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sábado, 23 de marzo de 2024

Argentina: Cien días de locura

 Se han cumplido cien días del gobierno de Javier Gerardo Milei. Cien días en que arrasó con todo, dado que nada ha quedado en pie. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


El presidente Javier Gerardo Milei está orgulloso de todo lo logrado en tan poco tiempo; es más, diríamos está exultante, cada dato que para la mayoría de la población es gravísimo y doloroso, a él le produce un placer enorme, al igual que a su equipo de gobierno, a los grandes empresarios nacionales y extranjeros, como también a una proporción de la población que sigue apoyándolo con toda energía: jóvenes emprendedores cuentapropistas, algunos jubilados, puesto que si bien ha caído su imagen positiva en el período de gracia que se le concede al cambio de gestión, el entusiasmo en destruir fuentes de trabajo y atomizar instituciones públicas, sigue intacto; como sigue intacto el regocijo con el daño causado. Cuesta digerir, pero hay que entender una mentalidad así y hacerse cargo. Hacerse cargo que estamos en épocas bisagras de cambios de paradigma, de crisis civilizatorias, de procesos de cambios hegemónicos, de un calentamiento global que a pesar de las graves consecuencias que venimos sufriendo desde hace años, las actuales autoridades del gobierno argentino lo niegan, como niegan a la ciencia y maltratan a sus trabajadores. 

 

Javier Gerardo Milei vino para eso. Nada le importa más que los halagos externos, tampoco le importa el repudio colectivo. Es un personaje muy particular para una época muy particular del país, la región y el mundo. Mundo plagado de derechas que aplaude las acciones libertarias como un curioso experimento a ser extendido a otros países y regiones para aumentar la esclavitud planetaria, dadas las ventajas de las nuevas tecnologías al servicio del sometimiento humano.

 

A Javier Gerardo Milei no le interesa la democracia, la democracia fue el instrumento que le proporcionó asumir la presidencia de la República y ahora pretende anular el resto de los poderes y transformarse en dictador. Un dictador que impone su férrea voluntad y destruye a quien se le opone. No quiere oposición ni diálogo. Le importa seguir a rajatabla su libreto sin medir consecuencias.

 

De espaldas al país que lo eligió como presidente, que para muchos ya debería ser prescindente, está orgulloso de mostrarse como un referente de la derecha internacional que da apoyo incondicional, sin ninguna crítica a la cruenta ofensiva del gobierno israelí en Gaza, por eso viajará a Estados Unidos el 10 de abril a recibir el título de Embajador Internacional de la Luz que le otorgará la organización Jabad Lubavitch, un premio casi desconocido, pero como le insisten en que hoy por hoy, es uno de los referentes políticos del mundo, desde que viajó a Davos, a Nueva York, Israel y al Foro de Acción Política Conservadora, en Washington donde se abrazó a Donald Trump, ir a la Florida el mes que viene a recibir el premio, le gratifica mucho más que visitar las zonas inundadas del Gran Buenos Aires o los problemas de los pueblos del interior, la inseguridad rosarina por el narcotráfico. Su sueño es globalizar el grito: ¡Viva la libertad Carajo!

 

Esta semana se conoció un informe de la Comisión Nacional de Justicia y Paz CNJP, un organismo integrado principalmente por laicos y laicas, dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina, en donde hizo público un análisis de la situación social en el que manifiesta su preocupación por la pérdida de puestos de trabajo, la inflación, la baja del consumo y la pérdida del poder adquisitivo entre otros temas, poniendo el acento en “un enorme grado de insensibilidad social por parte de las autoridades en las medidas de ajuste, aunque más gravemente preocupa la cultura del odio y del individualismo extremo generado”. Comunicado por el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones, Presidente de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, asesor de la CNJP. Venga de quien venga, a JGM, le importa un bledo.

 

Las obsesiones de JGM con su particular percepción de la historia nacional y nostálgica del Centenario, lo llevan a destruir los signos de identidad y pertenencia al país, como la escuela pública argentina surgida con la Ley 1420 de 1884 – egregia institución, madre de la movilidad poblacional ascendente – dando preferencia a la educación privada a la que él asistió junto con su hermana. Aclaremos que la educación privada no es privada en Argentina ya que recibe aportes del Estado Nacional, además de los lineamientos políticos educativos a impartir. Pero retomando la conducción mileica, estos días puso en circulación los voucher para los alumnos de escuelas privadas, mientras niega alimentos a los comedores comunitarios que alimentan diariamente a miles de chicos.

 

No entender en profundidad su persona y sus objetivos políticos, es una soberana estupidez, como celebrar alguna esperanza de mejoramiento de calidad de vida colectivo mientras él y sus adláteres estén en el poder. No. Todo puede ser peor.

 

Como advierte Jorge Alemán: “El gobierno de ultraderecha libertario actúa de tal modo como si lo insoportable no hará reaccionar a la población.

 

Confía plenamente en una lógica de guerra donde cuanto más se acumule destrucción social de distintos espacios, más se afianzará su poder.

 

Dado que fueron votados y ganaron, están seguros que no existe el límite, cuantos más sean los quebrados, los que enferman sin remedio, los que quedan fuera de todo amparo, más claro será el efecto del castigo. Están convencidos en que las tradiciones de lucha del pueblo y la construcción de nuevos dirigentes es una cosa del pasado. El diagnóstico de que los 100 años de decadencia han señalado a los verdaderos culpables constituye para ellos una certeza definitiva.”[1]

 

Todos sus funcionarios funcionan con la lógica de territorio ocupado, con una latente militarización de zonas conflictivas, sea por causa de narcotráfico o reclamos colectivos. Su declamada preferencia por las FFAA y su reiterada negación de los estragos causados en la última dictadura, sus desafiantes fotografías con defensores de reconocidos represores no hacen más que abonar el odio a los zurditos que proclama el presidente cada vez que puede. 

Emulando a su mentor, Don Corleone, quien lo primero que hizo fue designar por DNU dos jueces de la Suprema Corte en 2016, el Senado recibió con sorpresa la designación de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla. JGM no le avisó ni a propios ni ajenos. Todos se desayunaron con la novedad. Ariel Lijo, de 55 años, hijo de dos maestros y primero de tres hermanos que crecieron en Villa Domínico, el magistrado terminó convirtiéndose en uno de los jueces que más ascendencia tuvo en los Tribunales de Comodoro Py; en septiembre cumplirá 20 años en el Juzgado Federal Número 4 de los Tribunales de Retiro.

 

García-Mansilla es oriundo de Bariloche y desde 2019, Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral; casado y padre de tres hijos. El año pasado obtuvo el título de doctor en derecho por la Facultad de Derecho de la Universidad Austral. El juez del máximo tribunal, Carlos Rosenkrantz fue uno de los integrantes del jurado y, de concretarse su ingreso a la Suprema Corte, compartirá perfil con éste; los dos provienen del derecho y el mundo universitario.

 

A Victoria Villarruel no le hizo gracia el desplante presidencial de nombrar por su cuenta a los supremos, aunque, dentro de su relación amor y odio y las fotos de abrazos en la Casa Rosada difundidos por las redes, escenario multitudinario que las cumbres libertarias manejan como propias, ambos por su lado conspiran y se inspiran boicoteándose como pueden. Ella ha asegurado más de una vez que está lista para desempeñarse en cualquier cargo – presidente de la nación, desde luego – hecho que, de producirse, sería más terrible y dolorosamente frío, como la frialdad extrema que siempre está exponiendo en cada declaración.

 

Por eso insistimos, cien días de locura no significa un techo. Todo lo contrario. Puede ser peor.

 

Así como ocurrió con la Agencia Telam y los 600 empleados que fueron despedidos y vallado el edificio de la institución para que no fueran a ocuparlo los empleados, del mismo modo, a partir del 31 de marzo, la Tv Pública dejará de emitir programación en vivo. En uno de los últimos programas de Cocineros argentinos, el cocinero Juan Bracelli, uno de sus exitosos conductores, dijo en nombre de todos sus compañeros que era una pena que un programa federal de más quince años que recorrió cada pueblito del país y difundió costumbres, comidas y cocineros de cada local, favoreciendo a los productores de alimentos regionales, dejara de circular por los canales del interior a los que llegaba la tv pública. En adelante sólo se emitirán noticieros en horas claves, menos los días feriados y, fines de semana. 

 

Para este domingo 24 de marzo, fecha del golpe militar de 1976, no se televisarán las manifestaciones y, en su lugar, el gobierno pasará un documental en que no estarán ni el presidente ni la vice.

 

En estos días previos a la conmemoración del golpe, también reaparecieron los siniestros grupos de tareas. Dos individuos encapuchados se metieron en la casa de una militante de la asociación H.I.J.O.S. y expresamente le dijeron que iban a matarla. Felizmente, a los gritos, pudo zafar de tan grave situación. Al respecto el gobierno y sobre todo la vice, no le dio importancia. Algo que ya sucedió cuando el atentado contra Cristina Fernández y los medios y la oposición política de ese momento, restaron importancia, dejando en evidencia las acciones deliberadas de una derecha que hace rato ha empezado a salir de las sombras.

En un excelente artículo de Atilio Borón, titulado “Troglocracia”, hace una analogía con aquellos habitantes primitivos que resistieron la denominada revolución agraria que dio lugar a la agricultura y con ella, el establecimiento de pequeños poblados, luego transformados en ciudades. 

 

Los trogloditas se atrincheraron en sus cavernas y se apartaron de los innovadores. Según la mitología griega, éstos eran gentes bárbaras y crueles, una raza apenas humana, peluda como bestias, que se comunicaban por medio de gritos. 

 

En sus Cartas persas, Montequieu, modifica el concepto agregando que “eran tan malvados y feroces que no existía para ellos ningún principio de equidad ni de justicia”. Siguiendo a Borón: “Hay un pasaje que merece ser reproducido íntegramente porque revela el espíritu del liberalismo dieciochesco y su adoración por la magia de los mercados, de penosa actualidad en la Argentina de hoy: ‘¿Por qué tengo que matarme en trabajar por gente que no me importa nada? Pensaré sólo en mí y viviré feliz. Satisfaré mis necesidades y, si es así, me importa poco que los otros trogloditas vivan en la miseria’. El remate de esta historia, según nuestro autor, es que ‘los trogloditas perecieron por su propia maldad y fueron víctimas de sus propias injusticias’.”[2]

 

Cien días de locura. Cien días de ajuste lapidario, de padecimientos, de marchas colectivas, de represión, de angustias…

 

Cien días locura que deberían llenar el vaso de paciencia de una sociedad que no debe bancarse los horrorosos niveles de pobreza alcanzados en tan poco tiempo y reaccionar como lo expresa nuestra tradición de luchas populares: con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes. 



[1] Jorge Alemán, La lógica del castigo, Página 12, 21 de marzo de 2024. 

[2] Atilio Borón, Troglocracia, Página 12, 21 de marzo de 2024.

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