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sábado, 29 de octubre de 2022

Brasil: signos preocupantes

El odio se ha convertido en una característica de estos procesos electorales contemporáneos; un odio que llega al asesinato del contrincante transformado en enemigo que debe desaparecer, con el que no se puede convivir. Brasil es hoy un ejemplo particular de este rasgo de la vida política de nuestros tiempos…

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Según las encuestas electorales, que como todos saben sirven cada vez menos para vaticinar los resultados finales de los procesos electorales, Lula ganará por un estrecho margen las elecciones en Brasil mañana domingo, tan estrecho que pone en tensión a los contendientes y sus huestes, quienes junto a millones de personas alrededor del mundo seguirán paso a paso los incidentes de este domingo.

 

Aparte de que exista la posibilidad de que Lula no gane y quede por cuatro años más el impresentable de Jair Bolsonaro, es realmente preocupante esa tendencia que se expresa en Brasil y que tiene expresiones particulares en otras partes del mundo, la del ascenso de los movimientos y partidos de extrema derecha.

 

Se trata de una derecha que exhibe rasgos ambiguos, al punto de que en algunos lugares suplanta reivindicaciones y lemas históricos de la izquierda, creando confusión en sectores que tradicionalmente han sido la base natural de los movimientos contestatarios y revolucionarios. Hay sitios en los que, independientemente de las soluciones que propongan, se han convertido en portavoz de sentidas preocupaciones compartidas por amplios sectores de la población.

 

En Europa, uno de ellos es el de las migraciones. Los migrantes son vistos como competencia desleal en el mercado de trabajo, pero también como disrupciones en formas de vida tradicionales. La sola presencia del meteco de color causa escozor y rechazo y se le achacan todos los males que causan la creciente desigualdad, el trabajo precario y la marginación que cada día acrecienta más el modelo neoliberal.

 

Asimismo, las clases medias son especialmente propensas a sentirse amenazadas con proyectos que consideran que pueden desestabilizarlas. El ascenso de sectores “de abajo” lo sienten como disputa del espacio social que ocupan y como amenaza de los referentes que simbolizan la diferencia cultural que le da sentido a su existencia social.

 

En lugares como Brasil, pero en general en toda América Latina, en donde a las diferencias económicas y sociales debe agregarse las raciales, que marcan quién es quién en la pirámide social, los de abajo morenos u “oscuros” y, conforme se asciende, más “claritos” (hasta llegar al culmen de que cuando va a Europa lo confunden con lugareños y no con sudacas), el que los oscuros invadan los espacios de socialización de los que siempre han estado marginados (que las favelas invadan los centros comerciales, que los habitantes de los cerros bajen a las avenidas limpias y arboladas, que los ranchos se desborden sobre los barrios de “gente bien”) constituye una afrenta que fácilmente llega al odio que tanto vemos exhibirse en las redes sociales. 

 

El odio se ha convertido en una característica de estos procesos electorales contemporáneos; un odio que llega al asesinato del contrincante transformado en enemigo que debe desaparecer, con el que no se puede convivir. Brasil es hoy un ejemplo particular de este rasgo de la vida política de nuestros tiempos, un país en el que nadie está seguro, polarizado en bandos contrincantes que desearían que “el otro” desapareciera. 

 

Gobernar, luego de procesos electorales con estas características se torna muy complicado. Véase a Bolivia envuelta en estos días en una marea de sublevaciones que el gane de ningún partido aplaca: el triunfo de unos u otros en las elecciones no es visto más que como pausa temporal para tomar fuerzas y continuar con el enfrentamiento.

 

Se trata de sociedades crecientemente segmentadas y desgarradas económica, social y culturalmente, que expresan esas rupturas en el espacio de lo político al poner en cuestión la vía que se les ofrece para supuestamente resolver la fragmentación y el enfrentamiento que viven, las elecciones.

 

Seguramente porque Brasil tiene un peso y una gran presencia, nos hace poner atención en estos fenómenos y tendencias que, sin embargo, constituyen rasgos de nuestro tiempo y están presentes en todo el mundo. Son signos preocupantes.

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