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sábado, 2 de diciembre de 2023

Guatemala: como perros de traba

 En Guatemala, una clase política corrupta entronizada en el poder hace todo lo posible por evitar que quienes han sido electos para sucederles, que han prometido que pedirán cuentas de los desmanes que han cometido, asuman el gobierno el 14 de enero próximo.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Esa clase política defiende intereses económicos y políticos muy grandes que son la clave de su supervivencia. Los negocios que están en su base han sido construidos en base a tener al aparato de Estado como botín, no solo para lucrarse de los presupuestos prendiéndose como sanguijuelas al empleo público creando plazas fantasma o inflando remuneraciones, sino también otorgando obra pública y concesiones a empresas de determinados conglomerados que, por demás, las hacen mal, a medias o del todo no las hacen, cobrando, eso sí, como si de trabajos de primer mundo se trataran; también para lavar dinero del crimen organizado -narcotráfico, contrabando, trata de personas, tráfico armas, etc.- o para favorecerlo a través de legislación, puestos estratégicos en el gobierno nacional y en los gobiernos locales.
 
Es decir, se trata de un conglomerado mafioso en toda regla que ha asaltado el aparato del Estado y no vacilan en usar todos los recursos a su alcance. Dados los tiempos que corren, cuando el ejército ya no les es útil, como lo fue en el pasado (en los tiempos de las cruentas dictaduras) para eliminar a quienes se les oponen, han optado por seguir los vientos que soplan en el continente actualmente y, por lo tanto, han cooptado a todos los poderes de la República para así perseguirlos por vías “legales”.
 
Jueces, fiscales, magistrados, diputados y ministros que han sido colocados estratégicamente a través de nombramientos y procesos de selección amañados, hacen su trabajo siguiendo el guion de la persecución implacable. No hay necesidad de ser brillante sino astuto. Hay quienes, para llegar a los puestos que ostentan, falsificaron títulos, plagiaron trabajos universitarios o simple y llanamente se inventaron calidades y realizaciones, y al ser puestos en evidencia quienes los valoraban se hicieron de la vista gorda, puesto que eran indispensables para armar los equipos de perros de traba que habrían de defender, enseñando los dientes y persiguiendo a dentelladas, a quienes se atrevieran a levantar la voz contra los privilegios estatuidos.
 
Eso es, entonces, lo que viene sucediendo en Guatemala desde que en agosto el partido Semilla, con su promesa de luchar contra tal corrupción, ganara sorpresiva, -pero contundentemente- las elecciones en segunda vuelta. Desde entonces no han tenido tregua. Uno tras otro se inventan cargos contra la organización y sus principales representantes: invenciones ridículas y desarticuladas; ficciones sin sustento; elucubraciones disparatadas presentadas como acusaciones por cualquiera a quien se le pase por la cabeza cualquier idea peregrina. 
 
Contra todas estas maniobras se ha levantado un movimiento ciudadano que, en el último mes, tiene como protagonistas a pueblos indígenas, generalmente poco involucrados en estos avatares de la política nacional. Han hecho manifestaciones multitudinarias, largas marchas, cerramiento de vías de comunicación, plantones ante instituciones gubernamentales. Nada ha hecho retroceder al Pacto de Corruptos, que es como se le llama a esta alianza de intereses espurios, que sabe que se está jugando su propia existencia. Quienes fueron la base del triunfo del partido Semilla -sectores de jóvenes de clase media urbana- están, por el momento, más a la expectativa que hasta hace unos meses, cuando también salieron a manifestar su disconformidad con lo que pasaba. Hay, sin embargo, un ambiente de malestar generalizado que ya se expresó en la elección, pero que con toda la persecución posterior se agudizó. 
 
Ahora, es muy posible que se quiera despojar de la inmunidad a Bernardo Arévalo y a Karin Herrera, quienes ya son presidente y vicepresidenta electos y que deberían asumir el próximo 14 de enero. Los últimos acontecimientos en curso desde la semana pasada, cuando se inventaron cargos por la toma de las instalaciones de la universidad nacional el año pasado, y en los que se les sindica de incitar desde sus redes sociales a la solidaridad con quienes lo hacían, orientan en esa dirección. Quieren llevarlos a la cárcel u obligarlos a que salgan al exilio. No por evidentes y burdas sus maniobras dejan de ser efectivas en el ambiente enrarecido de Guatemala.    

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