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sábado, 2 de noviembre de 2024

El camino a la noosfera

 Estará en nuestras manos asumir o no la lucha por el equilibrio del mundo mediante el mejoramiento humano para el ejercicio de la utilidad de la virtud, para hacer sostenible el desarrollo de la especie que somos en una biosfera finalmente humanizada.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Panamá


¿Nació de sí mismo el mundo en que vivimos? ¿Y se moverá como se mueve hoy perpetuamente, o se evaporará, y mecidos por sus vapores, iremos a confundirnos, en compenetración augusta y deleitosa,  con un ser de quien la naturaleza es mera aparición?”

José Martí, 1882[1]


Estas preguntas son características de la espiritualidad inherente a la cultura de la naturaleza de José Martí, en lo que fue del artículo que dedicara a la muerte del filósofo trascendetalista Ralph Waldo Emerson en 1882 a sus Versos Sencillos, en 1891.[1] Esa espiritualidad se corresponde, en nuestro tiempo, con la de las preocupaciones de amplios sectores del ambientalismo contemporáneo en el Sur Global, y más allá, según lo expresan documentos como Laudato Si’ (2015) y Laudate Deum (2023).

 

Conviene reflexionar sobre la medida en que esa espiritualidad expresa, también, la de las fracturas en la hegemonía del liberalismo global generadas por el ciclo revolucionario de 1968. Entre las consecuencias de aquellas fracturas estuvo el cuestionamiento a la naturalidad aparente del dominio del capital sobre la naturaleza, que vino a convertirse en tema de política para el sistema interestatal – que se llama a sí mismo internacional – en 1972, con la publicación del informe Los Límites del Crecimiento en las vísperas de la primera de las muchas reuniones que la Organización de las Naciones Unidas ha dedicado desde entonces al tema.[2]

 

Para 1998 – a pocos años de la llamada Cumbre de la Tierra de 1992 y de la entrada en escena del desarrollo sostenible en la geocultura del sistema mundial, Lynn Margulis (1938-2011), abordó en un libro tan ameno como complejo el análisis de la biosfera como un sistema simbiótico.[3] En ese ecosistema gigante (así lo llamó) las relaciones de interdependencia entre todos los seres vivos -desde las bacterias hasta las ballenas, pasando por el primate erecto y enclenque que somos los humanos (así nos llama) – crean las condiciones que han venido haciendo posible la vida en la Tierra desde hace unos 3000 millones de años. 

 

Temas como esos expresan ya procesos de cambio social vinculados a las innovaciones que aporta a tan gran velocidad la IV Revolución Industrial en la que estamos inmersos, y que bien puede arrastrarnos a destinos que no deseamos sino los entendemos en lo que son, y en lo que pueden llegar a ser bajo una orientación consciente. De esos cambios dependerá, en una importante medida que nuestras sociedades lleguen – o no – a ser a un tiempo prósperas, equitativas, sostenibles y democráticas. 

 

En esa perspectiva, tiene el mayor interés el párrafo con que Margulis culmina su reflexión. Allí, refiriéndose a la grave crisis que encara nuestra especie ante el deterioro de la biosfera de la que dependen nuestra vida como individuos y nuestro desarrollo como especie, nos dice que

 

Nosotros, las personas, somos iguales que nuestros compañeros de planeta. No podemos acabar con la naturaleza; sólo representamos una amenaza para nosotros mismos. La idea de que podemos destruir toda la vida, incluyendo a las bacterias que prosperan en los tanques de agua de las centrales nucleares o en las fumarolas hirvientes, es ridícula. Escucho a nuestros hermanos no humanos riéndose por lo bajo: “salimos adelante sin vosotros antes de conoceros y ahora vamos a seguir adelante sin vosotros”, cantan en armonía. La mayoría de ellos, los microbios, las ballenas, los insectos, las plantas con semillas y los pájaros todavía lo siguen haciendo. Los árboles de la selva tropical canturrean para sí mismos, esperando a que terminemos nuestra arrogante tala y puedan volver a su trabajo de crecer como solían hacerlo. Sus cacofonías y armonías continuarán mucho después de que nosotros nos hayamos ido.

 

Para Federico Engels, hacia 1876, lo planteado por Margulis en 1998, hubiera equivalido a un momento del “ciclo eterno en que se mueve la materia, […] que únicamente cierra su trayectoria en períodos para los que nuestro año terrestre no puede servir de unidad de medida”. En ese ciclo, decía, 

 

el tiempo de máximo desarrollo, el tiempo de la vida orgánica y, más aún, el tiempo de vida de los seres conscientes de sí mismos y de la naturaleza, es tan parcamente medido como el espacio en que la vida y la autoconciencia existen; un ciclo en el que cada forma finita de existencia de la materia —lo mismo si es un sol que una nebulosa, un individuo animal o una especie de animales, la combinación o la disociación química— es igualmente pasajera y en el que no hay nada eterno de no ser la materia en eterno movimiento y transformación y las leyes según las cuales se mueve y se transforma. 

 

Con todo, agregaba, “por más millones de soles y tierras que nazcan y mueran, por más que puedan tardar en crearse en un sistema solar e incluso en un solo planeta las condiciones para la vida orgánica, por más innumerables que sean los seres orgánicos que deban surgir y perecer antes de que se desarrollen de su medio animales con un cerebro capaz de pensar y que encuentren por un breve plazo condiciones favorables para su vida”, 

 

tenemos la certeza de que la materia será eternamente la misma en todas sus transformaciones, de que ninguno de sus atributos puede jamás perderse y que por ello, con la misma necesidad férrea con que ha de exterminar en la Tierra su creación superior, la mente pensante, ha de volver a crearla en algún otro sitio y en otro tiempo.[4]

 

La perspectiva de Engels es de un alcance abrumador, en cuanto supone la posibilidad de la desaparición y el renacimiento de la vida como forma de organización de la materia, así sea durante un plazo que no cabe estimar. Al propio tiempo, sin embargo, quienes nos vemos involucrados en la crisis socio-ambiental generada en buena medida por nuestra propia socialidad histórica, preferiríamos que nuestros descendientes estén allí, y canten también con el regreso de la selva de que nos habla Margulis. 

 

A eso se refiere la necesidad de entender que si deseamos un ambiente distinto tendremos que crear sociedades diferentes, en las cuales la sustentabilidad del desarrollo humano sea la norma en las relaciones de las personas entre sí, y de la sociedad toda con su entorno natural. A eso se refería el liberal idealista Vladimir Vernadsky al plantear en 1943 – en las vísperas de la Gran Aceleración que nos conduciría al Antropoceno en el que ya estamos inmersos– que vivíamos ya “en el periodo de un nuevo cambio geológico evolutivo en la biosfera”: el de nuestro ingreso a la noosfera. Y añadía:  

 

Este nuevo proceso geológico fundamental se está desarrollando a un ritmo impetuoso, y en una época de una guerra mundial destructiva, pero el hecho importante es que nuestros ideales democráticos estén sintonizados con los procesos geológicos fundamentales, con las leyes de la Naturaleza y con la noosfera.  De ese modo, podremos encarar el futuro con confianza.  Está en nuestras manos.  No podemos dejarlo escapar.[5]

 

Transformación de la cantidad en calidad y negación de la negación, a través de la oposición y lucha de la biosfera y la noosfera, hubiera dicho quizás Engels. En todo caso, estará en nuestras manos asumir o no la lucha por el equilibrio del mundo mediante el mejoramiento humano para el ejercicio de la utilidad de la virtud, para hacer sostenible el desarrollo de la especie que somos en una biosfera finalmente humanizada.

 

Alto Boquete, Panamá, 31 de octubre de 2024



[1] “El cisma de los católicos en New York”. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XI, 139-159.

[3] Margulis, Lynn (1998): Planeta Simbiótico. Un nuevo punto de vista sobre la evolución. Editorial Debate. Madrid, 2002. https://pdfcoffee.com/margulis-lynn-planeta-simbiotico-3-pdf-free.html

[4] “Introducción” a la Dialéctica de la Naturaleza (1875-76). https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/75dianatu.htm

[5] “La Biosfera y la Noosfera”, American Scientist. Vol. 33, No. 1. Enero, 1945. https://www.academia.edu/22554569/V_I_Vernadsky_La_biosfera_y_la_noosfera

 

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