Como en un eterno retorno han vuelto a sonar las cacerolas en la ciudad de Buenos Aires y en el resto del país. A diez días de haber asumido la presidencia, Javier Milei, patético personaje propio de una pesadilla de Borges al que escuché decir que solía tener pesadillas, en una infame provocación al pueblo, eligió el 20 de diciembre, aniversario de la masacre de 39 argentinos cuando en 2001 repudiaban al entonces gobierno reaccionario de De la Rúa-Cavallo, para dictar su úkase a lo Iván el Terrible.
Carlos María Romero Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
Se trata de un delirante Decreto de Necesidad y Urgencia, un mamotreto que destruye conquistas laborales con rango constitucional, convertirá en sin techo a millones de locatarios, permite y peor aún incentiva la especulación de los formadores de precios, licua nuestra moneda soberana y entrega las empresas públicas a la voracidad del menor postor, como corresponde a la avidez del capitalismo internacional y su “cálculo egoísta” que dijera Marx.
Milei es un producto de los multimedios canallas, un panelista que hace algo más de dos años causaba gracia a muchos compatriotas boludos y molestia a otros más racionales y más educados cuando desde la televisión y las redes sociales participaba al público de sus locuras, mostraba agresividad para con las mujeres, revelaba hazañas en el rubro del sexo tántrico y daba cuenta de la comunicación mediúmica con su perro muerto. Y ello en medio de proclamas neoliberales extremas para lo que uno creía que la sociedad contaba con anticuerpos y estaba curada de espanto después de las amargas experiencias en la materia vividas con el programa económico de la dictadura genocida de Videla, del menemismo de los 90, de la vuelta con de la Rúa del ministro de economía Domingo Cavallo en la pasada centuria y del macrismo bendecido por el FMI y hambreador de las clases obrera y media en la segunda década de este siglo. No fue así y Milei ganó en buena ley las elecciones de octubre pasado.
Lo hizo refregando su admiración por Margaret Tatcher en la cara de los veteranos de la Guerra de Malvinas, llamando satánico al Papa Francisco e identificándose con el primer ministro israelí Benjamín Netayahu, un Herodes de nuestro tiempo como lo ha llamado con propiedad Leonardo Boff.
Previo a estas afinidades electivas (Goethe dixit) pasaba como un mediático más y eso parecía todo, solo mal gusto y grosería bien de estilo argentino, debido a que la grosería es una constante que detectó en nuestros genes Ortega y Gasset. No obstante como en el iceberg, Milei tenía mucho más escondido que lo que mostraba. Y su carta ganadora fue que su discurso, relato, pastiche de antiestatismo, anticomunismo, antiecologismo, odio simbólico y oportuno a una indefinida “casta” y al fin crudo conservadurismo, comenzó a ser escuchado por la juventud, duele reconocerlo frustrada por la mala política de décadas.
En la Argentina y en mi generación, la de los que veinteañeros en los primeros tramos de los gloriosos setenta, leíamos a Sartre, nos solidarizábamos con Fanon, admirábamos la lucha hasta el sacrificio final del padre Camilo Torres y el Che, memorizábamos versos de Neruda y párrafos enteros de “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, no hay casi quienes no tengan hijos radicados en el extranjero. Lo peor es que sus mayores asumen el hecho con mezcla de resignación y alivio ante la falta de posibilidades que viene ofreciendo desde bastante tiempo atrás el ex granero del mundo.
La gesta que Milei ofreció a buena parte de esa juventud desorientada que lo votó en masa –además de las sucesivas y lacrimógenas capas de cebolla del antiperonismo gorila- viene a cuento del individualismo que pregona la globalización capitalista y sus consignas contradictoriamente orgullosas de ser nada más y nada menos que posverdades. Por ese camino qué importa que el mismo personaje que juró en tanto candidato cortarse un brazo antes que aprobar un impuesto, hoy presidente y en nombre del anarco libertarismo a tono con la escuela de Viena, entre sus primeras medidas presidenciales, carga con nuevos tributos a sus propios sufragantes tan agobiados por cargas fiscales como el resto de la población.
Sus propias torpezas, contradicciones ideológicas, improvisaciones evidentes, nepotismo, sumado a las perversidades cipayescas y represivas que le dictan al oído tanto el siniestro Macri como el caballo de calesita de todo mal gobierno, Patricia Bullrich, permite suponer con fundamento que a Milei le espera que el embudo de las corrientes que acaba de desatar con su decretazo antidemocrático y antirrepublicano se lo traguen pronto. A diez días de inaugurar su período y cabe reiterar la cifra de su tan mala inauguración sin otorgársele el acostumbrado período de gracia, la música de las cacerolas bien puede representar algo así como el timbaleo de la marcha fúnebre de este desgobierno que rifará nuestras riquezas, se propone e impone como disciplinador social, resulta ser antipopular aunque votado mayoritariamente en un oxímoron tan absurdo como nuestro destino de nación. Algo que no merece la patria del Libertador General José de San Martín, ni tampoco la presagiada “Argentina, región de la aurora”, del verso de Rubén Darío.
Muchos estamos tristes, muy tristes en este macabro “reviver” del trágico diciembre del 2001, pero la Gran Alegría prometida al pueblo una noche de hará pronto dos mil veintitrés años, ha de llegar inexorable contagiándonos de la esperanza del Magnificat de María, porque la grandeza del Señor “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. Amén.
Emotivo texto de Romero Sosa, que leo recién en dia de Reyes, resonándome sus dichos...Argentina, sin voces de paz a la vista ..pero la Gran Alegría ha de llegar inexorable ícontagiandonos de la esperanza ,
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