Hablar de los eventos que se escenificaron en la ciudad capital frente a la Asamblea Legislativa en la tarde de ese memorable 26 de Abril de 1973 e, incluso, en los días que la precedieron, es para el actual magistrado Dr. Fernando Cruz, rememorar un episodio inolvidable de su propia vida y que la marcó por siempre a manera de un destino helénico.
Arnoldo Mora Rodríguez / Para Con Nuestra América
Suelo decir que un libro se compone de tres elementos básicos, que son indispensables para evaluar su importancia. Estos tres elementos son los siguientes: el autor, el contenido y el formato. Evidentemente, el más importante de los tres es el segundo, el contenido, por ser el que le confiere el mayor peso a la obra. Sin embargo, ante la opinión, ante los ojos inquisitivos del eventual lector, ante la mirada pletórica de curiosidad de quien ve la obra en un estante de una biblioteca pública o privada, o exhibido en un sitio o vitrina de venta de una librería, el factor que, para bien o para mal, goza de mayor influencia en la imaginación y motivación del lector, y en los criterios que lo inducen a evaluar a simple y primera vista una obra, es el primero: el autor; como dicen los libreros, su solo nombre vende; cuando de un autor famoso se trata, basta con leer su nombre en la portada para que el presunto lector se forje un (pre)juicio de la obra e incline su actitud al leerla; el autor es el mayor atractivo de una obra, dado el prestigio o desconocimiento que el presunto lector tenga de quien ha escrito una obra, cuya carátula deslumbra su mirada aunque ignora su contenido.
Todos estos elementos he tenido en cuenta al leer con enorme interés el libro titulado El contrato de ALCOA, rebelión y dominación (EDInEXO, San José, 2022), que el Doctor Fernando Cruz Castro, ilustre jurista y actual distinguido magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, publicó recientemente, pero cuyo mayor contenido es, ni más ni menos, que la versión literal de la tesis que él presentara como requisito formal en vistas a la obtención del grado académico de licenciado en la Facultado de Derecho de la Universidad de Costa Rica, en 1976. No me es necesario resaltar que el nombre del autor es ya de por sí un atractivo y una motivación de inconmensurable valor para inducir al lector a leer con detenimiento un enfoque, basado en documentos originales, sobre un evento histórico de indiscutible actualidad, en torno al cual se ha hecho correr mucha tinta en las décadas posteriores en nuestros medios intelectuales y políticos. Título y subtítulo son ya de por sí harto; de manera particular, el subtítulo no carece de un sesgo provocador. La carátula constituye un documento gráfico que evoca, tanto el acontecimiento mismo, como el retrato de algunos de sus principales inspiradores y protagonistas, tanto del pasado como del presente, de nuestra historia política.
En sí, la obra no es más que el análisis, hecho a la luz las más sólidas normas de la hermenéutica jurídica, del contrato-ley con que la clase social tradicionalmente hegemónica en la Patria que nos legara Juanito Mora, ha “legitimado” su atávico filibusterismo. Pero en este caso, el autor debe ser valorado no sólo por su brillante y patrióticamente inclaudicable trayectoria como juez, jurista y magistrado, sino también por su protagonismo en su condición de activo miembro del movimiento estudiantil generado en las aulas y correderos de la Universidad de Costa Rica, única existente entonces en el país; hablar de los eventos que se escenificaron en la ciudad capital frente a la Asamblea Legislativa en la tarde de ese memorable 26 de Abril de 1973 e, incluso, en los días que la precedieron, es para el actual magistrado Dr. Fernando Cruz, rememorar un episodio inolvidable de su propia vida y que la marcó por siempre a manera de un destino helénico; hablar de ALCOA para el ciudadano Fernando Cruz es construir un relato autobiográfico. En todo momento el autor nos recuerda el motivo del levantamiento patriótico, protagonizado en primera línea por los estudiantes organizados en sus movimientos universitarios, como reacción libre y soberana ante el debate que la Asamblea Legislativa efectuaba en torno a la aprobación o rechazo del leonino y colonialista contrato-ley con el que el emporio minero de ALCOA, de origen canadiense, pretendía apoderarse de vastas áreas del subsuelo del Sur del país, con el fin de extraer la bauxita, de la cual se extrae el aluminio. En resumen, estamos ante una obra de indiscutible valor histórico, jurídico y político nutrida de fuentes primarias; por lo que constituye una pieza de riguroso y científico asidero legal, sobre todo constitucional, de ese malhadado contrato-ley.
Pero el autor va más allá de enfatizar el indiscutible valor histórico y actualidad del tema. El autor ve su vigencia en que la más que discutible legalidad del mismo, la conclusión que extrae el lector es que y lo refiere a, entre otros casos, a las patrióticas más recientes jornadas en contra del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Como se ve, esta es una obra que, no sólo ilustra la historia de un acontecimiento que rescata el papel patriótico jugado por una generación de jóvenes universitarios de la que él mismo se siente con toda razón, orgulloso, sino que constituye - y no con menor énfasis- un llamado para que las actuales y futuras generaciones se cuestionen honestamente sobre si somos realmente una nación soberana, como exige que deba serlo nuestra Constitución Política ya desde sus primeros artículos. De mi parte y a guisa de conclusión, yo señalaría que, en este mes de la Patria, debemos preguntarnos, con el corazón en la mano y la mente puesta en el futuro de nuestra Patria: ¿qué sentido tiene hoy en día la celebración del 15 de Setiembre, más a allá de colorido de los desfiles y del ruido de los tambores estudiantiles? La respuesta la estamos dando con nuestra actitud frente a los acontecimientos políticos que se suceden a diario e inundan le escenario político nacional.
24 de abril de 1970
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