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sábado, 11 de mayo de 2024

Mundo que fluye

 Para el historiador Paulo Fagundes, el fin de la Guerra Fría dio inicio a una transición en la cual “los paradigmas explicativos y la realidad de las relaciones internacionales se volvieron fluidas.” Esto demanda una “visión exploratoria” que permita “informar sobre acciones en curso y posibles tendencias para el futuro inmediato, en el contexto de la crisis económica desde 2008 y la desarticulación en curso de la propia ‘globalización’”. 

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


“y luego que todo esté visible y corpóreo como un mapa, ante los ojos, deducir la real significación del progreso, prever y entrever el mundo futuro en la organización terrenal, y el destino final de nuestro espíritu.” José Martí, s.f.[1]


La preocupación de Martí por la organización terrenal del mundo futuro se renueva en nuestro tiempo. Así lo hace, por ejemplo, el historiador Paulo Fagundes, profesor de postgrado en Ciencias Militares de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército de Brasil, en su artículo “Las nuevas claves del sistema mundial: crisis sistémica y alianzas fluidas”.[2]

 

Allí el autor aborda el proceso de transformación del sistema internacional tras la Guerra Fría, la posición que ocupan las viejas y nuevas potencias en ese sistema, y las tendencias históricas generales y específicas en la evolución de este. Al respecto, identifica “cuatro ejes de poder mundial: 1) el militar-rentista anglosajón; 2) el industrial desarrollado semisoberano; 3) el industrial emergente semiperiférico y, 4) el agrario, mineral, demográfico y periférico”.

 

Ese análisis considera indicadores tradicionales como la ubicación geográfica del país, sus recursos naturales, el peso de su economía, el tamaño y estructura de su población, su posición geopolítica, sus vínculos con organizaciones internacionales, su estabilidad político-institucional, y el tamaño y calidad de sus fuerzas armadas. Enseguida, refiere esos factores a los vínculos cualitativos entre ellos que se derivan de la evolución histórica, el nivel de desarrollo social y económico, el grado de articulación de las élites en el poder, la existencia de un proyecto nacional, las conexiones internacionales y su posicionamiento en el sistema mundial, entre otros. Así, dice,

 

Un país puede tener un poder militar significativo y un gran tamaño, pero se encuentra en declive debido a una transformación de la economía-mundo y el surgimiento de desafiantes polos de poder. Además, a pesar de tener una economía fuerte y una capacidad militar cuantitativa, algunos, a veces, tienen limitaciones de soberanía, que dificultan la conversión de estos elementos en un instrumento de acción eficaz. La tabulación de los elementos materiales del poder puede generar así una concepción estadística errónea y una valoración estratégica equivocada.

 

Esa posibilidad se hace evidente en el creciente deterioro de la organización internacional del sistema mundial surgido de la Gran Guerra de 1914-1945, en el cual las antiguas potencias coloniales europeas “pasaron a ser consideradas potencias medias” mientras que los Estados Unidos y Rusia “(convertida en Unión Soviética)” se convirtieron en superpotencias. Al propio tiempo, algunos Estados “del Sur Geopolítico” surgido de la desintegración del viejo sistema colonial pasaron a ser incluidos “en la lista de las potencias medias (o regionales).” 

 

Sin embargo, añade, el fin de la Guerra Fría dio inicio a una transición en la cual “los paradigmas explicativos y la realidad de las relaciones internacionales se volvieron fluidas.” Esto demanda una “visión exploratoria” que permita “informar sobre acciones en curso y posibles tendencias para el futuro inmediato, en el contexto de la crisis económica desde 2008 y la desarticulación en curso de la propia ‘globalización’”. 

 

En ese contexto, el eje militar-rentista anglosajón integrado por Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y, tangencialmente Israel, dispone de recursos militares, diplomáticos, financieros, tecnológicos y de inteligencia y comunicaciones que “en la fase postindustrial rentista” de su desarrollo le permiten vivir “de los recursos de otras naciones”. Por su parte, el eje industrial desarrollado de la Unión Europea, Japón y los Tigres Asiáticos, con “un capitalismo industrial productivo avanzado y un alto nivel de vida de sus poblaciones”, carece de recursos de poder tradicionales como el ejército y la soberanía plena, y encara una situación de tensiones crecientes, en la cual mucho “depende de la actitud política a ser adoptada por las naciones relevantes del eje, como Alemania y Japón, los derrotados en la Segunda Guerra Mundial.”

 

Por su parte, el emergente eje industrial heterodoxo está integrado por las grandes naciones BRICS, especialmente China y Rusia, donde las estructuras de poder y la participación estatal en la economía son relevantes.[3] Para esta “semiperiferia”, sus prioridades se concentran en “evitar un conflicto armado de dimensiones globales y mantener su desarrollo económico.”  Finalmente, el “eje agrario, minero y demográfico periférico, integrado por naciones medianas y pequeñas de América Latina, África y Asia (que incluye Medio Oriente)” dispone de “recursos humanos, agrícolas o minerales abundantes (incluida la energía)” y de una población numerosa, pero no tiene “capacidad militar ni articulación diplomática”, tiende a actuar de manera fragmentada y constituye una zona en disputa por los demás ejes. 

 

Esto ha generado “un Equilibrio (inestable) de Poder Global” que opera en “dos niveles de divisiones internacionales, no exactamente superpuestas: una política y otra económica”. Así, en las divisiones políticas que afectan la distribución del poder global se oponen por un lado China y Rusia, y por otro las potencias anglosajonas, con el grupo Unión Europea/Japón como aliados recalcitrantes. Mientras, las divisiones económicas desbordan la visión de “emergentes versus declinantes”, en un mercado mundial de desarrollo desigual y combinado en el que desempeñan un creciente papel las empresas transnacionales.

 

Así, China mantiene una “relación simbiótica” con Estados Unidos y la disputa comercial que los enfrenta hoy “bien podría hacer parte de la renegociación del ‘pacto’ económico entre ambos.” Para Estados Unidos, añade Fagundes, el problema mayor radica en una Europa “unida en torno a Alemania (competidor capitalista avanzado) y el replanteamiento de Estados semiperiféricos en su región de control geopolítico” como Brasil. Al respecto, cita al historiador Emmanuel Todd, para quien

 

 no habrá ningún imperio americano. El mundo es demasiado vasto, diverso y dinámico para aceptar el predominio de un solo poder. La evaluación de las fuerzas demográfica, cultural, industrial y monetaria, ideológica y militar que transforman el planeta no confirma la visión actual de una América invulnerable. […] Una imagen realista [muestra] una gran nación cuyo poder era incuestionable, pero que el declive relativo parece irreversible. Los Estados Unidos eran esenciales para el equilibrio del mundo; ellos no pueden hoy mantener su nivel de vida sin subsidios del mundo.  Estados Unidos, por su activismo militar teatral, dirigido contra Estados insignificantes, trata de ocultar su reflujo. La lucha contra el terrorismo, Irak y el “eje del mal” no son más que pretextos. Porque ya no tiene fuerzas para controlar a los actores más importantes que son Europa y Rusia, Japón y China. Estados Unidos perderá este último partido por la dominación mundial. Se convertirá en una gran potencia entre otras.[4]

 

Para Fagundes, nos movemos así en una circunstancia que tomó forma en “tres momentos secuenciales e interconectados”: el Gobierno de Trump, la pandemia COVID-19 y la guerra ruso-ucraniana. A los dos primeros, dice, “aún les falta reflexión más profunda y audaz por parte del establishment académico políticamente correcto.” En cuanto al tercero “las contradicciones han madurado”, pues “la política de sanciones de la ‘Comunidad Internacional’ (básicamente la anglosfera, Europa, Japón y Corea del Sur, el 25% del mundo) provocó un cortocircuito económico-financiero y un nuevo receso global.”

 

En breve, la eventual configuración de un mundo multipolar “todavía depende de la estrategia de los diferentes actores.” Así, mientras la “anglosfera” busca dividir el campo contrario, aprovechando sus conflictos y contradicciones de larga data, los integrantes de los otros tres ejes – en particular los vinculados al BRICS – no buscan tanto “crear un bloque económico, sino obtener mejores oportunidades, en un mundo estable y con reglas realmente comunes.”

 

En todo caso, ante una transición sistémica de tal complejidad, convendrá recordar la advertencia que acompañó a las preocupaciones de Martí en 1891:

 

Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller, a unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es de ir de arria de una de ellas contra las repúblicas futuras.[5]

 

 Alto Boquete, Panamá, 9 de mayo de 2024



[1] Libros (s.f.). Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XVIII, 291

[2] Revista da Escola Superior de Guerra, v.38, n.84, p. 130-151, set.-dez. 2023. Brasil.

https://revista.esg.br/index.php/revistadaesg/article/view/1333/1089

[3] La palabra BRICS designa una asociación y foro político de países emergentes establecido en 2010, que se ha constituido en un espacio internacional alternativo al G7, integrado porpaíses desarrollados. Toma su nombre de las iniciales de los países que lo constituyeron originalmente: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. https://es.wikipedia.org/wiki/BRICS

[4] TODD, Emanuel (2013:24): Después del Imperio: la descomposición del sistema americano. Río de Janeiro: Registro.

[5] Ibid., “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”. La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. VI, 160.

 

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