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sábado, 2 de agosto de 2025

México y la controversia por las estatuas

 Tras el derrumbe de estatuas y monumentos lo que hay es una disputa por la memoria. El pasado no es, de ninguna manera, algo muerto e inerte, sino que se encuentra vivo y alimenta visiones de mundo e ideologías, contribuyendo a estructurar y mantener sistemas sociales.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Recientemente, desde la ventanilla de un automóvil que circulaba por las atiborradas calles de  Ciudad de Guatemala, vi la estatua ecuestre decapitada de un general-presidente del siglo XIX. Una bolsa plástica negra cubre hoy su cuello desgonzado, quién sabe si por razones estéticas o como sustituta permanente de la otrora testa mayestática.
 
En otras partes he visto columnas y pedestales vacíos, algunos con feas barras de hierro sobresaliendo como testigas de la furia de quienes hoy le cobran a los inmortalizados en bronce los yerros que sus congéneres no solo no vieron sino que, muchas veces, entendieron que eran cualidades dignas de celebrar y emular.
 
Algunos héroes y heroínas, con los pies bien plantados en el panteón de la historia, han visto sus estatuas derrumbarse y sus restos arrumbarse en alguna bodega en donde, mientras se oxidan, observan las discusiones en donde unos los ensalzan y otros los vituperan.
 
Los primeros movimientos de los que tengo memoria en este sentido datan de los años noventa del siglo pasado: estatuas monumentales de Vladimir Ilich Lenin, ubicadas en espacios inmensos fueron derribadas con tractores e, incluso alguna, desplazada de su lugar de culto a su nuevas ubicación en algún recodo del olvido con ayuda de helicópteros. Eran los años del derrumbe de la URSS, y nuestros ojos veían incrédulos algo  que nadie se habría imaginado unos pocos años antes.
 
Más recientemente, en la últimos diez años, movimientos anticoloniales han puesto la mira en los monumentos que ensalzan personajes que estuvieron centralmente implicados en la construcción del orden colonial, Cristóbal Colón e Isabel la Católica, por ejemplo, y otros personajes involucrados en el comercio de esclavos o que cometieron atrocidades, como Leopoldo de Bélgica.
 
Ahora, en América Latina la reyerta ha girado en torno al desplazamiento de las figuras del Che y de Fidel de una plaza de la Ciudad de México. Alessandra Rojo de la Vega, alcaldesa de la delegación Cuauhtémoc, las ha retirado y anuncia que las subastará porque dice que vecinos se han quejado de tener a “homófobos asesinos” en ese lugar público. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, la criticó y se opuso al acto, creándose una controversia que alude a las calidades y el aporte de ambos. 
 
Como bien se puede apreciar, tras el derrumbe de estatuas y monumentos lo que hay es una disputa por la memoria. El pasado no es, de ninguna manera, algo muerto e inerte, sino que se encuentra vivo y alimenta visiones de mundo e ideologías, contribuyendo a estructurar y mantener sistemas sociales.
 
No es de extrañar, entonces, que cuando un grupo social, distinto al que ha ejercido el poder en un país, desplaza a otro, una de las tareas que se proponga sea la de revisar el pasado para “reinventarlo” de acuerdo con su propia visión de mundo. Se renuevan programas escolares y universitarios; festividades patrias; honras enaltecedoras; figuras emblemáticas; lugares de peregrinación fervorosa; cánticos patrióticos; estandartes y pendones sacros; textos históricos explicativos y fechas de honra obligatoria.
 
El pasado nunca pasa. Nuestras visión occidental del tiempo, que lo entiende linealmente, incluso que puede representarse como una línea que se traza de izquierda a derecha, en donde en el lado izquierdo tenemos el pasado y en el derecho el futuro, tiende a hacernos pensar que “lo que quedó atrás” no tiene valor y que lo valioso está en el presente y el futuro. 
El pasado es, sin embargo, la argamasa en la que se sustenta nuestra actual visión de mundo, contribuyendo de forma significativa a perfilar lo que entendemos como sentido común, que es el que guía nuestro actuar cotidiano. Por eso, el pasado es una construcción que se hace en el presente en función del tipo de futuro que se quiere construir.  En esa construcción están implicados los intereses de quienes ostentan el poder y desean construir un futuro determinado. 
 
En el caso específico del acto protagonizado  por la señora alcaldesa del distrito Cuauhtémoc en Ciudad de México, en el contexto del proceso de transformación que se lleva adelante en ese país ahora liderado por Claudia Sheinbaum, lo que muestra es que el futuro que la alcaldesa desea se basa en un pasado que Fidel y el Che contribuyeron a derribar, que ella identifica con lo que se hace hoy en México, y simbólicamente dice que está en contra.

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