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sábado, 7 de septiembre de 2024

Figuras y aspectos de la vida mundial: Sun Yat Sen (1925)

 Compartimos un texto poco conocido de José Carlos Mariátegui (1894-1930). De origen modesto, autodidacta de cultura realmente cosmopolita, Mariátegui recurrió al pensamiento de Marx para analizar el proceso de desintegración de la organización colonial del mercado mundial – a las vísperas de la cual cabe remitir la obra de José Martí -, que se aceleraba entonces con el triunfo de la revolución bolchevique.  

En ese sentido – y como Martí – prestó especial atención al ascenso de las luchas de resistencia al colonialismo en Asia y África, que ya se encaminaban a convertirse en luchas de liberación nacional. Tal es el trasfondo de este texto que dedicó a Sun Yat Sen, padre de la revolución democrática de 1911 en China. Tales, también, vendrían a ser los casos del Mahatma Gandhi, Ho Chi Minh y Nelson Mandela, entre otros grandes forjadores de nuestra contemporaneidad.

José Martí y José Carlos Mariátegui constituyen raíces mayores de lo más avanzado del pensar y el hacer cultural y político de nuestra contemporaneidad. La vigencia del pensar de ambos constituye una clave esencial para comprender y asumir en toda su riqueza los desafíos que nos plantea la crisis de la organización internacional del sistema mundial establecido en 1945, en cuya solución nuestra América está llamada a desempeñar un papel de primer orden. Para ambos, en verdad, es como nunca “la hora del recuento, y de la marcha unida,” y andan por eso “en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.[1]

Guillermo Castro Herrera
Alto Boquete, Panamá, 3 de septiembre de 2024

 

Figuras y aspectos de la vida mundial: Sun Yat Sen (1925) * 

José Carlos Mariátegui

La revolución china ha perdido su más conspicua figura. En los mayores episodios de su historia, ocupó Sun Yat Sen una posición eminente. Sun Yat Sen ha sido el leader, el condottiere, el animador máximo de una revolución que ha sacudido a cuatrocientos millones de hombres. Perteneció Sun Yat Sen a esa innumerable falanje de estudiantes chinos que, nutridos de ideas democráticas y revolucionarias en las universidades de la civilización occidental, se convirtieron luego en dinámicos y vehementes agitadores de su pueblo.
 
El sino histórico de la China quiso que esta generación de agitadores, educada en las universidades norteamericanas y europeas, crease en el escéptico y aletargado pueblo chino un estado de ánimo nacionalista y revoluciona r i o en el cual debía formarse una vigorosa voluntad de resistencia al imperialismo norteamericano y europeo. Forzada por la conquista, la China salió de su clausura tradicional, para, luego, reentrar mejor en sí misma. El contacto con el Occidente fué fecundo. La ciencia y la filosofía occidentales no debilitaron ni relajaron el sentimiento nacional chino. Al contrario, lo renovaron y lo reanimaron. La transfusión de ideas nuevas rejuveneció la vieja y narcotizada ánima china. 
 
La China sufría, en ese tiempo, los vejámenes y las expoliaciones de la conquista. Las potencias europeas se habían instalado en su territorio. El Japón se había apresurado a reclamar su parte en el metódico despojo. La revuelta boxer había costado a la China la pérdida de las últimas garantías de su independencia política y económica. Las finanzas de la nación se hallaban sometidas al control de las potencias extranjeras. La decrépita dinastía manchú, de otro lado, no podía oponer a la colonización de la China casi ninguna resistencia. No podía suscitar ni presidir un renacimiento de la energía nacional. Impotente, inválida, ante ninguna abdicación de la soberanía nacional era ya capaz de retroceder. No la asistían ni la adhesión ni la confianza populares. Exangüe, anémica, extraña al pueblo, vegetaba lánguida y pálidamente. Representaba sólo una feudalidad moribunda, cuyas raíces tradicionales aparecían cada vez más envejecidas y socavadas. 
 
Las ideas nacionalistas y revolucionarias, difundidas por los estudiantes e intelectuales, encontraron, por consiguiente, una atmósfera favorable. Sun Yat Sen y el partido Kuo-Ming-Tang promovieron una poderosa corriente republicana. La China se aprestó a adoptar la forma y las instituciones demo-liberales de la burguesía europea y americana. No cabía, absolutamente, en la China, la transformación de la monarquía absoluta en una monarquía constitucional. Las bases de la dinastía manchú estaban totalmente minadas. Una nueva dinastía no podía ser improvisada. Sun Yat Sen no proponía, por consiguiente, una utopía. Había que intentar, de hecho, la fundación de una república, que no nacería, por supuesto, sólidamente cimentada, pero que, a través de las peripecias de un lento trabajo de afirmación, encontraría al fin su equilibrio. Los acontecimientos dieron la razón a estas previsiones».
 
La dinastía manchú se derrumbó, definitivamente, al primer embate recio de la revolución. La insurrección estalló en Wu Chang, capital de la provincia de Hu-Pei, el 10 de octubre de 1911. La monarquía no pudo defenderse. Fué proclamada la república.: Sun Yat Sen, jefe de la revolución, asumió el poder. Pero Sun Yat Sen se dió cuenta de que su partido no estaba aún maduro para el gobierno. La dinastía había sido fácilmente vencida; pero los latifundistas, los “tuchuns”, los latifundistas dei Norte conservaban sus posiciones. Las ideas liberales habían fructificado y prosperado en el Sur donde la población, mucho más densa, se componía principalmente de pequeños burgueses. En el Norte dominaba la gran propiedad. El partido Kuo-Ming-Tang no había conseguido desarrollarse ahí. Sun Yat Sen dejó el gobierno a Yuan Shi Kay que, dueño de un antiguo prestigio de estadista experto, contaba con el apoyo de la clase conservadora y de los jefes militares. El gobierno de Yuan Shi Kay representaba un compromiso. Le tocaba desenvolver una política de conciliación de los intereses capitalistas feudales con las ideas democráticas y republicanas de la revolución. Pero Yuan Shi Kay era un estadista del antiguo régimen. Un estadista excéptico respecto a los probables resultados del experimento republicano. Además, se apoderó pronto de él la ambición de devenir emperador. Y en diciembre de 1915 creyó llegada la hora de realizar su proyecto. La restauración resultó precaria. El nuevo imperio no duró sino ochentaitrés días. El sentimiento revolucionario, que se mantenía vigilante, volvió a imponerse. Abandonado por sus propios tenientes, Yuan Shi Kai tuvo que abdicar.
 
Pero, año y medio después, otra tentativa de restauración monárquica puso en peligro la república. Y, vencida entonces, la reacción no ha desarmado hasta ahora. El mandarinismo, el feudalismo, que la revolución no ha podido todavía liquidar, han conspirado incesantemente contra el régimen democrático. Tampoco la revolución ha desmovilizado sus legiones. Sun Yat Sen ha seguido siendo, hasta su muerte, uno de sus animadores.
 
En 1920, el conflicto entre las provincias “del sur, dominadas por el partido Kuo- Ming-Tang y las provincias del norte dominadas por el partido An-Fu y por el caudillaje “tuchun”, produjo una secesión. Se constituyó en Cantón un gobierno independiente encabezado por Sun Yat Sen. Y este gobierno hizo de Cantón una ciudadela de la agitación nacionalista y revolucionaria. Condenó y rechazó el pacto suscrito en Washington en 1921 por las grandes potencias con el objeto de fijar los límites de su acción en la China. Combatió todos los esfuerzos de la dictadura del Norte por someter la China a un régimen excesivamente centralista, contrario a las aspiraciones de autonomía administrativa de las provincias.
 
Contestó a la organización de un movimiento fascista, financiado por la alta burguesía de Cantón, con da movilización armada del proletariado.
 
Educado en la escuela de la democracia, Sun Yat Sen supo, sin embargo, en su carrera política, traspasar los límites de la ideología liberal. Los mitos de la democracia (soberanía popular, sufragio universal, etc.) no se enseñorearon de su inteligencia clara y fuerte de idealista práctico. La política imperialista de las grandes potencias occidentales lo ilustró plenamente respecto a la calidad de la justicia democrática. La revolución rusa, finalmente, lo iluminó sobre el sentido y el alcance de la -crisis contemporánea. Su agudo sentido lo orientó hacia Rusia y sus hombres. Sun Yat Sen veía en Rusia la liberadora de los pueblos de Oriente. No pretendió nunca repetir, mecánicamente, en la China los experimentos europeos. Conformaba, ajustaba su acción revolucionaria a la realidad de su país. Quería que en la China se cumpliese una revolución china, así como en Rusia se cumple, desde hace siete años, una revolución rusa. Su conocimiento de la cultura y del pensamiento occidentales no desnacionalizaba, no desarraigaba su alma al mismo tiempo profundamente china y profundamente humana. Doctor de una universidad norteamericana, frente al imperialismo yanqui, frente al orgullo occidental, prefería sentirse solo un coolí. Sirvió austera, abnegada y dignamente el ideal de su pueblo, de su generación y de su época. Y a este ideal dio toda su capacidad y toda su vida.

 


* Figuras y Aspectos de la Vida Mundial, I. Publicado originalmente en Variedades, Lima, 28 de Marzo de 1925. Han sido respetadas las grafías de la época. https://www.marxists.org/espanol/mariateg/oc/figuras_y_aspectos_de_la_vida_i/paginas/sun%20yat%20sen.htm

[1] José Martí, “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 15.

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