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sábado, 6 de julio de 2024

¡Qué gran daño las disputas en Bolivia!

 Bolivia ha sido uno de los referentes más importantes de las transformaciones de orden nacional-popular en América Latina de los últimos veinte años.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Estuvo presente en primera fila cuando en Brasil Lula, en Ecuador Rafael Correa, en Venezuela Hugo Chávez, en Argentina los Kirchner, en Paraguay Fernando Lugo y en Uruguay José Mujica, emprendían una batería de reformas como nunca antes habían tenido lugar mancomunadamente en Nuestra América.
 
Fue poco más de una década, a inicios del siglo XXI -que parecía inaugurar espléndidamente la centuria- en el que por fin emergió el espíritu integracionista de corte progresista latinoamericano. Fue cuando se crearon instituciones como la UNASUR y la Celac, y Venezuela armó un proyecto solidario con su riqueza energética a través de la ALBA, como alternativa a la propuesta estadounidense de un área continental de libre comercio bajo su égida, el ALCA, algo en el mismo espíritu de la OEA.
 
En Porto Alegre, capital del Estado de Río Grande do Sul, se realizaba, con gran resonancia, el Foro Social Mundial, contraparte progresista del que aún se realiza en Suiza por parte de los países ricos, el Foro Económico Mundial.
 
Este movimiento simultáneo se tradujo en medidas concretas de obstrucción al neoliberalismo, como conquistas sociales, protección a trabajadores y trabajadoras, protagonismo de sectores históricamente excluidos o explotados, ampliación de la participación popular en estos gobiernos y de la independencia y soberanía de los países y la región.
 
 En Bolivia, el líder de la expresión particular de esta tendencia continental fue Evo Morales, dirigentes cocalero que llegó aupado por una coalición de movimientos sociales reunidos en el MAS. Fue en Bolivia en donde se dieron algunos de los logros más importantes de estos años. En un país dominado por el racismo, Evo encabezó una ola que logró elevar a rango constitucional el carácter plurinacional del Estado, no sin dejar de enfrentar la acérrima oposición del estatus quo, representado por una derecha montuna que amenazó con dividir la unidad estatal del país, y que en 2019 dio un cruento golpe de Estado que lo llevó al exilio.
Es decir, que en los primeros veinte años del siglo XXI, en Bolivia tuvo lugar un profundo movimiento de transformación social. Fue posible gracias no solo a la coyuntura regional, sino también a que hubo un movimiento político partidario fuerte, el MAS, que pudo canalizar y dirigir el apoyo popular a las medidas que se impulsaban.
 
La figura del líder, encarnada en este caso en Evo Morales, también fue muy importante. Supo ponerse a la cabeza del proceso de transformaciones con toda su experiencia como dirigentes sindical de masas que ya poseía, pero el proceso mismo también tuvo sus propias dinámicas que, a veces, superó al mismo Evo, quien en algunos renglones ideológicos es tributario de una mentalidad tradicional y conservadora.
 
 Luego del golpe de Estado, el MAS volvió al poder llevando como presidente a Luis Arce Catacora. Todo parecía augurar que el año en el que los golpistas lo habían perseguido y obligado a sus principales dirigentes al exilio, no había sido sino un paréntesis que quedaría atrás. Pero lo que siguió ha sido desconcertante y descorazonador: el presidente Arce y Evo Morales entraron en una disputa por ser el ungido para las próximas elecciones. 
 
El MAS unido es suficientemente potente como para quedarse otros cuatro años dirigiendo a Bolivia, pero desunido le espera la derrota. Obcecados en la disputa, no parecen darse cuenta que se aproximan al precipicio, y quienes miramos al toro desde la barrera nos dolemos que situaciones como esta echen por la borda las posibilidades que tiene el movimiento popular de seguir ampliando sus conquistas, que no lo son solo de ellos, sino de todos los que nos reivindicamos como progresistas o de izquierda en América Latina.
 
Ojalá que estas disputas se detengan ya, que sepan dialogar y ponerse de acuerdo para presentar un frente unido, poderoso, como el que amerita un país tan sufrido, pero también tan combativo y ejemplarizante como Bolivia.

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