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sábado, 18 de febrero de 2023

Crisis climática y alienación

 El nuevo Titanic navega con piloto automático, cuyo funcionamiento defienden amargamente quienes disfrutan de los privilegios de este barco de lujo. Aún se puede evitar lo peor. Todavía es posible salir del círculo infernal de la alienación y recuperar el control de la navegación. Aún podemos cambiar de rumbo. Pero el tiempo se acaba…

Michael Löwy / Rebelion

Todos somos pasajeros de un nuevo Titanic. Sin embargo, a diferencia del Titanic de 1912, los oficiales y la mayoría de los pasajeros de este hermoso transatlántico lo saben. Saben que si el nuevo Titanic sigue su rumbo actual, chocará inevitablemente contra un iceberg y se hundirá. El iceberg se llama Cambio Climático. Algunos de los agentes preguntaron por un cambio de rumbo. «Demasiado caro» fue la respuesta: habría que compensar a los pasajeros, etc., en resumen, un gran gasto. Sin embargo, se adoptó una resolución para reducir la velocidad, pero apenas se aplicó. Mientras tanto, en la lujosa clase Business, la orquesta toca y los pasajeros bailan. En la clase turista, la gente sigue con pasión el campeonato de fútbol por televisión.

 

Un grupo de jóvenes indignados protesta y exige otra ruta, pero sus voces son ahogadas por el ruido de la orquesta y la televisión. Algunos pasajeros, tanto de clase preferente como económica, están preocupados. Muy preocupados. Saben que varios polizones han conseguido subir al transatlántico. Se están movilizando activamente para darles caza y arrojarlos por la borda. Una minoría filantrópica propone darles un chaleco salvavidas antes de abandonarlos en el océano. Aún lo están debatiendo. Mientras tanto, el nuevo Titanic avanza inexorablemente hacia su iceberg…
 
Esta alegoría tragicómica puede utilizarse para ilustrar la situación de nuestra civilización (capitalista industrial moderna) ante la amenaza cada vez más evidente de catástrofe ecológica, a saber, el cambio climático irreversible e incontrolable, que amenaza los fundamentos mismos de la vida en general y de la vida humana en particular. ¿No es esto una alienación de la humanidad en su conjunto, incapaz de conjurar el peligro inminente?
 
El iceberg se acerca
 
¿Qué es la alienación? El diccionario Robert ofrece dos definiciones:
 
– Trastorno mental, temporal o permanente, que incapacita al individuo para comportarse normalmente.
 
– Estado del individuo que se convierte en esclavo de las cosas y de las conquistas de la humanidad, que se vuelven contra él.
 
¿Estamos en el primer caso? ¿Podemos hablar de una especie de «trastorno mental» colectivo que incapacita a los individuos para comportarse con normalidad? Tal vez. Pero más que de «trastorno mental», deberíamos hablar de ceguera voluntaria o miopía agravada o comportamiento de avestruz (ante el peligro, esconder la cabeza bajo tierra). Me inclino por la segunda definición del diccionario, siempre que se extienda del individuo a la colectividad.
 
El análisis clásico de la alienación (Entfremdung) se encuentra en Marx, especialmente en los Manuscritos de 1844. Para el joven Marx, la alienación es el proceso por el cual los productos de la actividad humana, del trabajo, de la producción, se independizan de sus creadores y toman la forma de un poder autónomo, que escapa a su control y se les opone como hostil y ajeno. Es el caso de las materias primas, el mercado mundial, los combustibles fósiles, la agricultura industrial, el productivismo, el consumismo. De hecho, toda la civilización industrial se ha convertido en un poder incontrolable que se vuelve contra sus creadores y amenaza con destruirlos. Es una especie de sistema autómata impersonal, que funciona según sus propias reglas, perfectamente basadas en cálculos matemáticos (de pérdidas y beneficios) que no se pueden romper.
 
El nuevo Titanic navega con piloto automático, cuyo funcionamiento defienden amargamente quienes disfrutan de los privilegios de este barco de lujo. Aún se puede evitar lo peor. Todavía es posible salir del círculo infernal de la alienación y recuperar el control de la navegación. Aún podemos cambiar de rumbo. Pero el tiempo se acaba… Cambiemos de rumbo ¿Quiénes son esos jóvenes que intentan, con energía inagotable, despertar a los pasajeros del nuevo Titanic y romper el hechizo mortal de la alienación comercial? Las nuevas generaciones son cada vez más conscientes de que, dentro de unas décadas, les tocará pagar la factura de la ceguera de quienes hoy ostentan el poder, sea económico o político. Entiende muy bien que el problema no es sólo de los gobernantes -cuya inercia queda patente en el espectacular fracaso de decenas de reuniones de la COP, incluida la última sobre el clima en Sharm el-Sheikh-, sino del sistema económico vigente (es decir, el capitalismo industrial moderno). Esta concienciación se refleja en el lema de innumerables manifestaciones desde la Conferencia de Copenhague de 2009: «¡Cambiemos el sistema, no el clima! Porque, como resume perfectamente Greta Thunberg: «Es matemáticamente imposible resolver la crisis climática dentro del actual sistema político y económico». Greta Thunberg -llamada bruja por fascistas, neofascistas y reaccionarios de todo pelaje- ha desempeñado innegablemente un papel catalizador en la movilización de los jóvenes por el clima. Su llamamiento de agosto de 2019 a una huelga climática mundial fue seguido por 1,6 millones de jóvenes en 125 países de todo el mundo y su llamamiento del 20 de septiembre de 2020 ¡por 7 millones! Puede que la crisis del covid-19 haya frenado esta movilización, pero está volviendo a ponerse en marcha, de mil formas diferentes: Viernes por el Futuro, Huelga Mundial por el Clima, Rebelión contra la Extinción, Juventud por el Clima, etc. Resumiendo el estado de ánimo de esta generación, Greta Thunberg dijo recientemente: «No nos rendiremos sin luchar». Esta combatividad de la juventud es nuestra principal esperanza para evitar el naufragio colectivo.
 

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