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sábado, 24 de agosto de 2024

La democracia solo funciona cuando ellos ganan

Sucede en cualquier parte y ante los ojos de todos, pero parece que es una estrategia de la derecha que da resultados porque siempre hay quienes caen y caen y vuelven a caer, como los peces en el río, que, como dice el villancico, beben y beben y vuelven a beber.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

La estrategia central es colocar la idea según la cual, en las elecciones en las que no tienen chance de ganar, hay o habrá fraude. Algunos usan los canales establecidos legalmente para impugnar, pero lo hacen a regañadientes y poniendo en duda la legitimidad de la instancia misma en la que impugnan. Este es el caso de México, en donde a pesar de la enorme diferencia que sacó Claudia Sheinbaum sobre su contrincante, iniciaron un proceso de contestación, que, hasta ahora, dos meses después, fue resuelto por el Consejo Nacional Electoral a favor de Sheinbaum. A pesar de ello, no han salido a reconocer su victoria.
 
Otros, aceptan a regañadientes haber sido derrotados, pero no hay día ni lugar en el que desperdicien la oportunidad de caracterizar a sus contrincantes como dictatoriales y de compararlos (¿podría ser de otra forma?) con Venezuela. En esencia, no aceptan la derrota, y basurean a sus contrincantes utilizando lenguaje soez y entorpeciendo su camino con acusaciones que se encausan en tribunales por jueces que les son afines ideológicamente. Forman un aparato compacto y bien aceitado que usa las instituciones y herramientas que tienen a disposición, aunque saben que, a la postre, como no hay delito o falta concreta, perderán los procesos, pero enlodan el ambiente, lo enrarecen y desvían la atención. Este es el caso por el que atraviesa España en este momento, en donde una coalición en la que participa la izquierda logró formar gobierno al establecer alianza con partidos de Cataluña. El Partido Popular y Vox, enardecidos, consideran que la democracia ha sido violentada por haberse establecido esas alianzas y cuestionan la legitimidad del gobierno de Sánchez.
 
Cosa parecida sucedió en Brasil. Sin tomar en cuenta todo el montaje que se trajo al suelo el gobierno de Dilma Rousseff y la parodia que tuvo como corolario el encarcelamiento de Lula da Silva, Jair Bolsonaro no solo cuestionó, sino promovió la toma de edificios emblemáticos del gobierno en Brasilia, impugnando el triunfo de Lula, todo esto acompañado de gestos de matonismo que masas enardecidas aclamaban.
 
Para la derecha de América Latina -un lugar en el que a los políticos de derecha les da tortícolis por estar mirando permanentemente al norte- Donald Trump es un modelo. Trump nunca reconoció la victoria de Joe Biden, se declaró estafado e incitó a hordas de fanáticos lumpen para que tomaran las instalaciones del Congreso, hecho inédito que generó imágenes de congresistas parapetados y atrincherados en sus curules y fanáticos con atavíos de carnaval invadiendo lugares sagrados para la institucionalidad norteamericana. El cuestionamiento de las elecciones estadounidenses estuvo preparado desde mucho tiempo antes. Trump proclamó durante toda la campaña que le jugaban sucio, y llegó a proclamar intervención rusa que habría ayudado a falsear las elecciones. 
 
Eso mismo está pasando ahora en Venezuela. ¿Alguien en su sano juicio pensó alguna vez que la oposición de derecha de ese país aceptaría el resultado de las elecciones? Se amparan -como Trump hizo con lo de la intervención rusa- en encuestas previas a las elecciones que, como todos sabemos en todas partes, no solo pueden errar aparatosamente, sino también pueden ser manipuladas intencionalmente para después hacer lo que hace ahora esa oposición de extrema derecha: cuestionar el resultado que al final arrojan las urnas.
 
En Venezuela, ahora todo se centra en el tema de las actas: que se manipularon las actas, que si las actas existen o no, que quién tiene las actas, y así hasta el cansancio. El Tribunal Supremo de Justicia solicitó a todos los contendientes que entregaran las actas que están en su poder y todas las pruebas que tengan. María Corina Machado y Edmundo González no entregaron nada porque dicen no confiar en el Tribunal. ¿En quién confiarán, entonces, en la justicia de la que recela Trump en los Estados Unidos; en la OEA, que ya se apresuró a pedir ella también las actas que no quieren entregar al Tribunal? 
 
El Tribunal Supremo validó este miércoles los resultados electorales de las elecciones que el 28 de julio dieron la victoria a Nicolás Maduro y consideradas fraudulentas por la oposición: “Esta sala declara en base al peritaje realizado, y con fundamento en el informe elaborado por los expertos nacionales e internacionales, de forma inobjetable, la validez del material electoral peritado y convalida los resultados de la elección presidencial”. ¿Pero, saben qué pasará? Tengo mi bola de cristal: se descalificará su trabajo y dirán que los resultados que ofrece son falsos. 
 
Es la estrategia de la derecha en todas partes. A Venezuela le van a seguir haciendo la vida imposible, aunque se pongan a disposición y se validen todas las actas. Siempre encontrarán la piedra en el zapato, y siempre la “comunidad internacional” (que no es más que los Estados Unidos, la seguidista Unión Europea y los adláteres que logren reunir para cada coyuntura específica) se erigirán en santo tribunal inquisidor que dará su veredicto -siempre negativo con Venezuela- y establecerá sanciones para ahorcar democráticamente al pueblo venezolano que, asfixiado, se verá compelido a migrar, lo cual será atribuido, con desparpajo, a la búsqueda de la libertad perdida.
 
Sin embargo, con Venezuela serán más persistentes, se rasgarán más ostensiblemente las vestiduras y echaran mano de más recursos, y eso también se sabe que es por sus riquezas, su estratégica posición geográfica y su peso en la balanza de los pesos y contrapesos ideológico-políticos del continente.
 
Todo esto, con ser un cuento sabido, hay que ponerlo en evidencia cada vez que se puede, porque la cantaleta del juego democrático, los fraudes y los reclamos airados, aunque suceden en todas partes y a cada rato, sigue arrastrando a legiones, aunque también de interesados que, por concordar ideológicamente, se hacen de la vista gorda de esta estrategia mundial que corta con el mismo patrón lo que puede pasar en México, Brasil, España o Venezuela.

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