En Guatemala se prendió la llama de un candil que el ventarrón que sopla desde hace años sobre sus lagos y montañas amenaza con extinguir. Es una luz que se ve desde lejos en medio de la oscuridad y sirve de referencia; hay infinidad de ojos fijos en su brillo parpadeante que se mueve de un lado para otro esquivando los obstáculos que le van poniendo.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Ha sufrido mucho ese país, ha pasado por lugares tenebrosos de los que parecía que no se podía escapar, en los que todo estaba bajo control de ladrones y asesinos que se solazaban en una soez prepotencia que exhibían con desparpajo a donde fueran. Han asaltado al descampado, armados hasta lo dientes, y como se cuidan las espaldas unos a otros, se ríen mostrando sus dientes amarillos de coyotes de la misma loma. Deben mucho, demasiado, y por eso se aferran a lo que les ha dado la seguridad de la impunidad.
Ellos son el viento fuerte que bate desde hace años, demasiados años, atropellando lo que se le pone al frente. Han dejado tras de sí un reguero de muertos, estafados, timados y ofendidos a los que deben rendirles cuentas, pero han maquinado para que esto no suceda. Ahora, cuando por fin brilla una luz de esperanza, tiemblan.
En Guatemala hay muchas cosas postergadas. Levantarla implica un trabajo de muchos años, no un cuatrienio ni dos. La semilla que parece que hoy está brotando y se muestra como candil puede ser un comienzo, y por eso despierta esperanzas e ilusiones que hace mucho estaban dormidas.
Por lo pronto, debe apuntalarse lo logrado, proteger con la palma de la mano la endeble llama del candil que amenazan con apagar para seguir reinando en donde se encuentran cómodos, en la oscuridad que los protege del escrutinio y el castigo.
Proteger y apuntalar es la consigna, como dique que apenas empieza a contener la corriente -vertiginosa y traicionera- que se pretende retener, empozar y desecar para que después pueda diseñarse y construirse en el lugar adecuado, viendo más lejos, siendo más ambiciosos, teniendo otras bases.
Este candil que alumbra la construcción del dique ilumina también una puerta apenas entreabierta hasta ahora, que al abrirse puede llevarnos a otro lugar. No a un paraíso, no a un lugar soñado, sino pura y simplemente a un lugar normal en el cual se pueda respirar un aire más puro.
Quien pida más se equivocó de tiempo, de lugar y de país. Guatemala está apenas en el umbral de algo distinto, apenas ha empezado a cruzarlo y hay quienes están tratando de que tropiece para que no vaya más allá; hay una horda que lo intentará cueste lo que cueste: burócratas apoltronados en butacones a los que se les suben los humos y creen que pueden disponer de vidas y haciendas a su antojo; empresarios-dinosaurios que siguen ahí con sus hábitos de mandamases trasnochados; hampones de nuevo cuño acicalados con alhajas doradas, panzones, sombrerudos, rodeados de harenes de mujeres complacientes; militares prepotentes enquistados en los engranajes lucrativos del aparato de Estado; politiquillos y politicastros sanguijuela que drenan las arcas abiertas a sus voraces apetitos pecuniarios; juececitos complacientes especializados en retorcer el espíritu de las leyes.
Proteger la llama del candil es lo que corresponde en este momento.
Con esta misma actitud de sensatez,no infantil, deben los pueblos, adecuándose cada uno a su circunstancia y correlación de fuerza, abordar el verdadero cambio, pero siempre con la mira de largo plazo en el ideal soñado. Este proceso de cambio anhelado por las grandes mayorias y lideriado por las fuerzas desde los sectores liberales que piden cambios hacia gobiernos democráticos y efectivos, hasta los sectores progresitas y de izquerda, es irreversible, a pesar de las altas y bajas que puedan retardarlo.
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