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sábado, 13 de julio de 2024

América Latina: lecciones francesas

 Tal vez sea llover sobre mojado, o repetir algo que de tanto decirlo se ha vuelto a estás alturas una perogrullada, pero los franceses acaban de dejar patente que cuando la izquierda logra ponerse de acuerdo, puede tener grandes logros.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Apremiados por los avances de la derecha, que emulaba los que han tenido lugar en otros países de Europa y más allá -incluyéndonos a nosotros- pusieron manos a la obra, y en tiempo récord sacaron un programa común, de acuerdos mínimos, con el que pudieron presentar un frente común que destronó la ambiciones hegemónicas de la derecha, relegándola hasta un lugar en la que, por lo menos por el momento, ha quedado neutralizada.
 
 La izquierda francesa no ha sido una fuerza débil o marginal en la vida política del país, y muchos de los avances sociales de los que hoy disfruta la población son productos de sus gobiernos. Algunas de sus expresiones han sufrido los avatares de los tiempos, y su protagonismo ha mermado. Tengo en mente en este momento al Partido Comunista, un partido al que estuvieron vinculados de una u otra forma intelectuales emblemáticos de la cultura francesa, que tuvo una importante gravitación en el movimiento comunista internacional por sus posiciones independientes frente a las pretensiones hegemónicas del Partido Comunista de la URSS, pero que hoy no tiene más ese peso específico. 
 
El Partido Socialista también. De orientación socialdemócrata, contribuyó protagónicamente a construir el estado de bienestar del que hoy disfrutan los franceses, y que las reformas neoliberales han amenazado desde hace ya más de dos décadas. Acorde con el papel que jugó en Europa la socialdemocracia después de la caída del muro de Berlín, su orientación progresista mermó, y se dio a la tarea de introducir en su programa político transformaciones neoliberales, pero sigue siendo un partido en el que encuentra cobijo una gama de posiciones ideológicas que va del progresismo liberal al radicalismo socialista. 
 
A estas formaciones partidarias tradicionales de la izquierda se han sumado otras expresiones contestarias contemporáneas. Entre todas ellas hay siempre discrepancias de todo tipo, algo que sucede recurrentemente con la izquierda de todo el mundo y de las que él campo progresista francés no escapa, e igualmente, como en otras partes, el que no logre ponerse de acuerdo es causa importante de la imposibilidad de que ejerza el poder político. 
A esta situación, que no dudaríamos en calificar de debilidad, se debe en buena medida el avance en años recientes de los partidos de derecha y de extrema derecha. Claro que hay además otras razones, que tienen que ver con la incapacidad de la izquierda de responder a temas acuciantes de la sociedad contemporánea, pero la coyuntura actual muestra que, aún con esas minusvalías, la izquierda es una potente alternativa para muchas gente. 
 
Francia ha mostrado cómo esas campañas furibundas de la derecha, que tienen a los medios de comunicación y a las redes sociales como un instrumento principalísimo, pueden ser derrotadas cuando hay “voluntad de poder” expresado en iniciativas unitarias que permiten relegar a un segundo plano personalismos y limar aristas ideológico políticas.
 
 Ojalá América Latina pudiera sacar conclusiones, que a nosotros se nos antojan obvias, de esta experiencia. Cuando vemos cómo proyectos relevantes, como el de Bolivia, se pone en riesgo por dinámicas fragmentadoras, no podemos sino añorar la madurez que permita el acercamiento y el accionar en común.

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