La política expresa ese ambiente de época distópico, en el que ni siquiera las opciones progresistas y de izquierda ven futuro para algo distinto al sistema capitalista, que es en última instancia el motor que empuja el carro al precipicio. Es este el ambiente que rige la COP27.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Si por las vísperas se saca el día, la humanidad no tomará nunca las medidas necesarias para salvarse de la catástrofe climática que ha creado. Llegaremos como hasta ahora, entre la inconsciencia, la ignorancia, la indiferencia y la estupidez; los más, obnubilados en el laberinto de la vida cotidiana; otros, creyendo que a ellos no los alcanzará el destino; los de este lado, negando que haya tal crisis ambiental y vociferando que la Tierra es plana; y los de más allá, sacando números para aprovechar el deshielo de los polos para aumentar sus ganancias cuando los barcos mercantes atraviesen sin problemas el mar antes obstruido por el hielo.
No tenemos remedio; somos los únicos homínidos que han logrado sobrevivir sobre la faz de la Tierra, pero estamos haciendo todo lo posible por demostrar que esta especie, que se vanagloria de poseer en su cavidad craneal la más avanzada forma de organización de la materia conocida, va a seguir el destino de las otras.
En vez de ver caras de angustia por la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas, la COP27 se ha transformado en una pasarela en la que se está pendiente de quién le da la mano a quién, si fulanito vio con buenos o malos ojos a zutanito, y si un eventual estrechón de manos tuvo visos de sinceridad o fue pura hipocresía.
Mientras tanto, tras bambalinas o abiertamente, mercenarios miembros del lobby de la industria fósil recorren los pasillos; 626 registrados oficialmente, un 25% más que en la reunión anterior. Llegan no solo en nombre de las compañías que venden el espejismo del capitalismo verde, sino también de países productores de hidrocarburos. Tienen acceso privilegiado a las conversaciones, llegan como parte de delegaciones oficiales, como el CO de BP, que llegó como parte de la representación de Mauritania y, por lo tanto, tiene incluso acceso a las negociaciones.
Mientras esto sucede, en Europa se vuelve a usar el carbón y se olvidan de las metas que se habían puesto para disminuir el uso del petróleo. El lugar del planeta que se precia de ser el jardín del mundo, que mira sobre el hombre al resto por considerarlo una jungla salvaje y amenazadora a la que impone castigos en nombre de los derechos humanos, se encuentra enfrascado en una guerra que a lo mejor nos lleve a la hecatombe por la vía express, acortándonos la experiencia de asarnos lentamente por el calentamiento global.
No es de extrañar que, con este cuadro, la gente sea pesimista sobre el futuro y le den crédito a políticos que dicen compartir su descreimiento, su frustración y su furia, canalizándolo hacia posiciones gregarias agresivas basadas en instintos primarios que se activan frente al peligro.
La política expresa ese ambiente de época distópico, en el que ni siquiera las opciones progresistas y de izquierda ven futuro para algo distinto al sistema capitalista, que es en última instancia el motor que empuja el carro al precipicio. Es este el ambiente que rige la COP27, el que pone los límites, acota las posibilidades y marca el rumbo. Pero lo peor no es eso. Con tal panorama, cualquiera creería que en esa reunión priva el pesimismo y las caras largas, pero no. Lo que ahí priva es el vedetismo, la ansiedad por hacer prevalecer los intereses del lucro que no para mientes en los sufrimientos crecientes de quienes sufren los embates de la furia desatada de la naturaleza.
Esa es la humanidad que somos, que por demás no da visos de que en el futuro cercano vaya a convertirse en otra cosa más sensata. Si con todas las advertencias que se han hecho, con todas las evidencias que se multiplican, no hemos cambiado, seguramente ya no lo haremos. Tal vez haya quienes ya lo comprendieron, y por eso, están lanzando cohetes al espacio con vistas a colonizar la luna.
Excelente comentario.
ResponderEliminarLa guerra es combustible letal contra el planeta, hay que sumarlo al diagnóstico. Saludos Rafael. Exc análisis.
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