Un salto gigante hacia delante es el que ha dado el pueblo hondureño en su conciencia, en su organización, en su enjundia y vocación de lucha. Creció como no lo había hecho nunca antes, sacó fuerzas de flaqueza, puso buena cara ante la adversidad y se echó a las calles.
La era que, al decir de Silvio Rodríguez, “está pariendo un corazón” en América Latina, gira en estos días en torno a Honduras. Paisito chico, pobre, marginal entre los marginales, plataforma para las canalladas norteamericanas en Centroamérica, de pronto surge y se posiciona en primera fila.
No es para menos porque, sin querer queriendo, lo que en ella pasa cataliza tendencias que se manifiestan en todo el continente, saca a la luz lo que estaba oculto, obliga a deslindarse y a tomar partido.
Ahora es Honduras, pero antes fueron Nicaragua, El Salvador, Guatemala. Tierra de patrias pequeñas, pobres, dejadas de lado y muchas veces motejadas despectivamente en donde, sin embargo, varias veces América Latina ha visto jugarse mucho de su porvenir político. Cintura volcánica que surge y se hunde cíclicamente, como una isla fantasma en el mar, dejando tras de sí una estela de sangre y dolor: en los 50, Guatemala, siendo violada por los Foster Dulles y los Castillo Armas; en los 80 Nicaragua, entregando a la máquina de la guerra a sus más queridos hijos, a los más jóvenes, a los que debían transitar las anchas alamedas; El Salvador, atrincherado en el cerro Guazapa, en los valles de San Vicente, cerca de la frontera con Honduras, cercando San Salvador, viendo mancharse de rojo el césped de la casa de los jesuitas.
Tierra indomable Centroamérica, tan lejos de Dios, como México, y tan cerca de los Estados Unidos. Tan lejos también, a veces, de los proyectos que aglutinan protectoramente a los pueblos latinoamericanos que son de más al Sur, los suramericanos, que los ven frecuentemente sobre el hombro y no los toman en cuenta con la premura que debían hacerlo.
Hoy es Honduras el vórtice de los acontecimientos y todos siguen los pasos y los gestos del presidente en la embajada, los ríos de gente que bajan por las calles quebradas de Tegucigalpa, las persecuciones en los barrios de los pobres. En ella se echan una pulseada las fuerzas más fuertes que pugnan por prevalecer en nuestros días, las que van para adelante y las que quieren mantener las cosas quietas porque les convienen así como están, ordenadas según sus mezquinos intereses.
Pero no hay marcha atrás, le pese a quien le pese, porque aunque Zelaya no volviera a la presidencia nunca, aunque los Michelettis se entronizaran per secula seculorum, un salto gigante hacia delante es el que ha dado el pueblo hondureño en su conciencia, en su organización, en su enjundia y vocación de lucha. Creció como no lo había hecho nunca antes, sacó fuerzas de flaqueza, puso buena cara ante la adversidad y se echó a las calles.
Todo esto es signo de los tiempos porque, ¿podría haber pasado algo así hace solo diez años, ya no digamos quince o veinte? Seguramente no. Pero ahora saben que no están solos, que forman parte de un torrente que va más allá de ellos, que entroncan en una tradición que se está expresando de forma igualmente vehemente en muchos otros rincones de América Latina; y que en todas partes cuesta hacerse oír, que en todas partes son vilipendiados, que en todas partes los otros, como les pasa a ellos, mienten descaradamente.
Ahora saben, con más certeza que antes, que no están solos, que lo que ellos hacen, dicen y sufren lo oyen y comparten millones a través de canales de televisión amigos, de radios aliadas, de diarios y revistas hermanos, de redes telemáticas alertas.
Son otros tiempos: ya no es posible ocultar la infamia con la pericia de antes, es más fácil sentirse respaldado, ser parte de algo que se construye en territorios más amplios que el estrecho horizonte de las fronteras en las que se vive.
Eso nos muestra Honduras.
Honduras parece que habrió alas para volar. El pajarito tan submiso ya tiene fuerza y coragen para luchar pela dignidad de su pueblo. Soy brasileña y estoy orgullosa del gobierno del presidente Lula en acojer en nuestra embajada el presidente Mauel Zelaya que fue agredido en sus derechos de Presidente eleto de su país. Tengo certeza que nada ira pasar con el y su esposa mientras esté sob protecion de Brasil y que pueda negociar un acuerdo para que retome sus funciones de presidente. Todos nosotros sabemos lo esta en juego para los latinos y sur americanos. Vamos juntos comemorar la victoria de la Democracia y el respeto a Honduras nuestro pais hermano. Maria Sirley
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