Donald Trump baila en la tarima y sus seguidores lo aplauden a rabiar. Viéndolo moverse como torpe juguete de cuerda, con la cara constreñida en una esquina del escenario, uno atisba la razón por la que tanta gente gusta de la música de Bad Bunny: estamos en una época de decadencia y pérdida de rumbo.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
La campaña de Trump ha sido una catarata de mentiras, idioteces, ofensas y vulgaridades. Un hombre como él no debía de haber llegado a ningún lado, pero, por el contrario, no solo tiene éxito, sino que se ha transformado en modelo de politiquillos que, siguiendo sus pasos, también cosechan aplausos y risas benévolas por sus exabruptos estúpidos. Parece ser el tipo de político del neoliberalismo tardío, cuando lo que resta -después de la tierra arrasada que ha dejado tras de sí- es el nihilismo ante el futuro que cada vez parece ser más oscuro.