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sábado, 14 de enero de 2023

Brasil: poner las barbas en remojo

Los sucesos que han tenido lugar en Brasil el domingo pasado han conmocionado al mundo, pero era de esperarse que, en el ambiente tóxico que deja tras de sí Bolsonaro, sucediera algo de ese talante.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Era de esperarse también porque grupos golpistas venían preparando todo desde hacía bastante tiempo a vista y paciencia de todo mundo, inclusive de las autoridades llamadas a prevenir y contener situaciones de este tipo.  
 
La derecha latinoamericana ha venido afinando sus métodos golpistas a través de la experiencia que ha venido acumulando en distintas situaciones en las que han ensayado diversas estrategias. Lo han hecho en Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador… en fin, en todos los países en donde fuerzas que se desvían, aunque sea ligeramente, de impulsar el proyecto neoliberal, han llegado al gobierno.
 
En este caso específico, nos encontramos con un perfeccionamiento de la estrategia utilizada por Donald Trump hace casi exactamente un año, cuando huestes similares a las que incursionaron en los edificios sede del gobierno de Brasil tomaron el Capitolio y lo vandalizaron.
 
En esta oportunidad la organización y el respaldo fue mucho más fino: se logró movilizar a un número considerable de personas, hubo acciones coordinadas en otros estados y el financiamiento millonario estuvo a la orden del día.
 
En este evento golpista hay elementos de continuidad y de ruptura con respecto a experiencias anteriores. Hay elementos de continuidad con el pasado más lejano, como el papel de los militares, hasta ahora contenido, pero manifiesto, que tienen una actitud golpista y están al acecho con todo el poder que les otorga el poder de las armas. La resolución manu militari de esta crisis aún en curso sigue siendo una espada de Damocles.
Pero también hay aspectos nuevos, propios de los nuevos tiempos que corren, y que plantean problemas de difícil solución, como es el caso de la utilización de las redes sociales para crear un clima de conspiración que alienta a un ambiente de malestar, a veces difuso, que impulsa a actuar “contra el sistema”.
 
El modelo o “proyecto” que está detrás de todo esto ya no añora mantener el statu quo o solamente contener los posibles cambios que apunten a suavizar las incruentas falencias de las sociedades perfiladas por más de cuarenta años de políticas neoliberales, de las cuales Brasil es un claro ejemplo siendo como es uno de los países más desiguales de América Latina. No, el proyecto neoconservador lo quiere todo, una sociedad del sálvese quien pueda regida por la ley de la selva, en la que los más desfavorecidos son vistos como perdedores producto de falencias propias de personalidad como la pereza. 
 
Los sucesos de Brasil deben alertarnos a todos en todas partes porque no son un fenómeno circunscrito a ese país. Se trata de estrategias que están en funcionamiento en todo el continente y aún más allá, que crean condiciones para eventos de este tipo que, de contar con condiciones favorables, apuntan a instaurar regímenes autoritarios de extrema derecha. En esta oportunidad, por razones coyunturales de política interna, en Brasil los golpistas no han contado con el decisivo apoyo que siempre tienen intentonas de este tipo en los Estados Unidos, pero de no haber sido así, seguramente otro gallo cantaría. 
 
En América Latina aún no sanan las heridas que dejaron las dictaduras que asolaron a nuestro continente en el siglo pasado, y ya tenemos de nuevo la amenaza tocando a la puerta. Que nadie se engañe: son tiempos turbulentos en los que los pescadores están al acecho. Las barbas deben ponerse en remojo.

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