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sábado, 14 de septiembre de 2024

Argentina: Dispersión

 Vivimos dispersos. No es ninguna novedad. Todo apunta a dispersarnos, a impedir que podamos concentrarnos al menos un instante. Un ruido de enjambre inunda los medios y las redes, enredándonos, confundiéndonos, dispersándonos, porque así los poderosos hace a su antojo. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

No es nuevo, es viejo como el hombre. Lo nuevo son los recursos técnicos empleados para esa dominación global, aunque está más presente en el donde el capitalismo hace estragos y se aprovecha de los segmentos de la población más vulnerables a su influjo. Hasta en el reducto más carenciado de la periferia urbana y en la intemperie más despiadada, hay un adolescente con un celular intentando rebuscárselas de algún modo; rebusque para huir de la realidad que lo oprime o sobrevivir a sus miserables condiciones.
 
Aunque no sólo son los adolescentes, son los niños, sus padres, los padres de sus padres; toda aquella zoología humana que escapa a la clasificación de deciles de las estadísticas que solo figura en los cuadros y las planillas Excel, pero que no está en las calles donde la gente de a pie intenta medrar un mendrugo... 
 
El día a día de esos 47 millones de personas, dispersa en la extensa geografía del séptimo país en extensión del mundo, concentrados en 37 conglomerados urbanos, es cruel y es dura, como la condenó hace décadas la letra de un tango escrito en plena década infame, después de la gran depresión, y que ahora regresa de la mano del león perverso, quien sigue con el verso del déficit cero y la inutilidad de la ciencia y los científicos. Esos mismos científicos que le han salvado la vida más de una vez o le han hecho más fácil y placentera su vida zorzalina.
 
Entonces la gente se dispersa para no pensar y sumirse en la locura, patología extendida en el país que celebra tener un barrio llamado Palermo Freud, por la cantidad de psicólogos que hay. Pero que ahora son pocos; algunos partieron a otros lares y los restantes, no dan abasto; muchos de los cuales tendrían que tener sus chalecos de fuerza apostados en los balcones y puertas de la Casa Rosada. 
 
Que Argentina es un país de locos, no es novedad y, ahora, más que nunca. La locura parece deslindar responsabilidades, no hacerse cargo de nada. No hacerse cargo de nada, es falsear datos y estadísticas. Nadie da crédito a una inflación del 17.000% anual que pregona el dueño del loquero, ni sus propios pares economistas, antiguos compañeros liberales. Se dispersaron...
 
Comienza ha extenderse cierto consenso que la llegada de JM fue fruto de un fracaso prolongado de gobiernos de diversa índole; parte de un largo proceso de decrecimiento e inflación de alrededor de una década y media. Progresistas y neoliberales paralizaron el PBI, mientras la población continuaba expandiéndose y demandando mayores bienes y servicios. Un hartazgo generalizado, sumado a los efectos pospandémicos y mayor dependencia de las redes sociales, profundizaron un individualismo exacerbado, que en la oscuridad de las tinieblas, en soledad o en manadas virtuales, apoyaron al personaje más extravagante y disruptor. Alguien que vino a destruir todo. Alguien que se animó a decir lo que iba a ser y lo hizo. Lo hizo de tal manera extrema, que muchos no salen del asombro y otros se repliegan en busca de una reacción que frene el vendaval. Un vendaval cuyas rachas diarias son difíciles de soportar, porque su potencia va en aumento y no queda lugar dónde resguardarse.
 
Dispersos en esa perspectiva sin salida, la destrucción se ha puesto en marcha aceleradamente este miércoles de miércoles en Diputados, previa reunión en Casa de Gobierno, donde el gobierno partió al radicalismo, comprando sus votos en el recinto para que los mismos diputados que aprobaron la ley de reforma del ajuste jubilatorio, hoy votaran a favor del veto presentado por el presidente. Se dieron vuelta como una media, aprovechando que eran prácticamente desconocidos y podían entrar sin ser identificados por los medios o la gente apostada a la entrada del Congreso. 
 
Colocar sus nombres en este artículo que puede ser leído en otras latitudes no aporta nada, al contrario, sería escrachar a un grupo de personas jóvenes que recién ingresan al campo de la política y sufrirán en carne propia las pésimas decisiones adoptadas en la emergencia. Descubrirán que fueron manipulados y rebajados a un precio miserable en la discusión que el presidente Javier Milei y su gabinete represor, tuvo con ellos sentados en esa mesa de acuerdos de la Casa Rosada, mesa que tantas miserias humanas ha visto circular por su cubierta. 
 
De los cinco diputados radicales, me centraré solamente en Mariano Campero; tucumano el hombre, abogado de 41 años, ex intendente del departamento de Yerba Buena entre 2015 y 2023, fue quien discutió con la misma vehemencia sus dos posturas enfrentadas entre sí. Curioso, viniendo de Yerba Buena, él es mala hierba, una hierba rastrera, seguramente va arrastrarse cuando le llegue la vejez que ahora castigó sin piedad votando a favor del veto libertario. 
 
Tampoco, el doctor Mariano Campero, representa en absoluto el centenario partido creado por Leandro Além, quien se suicidó por no traicionar sus ideas, autor de la célebre frase: “Que se doble, pero que no se rompa”, tío de Hipólito Yrigoyen, toda una tradición política popular que derivó en la Reforma universitaria de 1918 y prohijó la futura clase media. Campero no campeó el temporal, se rompió como todo lo que toca Milei.
 
Seguramente muchos radicales en algún rinconcito de sus consciencias estarán pensando: qué somos, qué queda de nosotros, cuáles ideas nos diferencian de los demás partidos. Peor aún, de dónde venimos, hemos perdido identidad, no tenemos nada que ver con nuestra historia...
 
Pero bueno, no nos dispersemos. No entremos en el juego al que nos somete el bombardeo de perversidades e injurias cotidianas del presidente y el equipo económico. Ellos le han declarado claramente la guerra al pueblo. Miseria y represión son sus herramientas. 
 
Es tan absurdo y cruel lo que se vive semana a semana, que me recuerda a la serie española “La valla” un relato distópico repartido en 13 episodios, protagonizada por Olivia Molina, Unax Ugalde, Ángela Molina, Abel Folk y Eleonora Wexler, ambienta en la España de 2045, época en la que sueña Milei en transformarnos en una potencia europea. 
 
Allí nos encontramos con una gran escasez de recursos naturales, lo que llevó a los estados a transformarse en regímenes dictatoriales que prometían la supervivencia de la población. Esta situación es fruto de una tercera guerra mundial, cuyas armas letales devastaron la naturaleza. 
 
La valla, un muro de cemento impresionante, separa el Sector 1, que es la parte del Gobierno y la gente de poder. “La gente de bien”, diría Milei y el Sector 2, el resto de la población: clases medias y bajas, asimilable a la mítica “casta”. La única manera de poder acceder de un lado de la ciudad a otro es mediante el cruce de “La valla” que separa ambos sectores, protegida por exhaustivos controles policiales. Todas las personas necesitan un motivo de peso para que puedan realizarlo. 
 
Entonces se produce una pandemia que afecta a todo el mundo y dificulta la vida de sus protagonistas. Hugo, el principal, lucha por recuperar a su hija que ha quedado en manos del Gobierno. 
 
Distopía fantasiosa al fin, tiene varios ingredientes de la actualidad como para no prestarle atención. Tenemos una epidemia de dengue en ciernes; la viruela del mono que comienza a extenderse, desnutrición infantil presente y futura, y han regresado las enfermedades de transmisión sexual entre los jóvenes que han abandonado los elementos de protección.
 
La serie española discurre en una crítica solapada a la guerra civil y la aparición de una ultraderecha como Vox. Realizada en 2020, parece una premonición de lo que luego viviríamos aquí.
 
Más allá de esta dispersión, los que sí fueron identificados fueron los jubilados que, nuevamente recibieron palos de las numerosas fuerzas de seguridad. No sólo los jubilados, también una madre con su niña de diez años, a la que le tiraron gas pimienta en los ojos y la ministra Bullrich salió a recriminar el hecho en apoyo de los policías actuantes, y luego fue desmentida en cámara por Eduardo Feinmann de la Nación +, un tremendo alboroto mediático.
 
Finalmente se conocieron los índices de precios al consumidor este miércoles, los que llegaron en agosto al 4,2% a nivel nacional y un 4,6% en la provincia de Mendoza, más alto por ser zona de frontera, lejos del 3% esperado por el gobierno; como tampoco esperaba que los senadores rechazaran el presupuesto de cien mil millones de pesos de fondos reservados para la Secretaría de Inteligencia del Estado SIDE y aprobaran el presupuesto de las universidades públicas. Reacción justa y necesaria, en un momento en que las dispersas consciencias de los senadores deben hacerse cargo del por qué fueron elegidos por los ciudadanos, omito la palabra pueblo, porque la degradación conductiva ha calado en lo más profundo del lenguaje y, como la mentira es parte inherente a la gestión de gobierno.
 
Otro show mediático elegido por el león superstar para presentar el Presupuesto 2024, será el domingo a la noche, razón para que la octogenaria diva Susana Giménez haya aplazado su debut, ante una solicitud del presidente Milei. Sólo en su cabeza enferma cabe que, el ajustado presupuesto del año entrante, cuyo flagelo se ha padecido y empeorará las proyecciones, puede ser recibido o esperado como un mensaje de Navidad.
Dispersión o perversidad; ambas cosas. 

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