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sábado, 15 de febrero de 2025

José Martí, el periodismo como misión

 Si hubiera que determinar una sola profesión entre las muchas que ejerció Martí, hay coincidencia en aceptar la de periodista. 

Marlene Vázquez Pérez / Cubadebate


Desde su adolescencia precoz hasta el final de su vida estuvo fundando órganos de prensa, siempre en función de su proyecto liberador para Cuba, de mejoramiento humano, de fomento del civismo, de defensa de nuestra cultura continental, de lucha por un mundo mejor y más justo.

 

Su altura ética se reveló con fuerza particular  en su labor para la prensa. Tal vez la manera más sintética de expresarla sea esta declaración suya, en carta a Joaquín Macal, Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala: “Amo el periódico como misión, y lo odio…, no, que odiar no es bueno, lo repelo como disturbio.”[1]

 

Obviamente, en su práctica periodística, como en toda su obra, Martí buscó caminos propios y  sentó cátedra de originalidad, pues desde ella contribuyó, por si fuera poco, a la fundación del Modernismo, con todas las implicaciones culturales, poéticas, filosóficas, que esto entraña.

 

Una de las primeras creaciones  suyas fue la puesta en circulación de El Diablo Cojuelo, cuyo único número apareció el 19 de enero de 1869, en la Imprenta y Librería El Iris, Obispo 20 y 22.Tenía entonces dieciséis  años, y aprovechaba la efímera libertad de prensa que decretara el Capitán general de la Isla, Domingo Dulce, con el ánimo de revertir el movimiento independentista iniciado el 10 de octubre de 1868.

 

Pocos días después saldría a la luz La Patria Libre,  donde publicó su poema dramático “Abdala”, contentivo del conflicto eterno entre el amor a la madre y el amor a la patria. Sorprende la diferencia de registro en dos publicaciones tan diferentes entre sí, y tan cercanas cronológicamente: la primera con una alta nota de humor y de ironía, la segunda con un tono profundamente dramático y desgarrador. Y lo más asombroso es que el autor era un adolescente de dieciséis años, que ya se movía con absoluta libertad en el dominio de la letra impresa.

 

En sus años mexicanos, a partir de 1875, ya se redondeaban las nociones de Martí sobre la prensa y sus funciones sociales, que concebía siempre del lado de la ética y dirigidas al mejoramiento  de las naciones. Sorprende la agudeza de juicio del  joven recién llegado a México, de manera tal que sus ideas al respecto pueden ser suscritas hoy, tal es la actualidad de las mismas. En un texto para la Revista Universal, al enjuiciar la actitud y sesgo de ciertos periódicos en hora de conflictos electorales, declara lo siguiente:

 

Tiene la prensa periódica altísimas misiones; es la una explicar en la paz, y en la lucha fortalecer y aconsejar; es la otra hacer estudio de las graves necesidades del país, fundar sus mejoras, facilitar así la obra a la administración que rige, y ya que tantas graves cuestiones preocupan en una nación que asciende de una situación vacilante y anómala, a la de tierra dueña y libre, ayude la prensa periódica a los que gobiernan, señalando y presentando estudiadas las cuestiones que han menester más seria y urgente reforma.// La prensa no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo.[2]

 

La extensa cita se explica por sí misma, respecto a las labores en las que la prensa puede colaborar en la construcción de una sociedad  mejor y más justa.

 

Las preocupaciones de Martí iban más allá, y a la hora de fundar sus propios órganos de prensa siempre tuvo miras de alcance universal, sin por ello desconocer las esencias americanas. Llegado a Guatemala en 1877, delineó su Revista Guatemalteca, que no pudo concretar, y de la que quedaron un prospecto y dos borradores de artículos. El espíritu de la publicación puede sintetizarse en cambio en estas breves líneas: “Guatemala ante los ojos; y Europa en la mano.”[3]

 

Bajo ese mismo espíritu fue concebida la Revista Venezolana, que en realidad puede ser vista como la continuidad del proyecto centroamericano. La publicación  caraqueña es todo un manifiesto de defensa de la autoctonía americana.  Al  mismo tiempo se le insuflan aires renovadores, y se experimenta formalmente, porque los temas demandan un lenguaje adecuado a su grandeza.

 

De regreso a Nueva York, comienza la etapa más fructífera y diversa del periodismo martiano. En esa función de mediador cultural entre las dos Américas, da fe de la realidad en el país norteño para los lectores del sur, que seguían con gran interés el acontecer en aquellos lares, y al mismo tiempo lleva a cabo una labor de alerta a Nuestra América respecto a la riesgosa vecindad. Hay todo un proceso complejo de lectura crítico-creativa de la prensa estadounidense, traducción veloz para sí mismo y reescritura simultánea, que da lugar a la prosa más deslumbrante del siglo XIX hispanoamericano. De ese modo, a la vez que  desde la prensa se convertía en una suerte de historiador de los Estados Unidos, realizaba la ya aludida labor preventiva y fundaba el Modernismo  desde el espacio híbrido de la crónica.

 

El amplio espectro temático de este corpus textual alude a todas las facetas de la vida en el país vecino, desde las campañas electorales, los desastres naturales, las fiestas y tradiciones, los estrenos teatrales, los libros nuevos, los hombres y mujeres notables, los conciertos, las oleadas migratorias, por solo citar algunos.

 

En medio de todo eso, emerge una y otra vez la  mirada crítica a la prensa yanqui, muy alejada de sus preocupaciones éticas en torno al ejercicio de la profesión.  Si bien alaba el profesionalismo de algunos periódicos  y el buen manejo de la lengua inglesa  de muchos reportajes, critica  a los que cumplen con su trabajo solo por dinero, sin convicción ni compromiso cívico, como puede verse en esta crónica de 1888:

 

[…] un periodista que parecía querer darle el alma: ¡un periodista demócrata, que hala editoriales por la paga, y vota luego, sin que la mano se le caiga, contra lo que escribe! ¡A la política se le han de levantar las sábanas! No vale celebrar a ciegas, ni censurar porque sí, sino estudiar con desinterés, y ver dónde están las llagas públicas, y dónde las del carácter. Un escritor ha de ser un salvador. Ese debía quedar clavado en la cruz, como estaba allí con su gabán y sombrero de pelo, aclamando a prima noche al que injuriara en la madrugada: “¡Al diablo mi periódico!, dice a uno que se lo echa en cara: ¡yo soy republicano!”[4]

 

Si algo cuestiona reiteradamente de la prensa yanqui es la falta de escrúpulos en el manejo de temas políticos, especialmente en fecha próxima a las campañas electorales, o en el reflejo de ellas. Asimismo,  pone en solfa el destaque de las ideas anexionistas, y se plantea el modo de contrarrestarlas. Entre sus proyectos inconclusos quedó el de un periódico en inglés, que no pudo materializar por falta de recursos económicos.

 

También aspiraba a la realización de un periodismo culto, con  profesionales que estuvieran al día respecto a la época y sus principales acontecimientos. En 1885 escribió a propósito de la diversidad de asuntos a abordar, algo que devino práctica habitual en él y consejo útil para todos los tiempos: “El periodista ha de saber  desde la nube hasta el microbio.”[5]

 

Consciente del poder fundador de la prensa, inicia en 1889 un periodismo diferente al que ya había ejercido, su revista para niños y jóvenes  La Edad de Oro: en verdad, estábamos en presencia de un proyecto cultural de carácter emancipador de grandes proporciones, del que sólo salieron cuatro números. Con ella llegaba, además,  a padres y  maestros, y pretendía garantizar el relevo generacional, pues aspiraba a formar desde los  cimientos a los ciudadanos encargados de regir el destino continental iniciado el siglo XX. Era esta una obra que aportaba al completamiento de la independencia,  al formar mujeres y hombres cultos, libres y útiles a la patria grande.

 

En 1892, con Patria, tiene al fin Martí su periódico, con una línea editorial propia, sin censores ni mediadores, sin patrocinadores que intentaran cambiar el sentido de la publicación, pues se sostenía con los recursos de los cubanos y puertorriqueños de New York. Entonces estaba iniciando una labor editorial muy particular, dedicada a preparar las conciencias en aras de conseguir el objetivo supremo: la independencia de Cuba y Puerto Rico. En el artículo “Nuestras ideas” se esclarecen los propósitos fundacionales, que quedan sintetizados en esta frase: “Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad, nace este periódico.”[6] Cabe preguntarse, a manera de cierre, ¿qué nos enseña el periodismo de Martí para el presente? En tiempos de crisis de valores, de escaladas de violencia, de predominio del egoísmo, de amenazas constantes a la paz, de campeo de noticias falsas, de predominio de la banalidad, es indispensable acudir a ese legado. Desde la ética, la cultura, la mirada a lo universal, el compromiso con la patria y su historia, estaremos en condiciones de contribuir desde la prensa a la construcción de un mundo mejor y más justo. Toda la Humanidad lo necesita.

 

NOTAS:

 

[1] José Martí: Obras completas, Edición crítica, t. 5, p. 83. [En lo sucesivo OCEC].

[2] JM: “Boletines de Orestes”. Revista Universal. México, julio 8 de 1875.  OC, t.  6, p. 263.

[3] JM: “Revista Guatemalteca”, marzo de 1878, OCEC, t. 5, p. 293.

[4] JM: “Noche de Blaine”,  OC, t. 13, p. 361.

[5] JM: “Cartas de Martí. La educación conforme a la vida”, OCEC, t. 22, pp. 105-106.

[6] JM: “Nuestras ideas”, Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892. OC, t. 1, p. 315.

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