su caso, a la decencia se sumó la incansable laboriosidad y una pericia técnica demostradas en los años en que fue Concejal de la Ciudad de Buenos Aires, entre 1960 y 1962, gestión interrumpida por el golpe de Estado que derrocó al presidente Arturo Frondizi y disolvió el cuerpo legislativo porteño. O tres veces Diputado Nacional, reelecto en su banca hasta culminar el mandato en 2005, y en sus funciones de Secretario de Acción Cooperativa durante toda la gestión del doctor Raúl Alfonsín. Fuera de los cargos en el Estado, se mantuvo firme al servicio a la comunidad y redobló su  acción en defensa de los consumidores, llevándola a cabo desde la entidad  que fundó en 1992: “Consumidores Libres”. Aparte y no es un dato menor, los que tuvimos el gusto de tratarlo a menudo, podemos hablar de su bonhomía y de su permanente disposición para hacerse presente en cuanto acto cultural se lo convocara. Su charla era enriquecedora y sus anécdotas le ponían color. Representó en 1979 a la Confederación Socialista Argentina ante el Congreso de Partidos Políticos Populares reunido en Guanajato (México) y en 1980 a la misma CSA en la reunión del Buró de la Internacional Socialista de Oslo (Noruega);  y allí donde  fuere hacía amistades y contaba con satisfacción la que le dispensaron grandes figuras de la socialdemocracia mundial y latinoamericana, como el líder popular dominicano José Francisco Peña Gómez.  

 

No es fácil cobrar la notoriedad y el unánime respeto que rodearon al doctor Polino, un abogado y escribano graduado en la Universidad de Buenos Aires y que adquirió luego sólidos conocimientos en Derecho Comercial y Parlamentario, fue una autoridad en materia de mutualismo y cooperativismo y se asomó a temas tan de vanguardia como las posibilidades de la energía eólica. Pero menos fácil lo es resaltar perteneciendo al viejo y glorioso Partido Socialista que aunque reducido ahora a su mínima expresión electoral fue semillero de figuras próceres, cuyas actuaciones los elevó del plano propiamente partidario para ser reconocidos como referentes de la Nación toda, así un Juan B. Justo, un Enrique del Valle Iberlucea, un Alfredo Palacios, un Mario Bravo, un Nicolas Repetto, un Adolfo y un Enrique Dickman, un Julio V. González, un Manuel Ugarte, un Silvio L. Ruggieri, un Carlos Sánchez Viamonte, una Alicia Moreau de Justo o un Alfredo Bravo. El doctor Polino con sencillez republicana se esmeraba en seguir sus ejemplos. Buen orador tenía más datos y números para aportar en sus alocuciones que bravatas vociferantes y demagógicas. Sin embargo este hombre de estatura algo menos que mediana que sufrió un secuestro en noviembre de 1970 como antesala de lo que ocurriría un quinquenio después con 30000 desaparecidos, no era de achicarse con adversarios ni tampoco lo embargó el temor reverencial, incluso frente a sus maestros del arte de la  política. Así solía evocar que en sus primeros tiempos de militancia iniciada a los quince años y actuando en calidad de Secretario de la Juventud Socialista, le manifestó a su admirado Alfredo Palacios que los jóvenes no veían con buenos ojos que fuera embajador argentino en la República Oriental del  Uruguay, designado en 1955 por el gobierno militar que volteó al general Perón. Y el tribuno aceptó la reconvención y le prometió renunciar. 

 

Leal a su agrupación, cuando el presidente Néstor Kirchner le ofreció ocupar la Secretaría de Medio Ambiente, consultó con las autoridades partidarias que quizá por sectarismo no lo autorizaron. “Entre el partido y el cargoelegí el partido y quedé en el llano”, solía decir. Luego el mismo mandatario lo propuso para presidir el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), entonces prefirió Polino privilegiar el cargo de diputado surgido del voto popular.  

 

Más tarde el país perdió también la oportunidad de tener un Defensor del Pueblo de lujo a la renuncia del doctor Eduardo René Mondino. Los intereses mezquinos de la mala política donde no hay grieta posible consensuaban otros nombres menores y entre tires y aflojes fue quedando vacante largamente la Defensoría, institución incorporada al texto del artículo 86 de la Constitución Nacional por la reforma de 1994. Me honra haber promovido en forma pública y como ciudadano independiente, su candidatura a Defensor del Pueblo en una carta de lectores aparecida en La Prensa, de Buenos Aires,  el 23 de enero de 2019.                                 

 

Dialoguista sin ceder sus posiciones, adversario leal y respetuoso de las opiniones ajenas, en una ocasión hace algunos años, Armando Alonso Piñeiro lo invitó por sugerencia mía y de la doctora María Cristina Giuntoli para que  pronunciara una charla a los postres en una de las habituales cenas del Consejo Argentino de Estudios Económicos, Jurídicos y Sociales que presidía el historiador. El doctor Polino al llegar al lugar en la muy paqueta esquina Avenida Quintana y Montevideo, me interrogó sobre cuál me parecía que era la orientación ideológica en general del auditorio. 

Le contesté sonriendo: -“menos yo, todos del PRO”-.

 -“Bueno, es una opción de la ciudadanía”-, manifestó sin dejo alguno de crítica o ironía. 

 

Con Alfredo Bravo, Jorge Rivas, después el santafecino Hermes Binner, conformaron en el Congreso en los 90 y los primeros 2000 un bloque de férrea defensa de la soberanía económica y la economía social desde sus bancas, cuando las privatizaciones de las empresas públicas malbaratadas en la gestión menemista en el contexto del Consenso de Washington, nos recolonizaban. 

 

Defensor de los Derechos Humanos, Co-presidente de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos, y hombre de pensamiento nacional, no fue ajeno a la reinvidicación del petróleo como vértice de la soberanía energética argentina y de nuestras Islas Malvinas en poder de Inglaterra. En el Senado de la Nación, en noviembre de 2013, se le escucharon palabras de encomio para Antonio “El Gaucho” Rivero en la presentación  de un libro del investigador Mario Tesler sobre la gesta llevada a cabo por el peón rural en 1833 en los territorios insulares irredentos.                                                                                

 

Autor de varios libros y de numerosos opúsculos, Polino recibió premios académicos y un doctorado Honoris Causa de la Universidad de Concepción del Uruguay (Entre Ríos). Es de augurar que pronto este socialista constructivo y jugado sin medir riesgos por la Justicia Social, la Independencia Económica y la integración continental, será homenajeado con una calle en la ciudad de Buenos Aires. Algunos transitarán por ella abstraídos en los apuros cotidianos, mientras que  otros sabrán hallar en su nombre un nuevo atajo a la Utopía.                  

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