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sábado, 25 de marzo de 2023

Cuando Mambrú se va a la guerra

 La nueva carrera armamentista es liderada por la Casa Blanca, que se resiste a darle paso a un mundo multipolar y a perder su hegemonía global.

Consuelo Ahumada / Para Con Nuestra América

En medio de las noticias de la guerra entre Rusia y Ucrania, la semana pasada pasaron casi desapercibidos algunos anuncios de gran trascendencia. Anuncios que sepultan la esperanza de impedir una nueva conflagración mundial y de avanzar hacia un “orden más solidario”, como se insistía en la angustia de la pandemia.
 
El lunes 13 se presentó el presupuesto del Pentágono para el año fiscal 2023-2024. Ese mismo día, EE. UU. Australia y Reino Unido explicaron en detalle su proyecto conjunto de adquisición y desarrollo de submarinos nucleares, en desarrollo del pacto de seguridad AUKUS, anunciado por Biden en 2021. Se dijo que sería un contrapeso a la creciente influencia de China en la estratégica región indopacífica.
 
Pero vale la pena concentrarse en el primer anuncio. El presupuesto militar estadounidense será de USD 842.000 millones, lo que representa un aumento del 3,2 % con respecto al año anterior, es decir, USD 26.000 millones adicionales. Según señaló la subsecretaria de Defensa, Kathleen Hicks, el incremento es coherente con la amenaza y “competencia estratégica” que representa el país asiático.
 
El documento presentado incluye también un aumento del 5,2 % en la nómina de los militares y del personal civil del Pentágono, la mayor alza para los primeros en 20 años y para los segundos en 40 años. Proporcionalmente, es una cantidad superior a la que se gastó en el momento más álgido de la guerra fría durante el gobierno de Reagan.
 
Paradójico. En estos tiempos de crisis climática, económica y social, inflación generalizada, amenazas crecientes de mayor hambruna y miseria, se desata una carrera armamentista sin precedentes ni contemplaciones.
 
Según datos de abril 2022, proporcionados por el Instituto Internacional de Investigación de Paz, Sipri, de Estocolmo, el gasto de defensa de EE. UU.  es superior a la suma del de los 9 países siguientes: China, India, Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania, Arabia Saudita, Japón y Corea del Sur. El de China, en incremento año tras año, equivale a 224.384 millones de dólares. En 2021, en plena pandemia, quién lo creyera, el gasto militar mundial creció un 0,7 % en términos reales, hasta llegar a la cifra récord de USD 2.113 billones.
 
Esta nueva carrera armamentista es liderada por la Casa Blanca, que se resiste a darle paso a un mundo multipolar y a perder su hegemonía global. Pretende compensar su pérdida de poderío económico frente a China con la guerra, que parece inevitable.
 
El Complejo Industrial Militar CIM, como lo denominó el expresidente Eisenhower en 1961, es hoy más poderoso que nunca. Los contratos, privados y públicos, los flujos financieros e intereses que se mueven a su alrededor son enormes. Recordemos que el Sillicon Valley gira en torno al gasto militar. Del CIM depende la recuperación económica del país.
 
La financiación de la investigación y el desarrollo (R+D) militar en EEUU aumentó un 24 % entre 2012 y 2021, mientras que la asignación para adquisición de armas cayó un 6,4 % en el mismo periodo. De acuerdo con Alexandra Marksteiner, investigadora del Sipri, esto sugiere que se está centrando más en las tecnologías de nueva generación y en la necesidad de preservar la ventaja tecnológica de su país frente a sus competidores estratégicos.
 
De otra parte, recurriendo al lenguaje de los momentos más duros de la guerra fría, Joe Biden solicitó USD 753 millones para contrarrestar la “maligna influencia rusa” y 400 millones para financiar operaciones contra la influencia china. Además proyecta USD 1.700 millones para ayudar a Ucrania a ganar el conflicto. Es decir, no hay salida negociada a la vista.
 
El poderío militar del Pentágono es hoy inalcanzable. El país tiene 254 bases militares y 173.000 tropas repartidas por todos los continentes y mares, según informe del Conflict Management and Peace Science Journal . Así defiende sus intereses estratégicos y sus grandes negocios. En contraste, Rusia tiene 18, Reino Unido 16 y China una base militar. Según fuentes del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, IISS, de Londres, EE. UU. supera a sus contrincantes en cantidad de aviones y en submarinos de ataque de propulsión nuclear (68, mientras Rusia 29, China 12, Reino Unido 11, Francia 8, India 1). Por su parte, Rusia tiene más tanques y armas nucleares que todos los demás y China dispone de la Armada más grande del mundo, con 340 buques de guerra.
 
En este panorama tan desolador, Washington apoya la confrontación y ataques permanentes de Israel contra Siria, Irán y, por supuesto, el escalamiento e intensificación de los atropellos y crímenes contra la Palestina ocupada.
 
A finales de enero pasado EE. UU. desarrolló un ejercicio conjunto con Israel, el mayor realizado hasta ahora entre los dos países, en el que se simularon ataques ofensivos de largo alcance. Por su parte, la República Popular China y Rusia afianzan sus relaciones diplomáticas, políticas y económicas. Entre el 20-23 de marzo Xi Jinping realizará una visita de Estado a Putin. “China mantendrá una posición objetiva y justa sobre la crisis ucraniana y desempeñará un papel constructivo en fomentar las conversaciones de paz (…) Avivar las llamas, imponer sanciones unilaterales no hará sino empeorar las cosas”, señaló la portavoz de su cancillería.

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