A 50 años del cruento golpe de Estado en Chile, la herida que abrió no solo en ese país, sino en toda América Latina, sigue abierta y supurando.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
En este aniversario, nos encontramos con un escenario político en el que vienen cobrando fuerza grupos de extrema derecha de la misma estirpe del golpista Pinochet, especialmente en el Cono Sur, en donde personajes impresentables como Javier Milei en Argentina, y José Antonio Kast en Chile, son opciones reales para hacer gobierno.
En estos 50 años, el panorama mundial ha variado sustancialmente. En su momento, Chile se presentó como la alternativa para construir el socialismo por la vía electoral. Hasta entonces, el modelo imperante era el cubano, es decir, el de la vía revolucionaria, que había hecho carrera en las décadas del 60 y 70 en todo el continente y que tenía como emblema representativo al Che Guevara, que había caído en combate en Bolivia apenas tres años antes de las elecciones chilenas que llevaron a Allende al gobierno.
Asimismo, en 1989, con la caída del muro de Berlín, el panorama mundial dio un giro de ciento ochenta grados con la desaparición de la Unión Soviética y dio pie al tránsito de los países de Europa del Este del régimen socialista al neoliberalismo descarnado.
Pero Chile sigue siendo un símbolo vigente porque va más allá de la coyuntura histórica de la década de 1970. En primer lugar, porque hace referencia a la necesidad de respetar la voluntad popular expresada en las urnas. Aunque utilizando la mayoría de las veces métodos distintos a los del cruento golpe de Estado perpetrado por los militares, en América Latina sigue siendo usual que se produzcan golpes de Estado para apartar del gobierno o impedir su acceso a él a fuerzas progresistas o de izquierda. Ahí tenemos los casos emblemáticos de Brasil, Bolivia y, en este momento, Guatemala, en donde confabulaciones conocidas como lawfare ponen en marcha mecanismos que, en última instancia, tienen resultados similares a los de los golpes de Estado como el que tuvo lugar en Chile.
En segundo lugar, Chile sigue teniendo vigencia porque el hegemón continental, los Estados Unidos de América, actor principalísimo en el golpe de setiembre de 1973, sigue proyectando con la misma intensidad su sombra imperial. Desde entonces, su poderío ha encontrado nuevos obstáculos que le dan características nuevas, entre otras, las dificultades internas que ha encontrado su economía por los procesos de deslocalización de la producción, y el crecimiento de China como nueva potencia mundial.
Pero Estados Unidos siguen teniendo enorme actualidad y gravitación, sobre todo en América Latina, cuando la Doctrina Monroe -que enuncia con toda la claridad la visión norteamericana sobre el hemisferio occidental- cumple doscientos años de enunciada.
Otro tema-herida que sigue abierto después de 50 años es el de las violaciones a los derechos humanos, el de los muertos y desaparecidos y, en general, el de la represión a la que fueron sometidos miles y miles de personas que tuvieron que pasar a la clandestinidad o salir al exilio para resguardar sus vidas.
Como nos hemos podido dar cuenta, las fuerzas conservadoras chilenas con representación en el congreso y la constituyente siguen siendo reticentes a aceptar las graves violaciones perpetradas durante la dictadura, y en Argentina Milei y compañía rompen el consenso de 40 años respecto al tema.
En estos 50 años la temática de los derechos humanos se ha ampliado a ámbitos antes no imaginados o apenas esbozados entonces, hasta el punto de transformarse en puntos de referencia del progresismo mundial. Es pues, un área sensible que también es objeto de disputa y controversia, aunque sea en otra dimensión.
Es decir, temas cruciales para América Latina, el del respeto de la voluntad popular expresada a través de elecciones libres, el del papel injerencista de los Estados Unidos en nuestros países, el de los derechos humanos y otros que no entramos a enumerar en esta relación, siguen vigentes en nuestros días, razón de más para hacer de este aniversario un espacio de reflexión que tome en cuenta lo sucedido en Chile, pero vaya más allá y tome en cuenta a todo el continente y nuestra situación actual.
La historia tiene esos vuelcos, de derecha a izquierda y viceversa, cómo el cangrejo
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