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sábado, 18 de noviembre de 2023

Marx en textos de Martí

 En muchas ocasiones aparece la referencia a una supuesta crónica de José Martí dedicada a Carlos Marx, e inclusive se le adjudican títulos como «A la muerte de Karl Marx», o «Karl Marx ha muerto», entre otros. Pero tal crónica no existe.

Ibrahim Hidalgo Paz / La Joven Cuba

El único texto martiano en el que intenta una aproximación a aquel hombre de talla universal forma parte de una de sus colaboraciones para el periódico
 La Nación, de Buenos Aires. Otras dos menciones son hechas tangencialmente: una en el «Cuaderno de apuntes no. 8», que puede fecharse entre 1880 y 1882 [OC, t. 21, p. 235], y la otra en un párrafo de la crónica publicada en el periódico bonaerense el 9 de enero de 1890 con el título «Desde el Hudson» [OC, t. 12, p. 378].
 
El tan mencionado texto en que Martí se refiere al fundador de una nueva concepción filosófica y económica sobre la sociedad se encuentra en las Obras  completas dividida en dos partes: la primera, con el título «Cartas de Martí», corresponde al tomo 13, entre las páginas 243 y 248, publicada en La Nación el 13 de mayo de 1883; la segunda, con iguales título y datos de edición, se halla en el tomo 9, páginas 385 a 397, y es acompañada por una nota al pie que esclarece el asunto: «La primera parte de esta correspondencia, dedicada al entierro del poeta John Payne, se inserta en la sección NORTEAMERICANOS».
 
Aunque tal partición es incongruente, siempre agradeceremos a Gonzalo de Quesada y Aróstegui —quien orientó su labor por las indicaciones del Apóstol en la carta conocida como «testamento literario»— su enorme y dedicada labor de compilador, que salvó para la posteridad estas joyas del patrimonio nacional y universal.
 
Los continuadores de esta labor restituyeron el orden original, y la crónica «Cartas de Martí», íntegra, está ubicada en las Obras completas. Edición crítica entre las páginas 60 y 75, publicada en dos entregas de La Nación, del 13 y 16 de mayo de 1883.
 
Para concluir estas precisiones, cabe señalar que de las quince páginas en que se reproduce la crónica en la edición crítica, solo dos están dedicadas a Marx (cinco líneas al final de la 64, hasta casi el final de la 66), y su extensión es de solo dos párrafos. Estos están precedidos por la introducción general y las descripciones de los funerales del poeta John Payne y del boxeador Jorge Elliot —pp. 60 a 64—; a las líneas dedicadas al pensador alemán, les suceden el relato del enfrentamiento de grupos de mujeres opuestas a su marginación, la descripción de un fabuloso baile con que se inaugura el nuevo palacio William K. Vanderbilt, entre otros asuntos —pp. 66 a 75.
 
Pocos autores han resaltado que el párrafo anterior al iniciado con las muy citadas palabras «Ved esta sala. Karl Marx ha muerto», está dedicado al «ejército colérico de los trabajadores», compuesto por dos grandes grupos: «Hay entre ellos fanáticos por amor, y fanáticos por odio». Inspiran miedo, porque «a todos los reúne un odio común».[1]
 
En ocasiones anteriores y con posterioridad Martí hizo manifiesto su rechazo al sentimiento negativo que consideró fue introducido entre los obreros del país por una inmigración marcada por la opresión monárquica, y aconseja evitar su propagación: «Más cauto fuera el trabajador de los Estados Unidos, si no le vertieran en el oído sus heces de odio los más apenados y coléricos de Europa» [OC. Edición crítica, t. 17, p. 64. En adelante, las citas corresponden a las pp. 64-66].
 
El escritor cubano repite la frase «Ved esta sala», con la intencionalidad de que el lector se traslade mentalmente hasta el Instituto Cooper, en cuyo gran salón se llevó a cabo la ceremonia organizada por el Sindicato de Toneleros de Nueva York, y participe en la conmemoración, presidida por un retrato de «aquel reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos, y organizador incansable y pujante». Expresa la admiración por quien dedicó su vida a un ideal justo: «Como se puso del lado de los débiles, merece honor». Lo califica de «hombre comido del ansia de hacer bien», y reconoce su trascendencia, al reproducir palabras de las resoluciones tomadas en la ocasión: «Karl Marx es llamado el héroe más noble y el pensador más poderoso del mundo del trabajo».
 
Al lector no escapa que cada afirmación laudatoria está acompañada de las objeciones del joven analista político, pues desde la segunda línea de su exposición advierte: «Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros».
 
De igual modo, luego de elogiar la labor de despertar a los dormidos y enseñarles «el modo de echar a tierra los puntales rotos», para «asentar el mundo sobre nuevas bases», expresa: «Pero anduvo de prisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables […] los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa», pues como afirma al referirse a un orador ruso, «no son aún estos hombres impacientes y generosos, manchados de ira, los que han de poner cimiento al mundo nuevo».
 
Reseña el periodista varias de las alocuciones de seguidores de Marx de diversas nacionalidades, y al final concluye: «Suenan músicas; resuenan coros, pero se nota que no son los de la paz».
 
Esta es una de las principales objeciones de Martí, quien confunde los métodos violentos de los anarquistas con la paciente labor organizativa de los marxistas. NI en estos párrafos de La Nación, ni en el resto de sus textos, aparece confirmación alguna que permita afirmar que conoció las tesis principales elaboradas por Marx, o la trascendencia de su obra. [2]
 
La búsqueda de coincidencias entre el pensamiento martiano y el marxista es válida como ejercicio académico, pero nada justifica la afirmación de influencias de este sobre aquel, aunque no yerran los que mencionan algunas coincidencias, como la búsqueda de la redención y la justicia para los hombres del trabajo.
 
Existen varias causas por las que Martí no prestó atención preferente al estudio de las doctrinas de Marx: la confusión prevaleciente acerca de las ideas sobre el socialismo, la proliferación de agrupaciones que utilizaban el apelativo de socialista y socialdemócratas en Estados Unidos, los errores dogmáticos y sectarios de los seguidores del marxismo en este país y, [3] de suma importancia, que las soluciones buscadas por el Apóstol no priorizaban la redención de la clase obrera, aún incipiente en su país, sino gestaba la liberación nacional y, por tanto, la independencia absoluta y la emancipación de todos los seres humanos por igual.[4]
 
A estas valoraciones debe unirse la apreciación martiana de que las doctrinas socialistas, en general, provenían de fuentes y realidades de otro continente, donde imperaban condiciones diferentes a las de nuestros países. Una de las tres menciones al autor de El Capital halladas en su obra expresa: «Cada pueblo se cura conforme a su naturaleza […]. Ni Saint Simon, ni Karl Marx, ni Bakunin. Las reformas que nos vengan al cuerpo» [OC, t. 12, p. 378].
 
Esta idea se encuentra en una carta a Fermín Valdés Domínguez, escrita en los momentos en que se ocupaba de los preparativos de la Guerra de Independencia: «Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras:―el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas,―y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados» [OC, t. 3, p. 168].
 
Acertaba el dirigente político, que conocía en su época —y avizoraba para la nuestra— la presencia de demagogos y oportunistas que pretenden ocupar plaza de extrema izquierda como un modo de mantenerse alejados del trabajo y del esfuerzo cotidianos, revestidos por sí mismos de supuestas capacidades y dotes inalcanzables que les permitirían juzgar a los demás como ineptos.
 
Martí alertó sobre tales individuos, dispuestos a «ejercitar derechos especiales, y señorío vejatorio, sobre algún número de cubanos» [OC, t. 1, p. 480], pues comprendió que después de la independencia «el enconado apetito del privilegio, y el hábito y consejo de la arrogancia» impedirían «el equilibrio justiciero de los elementos diversos de la isla, y el reconocimiento, ni demagógico ni medroso, de todas sus capacidades y potencias políticas» [OC, t. 3, p. 264].
 
Advirtió, además, la posibilidad de que «las vanidades y ambiciones, servidas por la venganza y el interés, se junten y triunfen, pasajeramente al menos, sobre los corazones equitativos y francos» [OC, t. 3, p. 305].
 
Nuestro Héroe Nacional marcó los rumbos para que estas posibilidades no se hicieran realidad, pero su caída en combate le impidió enfrentarlas cuando surgieron. A sus continuadores les correspondió, y nos corresponde, continuar su obra.
 
NOTAS
 
[1] Ver Bruno Bosteels: «Marx y Martí: Lógicas del desencuentro». Nómadas, núm. 31, Colombia, octubre, 2009, pp. 66-67.
[2] El análisis más completo de las referencias a Marx en la obra de Martí se halla en Rafael Almanza Alonso: En torno al pensamiento económico de José Martí, La Habana, 1989, pp. 242 a 252.
[3] Ver José Cantón Navarro: Algunas ideas de José Martí en relación con la clase obrera y el socialismo, La Habana, 1970, pp. 84-87.
[4] Ver R. Almanza Alonso: Ob. cit., pp. 260-261.

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