Ucrania se ha convertido en el campo de batalla en el que las grandes potencias se están jugando el destino del mundo, y cada una apuesta con todo lo que puede para evitar que el contrincante haga ondear sus pabellones en el territorio que el otro reivindica como propio.
Esta guerra hay que entenderla como enfrentamiento entre hermanos, entre congéneres, que solo por los avatares de la geopolítica mundial contemporánea se enseñan los dientes. Es como si Bolivia entrara en guerra con Perú, o Uruguay con Argentina, la misma sangre, hermanos con las mismas tribulaciones que de pronto se encuentran en bandos distintos por intereses externos, como cuando las grandes compañías petroleras promovieron la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia. Ya sabemos nosotros por acá, entonces, de estas tribulaciones.
Quienes quisiéramos que el poderío y la prepotencia estadounidense mengüe, por no decir que se extinga, no deberíamos por eso pensar que la derrota de Ucrania llevaría necesariamente a lo que muchos vaticinan que pasaría -y que el discurso de Putin releva sabiendo que le atraerá aliados: el de un mundo multipolar en el que no exista la imposición de las grandes potencias.
Vaticinios de un mundo contemporáneo distinto al realmente existente surgieron recientemente con la pandemia. Intelectuales como Slavoj Zizek, por ejemplo, apostaron por un mundo pospandémico que casi rozaba con el comunismo utópico, y con lo que nos hemos venido a encontrar es que no solamente eso no sucedió, sino que lo que provocó ha venido a trastrocar dimensiones de la vida en los que ni siquiera imaginábamos que podía incidir.
Lo que vemos en las noticias de uno y otro bando enfrentados es que Rusia no logró realizar lo que todos creían que sería un blitzkrieg al estilo de los que le valieron fama de invencible al ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, artillería pesada y tanques rusos llegaron a los alrededores de Kiev en las primeras semanas de la “operación especial”, y uno podía escuchar a los corresponsales que transmitían desde las calles desoladas de la ciudad con el resonar de los bombardeos de fondo.
Pero después emprendieron la retirada, y lo que se dijo fue que se centraría en los territorios de las regiones que pedían ser anexadas, pero aún ahí el avance no pudo ser total, como en algún momento se pensó que sería, porque tampoco pudieron llegar a controlar todos los márgenes del país que tienen salida al Mar Negro, que parecía que querían convertir en otra especie de mare nostrum al estilo del mar de Azov.
Hoy parece que ni siquiera ahí la tienen muy segura las tropas rusas, porque el ejército ucraniano avanza, lo cual es reconocido incluso por los portavoces del Kremlin. Asimismo, la guerra parece haber dado un nuevo giro y se suceden los atentados calificados de terroristas en ambos bandos cuando no son ellos quienes los perpetran, los dos últimos, el que dañó el gasoducto Nord Stream y el que descarriló un tren en Crimea.
Lo cierto de todo esto es que Rusia parece no encontrar la forma de terminar por la vía militar este conflicto, y a menos que haga valer su poderío atómico, no parece que lo vaya a lograr, por lo menos en los plazos que originalmente parece haberse planteado al inicio. La famosa ofensiva final se retrasa, y el panorama parece estársele complicando al presidente ruso. Quién quita y no se le transforme en su Vietnam, o en el equivalente a lo que le sucedió a la URSS con la guerra en Afganistán.
Por fin leo un comentario sensato. Gracias Rafa
ResponderEliminarQue provocaria un despliegue atomico ruso?
ResponderEliminarPor fin leo un comentario imparcial y no un panegírico a favor de Putin o una oda a las potencias occidentales.
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