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sábado, 10 de octubre de 2009

Bases de Paz y la pesadilla de la derecha costarricense

En esto se igualan la derecha costarricense y sus pares centroamericanas: en su inquebrantable y retrógrada certeza de que la historia –la de ellos- está escrita en piedra y solo puede cambiarla la mano de los poderosos, y por supuesto, en su temor a la levadura de las ideas cuando éstas prenden en los pueblos.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografía: presentación musical durante la instalación de la Base de Paz de San José).
Con gran acierto, el experimentado periodista venezolano, José Vicente Rangel, dijo en uno de sus más recientes artículos que: “Un fantasma recorre la región (...). El fantasma del anticomunismo reciclado en antichavismo”. Costa Rica no ha sido la excepción: la derecha criolla –y, veladamente, también el gobierno- se rasga las vestiduras por la presencia de una simbólica Base de Paz en la Embajada de Venezuela en San José, inaugurada el pasado 29 de setiembre, en medio de reflexiones sobre la coyuntura latinoamericana y presentaciones artísticas: ¡nada más desestabilizador para la seguridad interna del país!
Una Base de Paz, según la define el canciller venezolano Nicolás Maduro, es un centro “para el debate de ideas sobre la situación de América Latina, para rechazar la violencia y la instalación de componentes militares estadounidense en territorio suramericano” (ABN, 22/08/2009). Para los gendarmes ideológicos del diario La Nación de Costa Rica, a quienes resulta tan odioso el libre pensamiento sobre asuntos nuestroamericanos, no se trata más que de “una base de violencia e intervencionismo, financiada por Chávez y endosada por un grupo de siervos menguados ticos” (En Vela, 05/10/2009).
Esta arremetida de la inquisición mediática, que para el lector poco informado de la realidad política costarricense podría parecer una contradicción con la imagen de la “democracia centenaria” que se pregona por el mundo, no es más que una expresión absolutamente consecuente con la evolución histórica y la correlación de fuerzas políticas de este pequeño país centroamericano, desde hace 60 años. Por eso el tema de las Bases de Paz debe ser analizado en dos sentidos: el histórico-cultural y el coyuntural.
Sobre el primero, es preciso señalar que si en el resto de Centroamérica los golpes de Estado y la violencia político-militar han sido los mecanismos tradicionales empleados por las élites para mantener el statu quo, en Costa Rica, en cambio, debido a las particularidades del desarrollo del estado-nación moderno, y su reperfilamiento a partir de la segunda mitad del siglo XX (furiosamente anticomunista), el orden capitalista se mantiene a través de los eficientísimos aparatos ideológicos estatales, que reprimen toda disidencia política y la gestación de valores contrahegemónicos allí donde apenas despuntan. Bastaría mencionar, como prueba de lo dicho, que el Estado democrático costarricense decretó la ilegalización de todo tipo de organizaciones políticas de izquierda desde 1949 y hasta 1975.
También la educación –estatal y privada-, la prensa al servicio de los grupos hegemónicos y las jerarquías eclesiásticas han contribuido a la conformación de un sentido común dominante, hoy de rasgos neoliberales, que reproduce el consenso social y las ilusiones democráticas sobre el sistema político-económico y hasta la identidad nacional, descartando a priori cualquier posible crítica a sus bases de legitimidad y su ideología (el capitalismo reformista, hasta finales de la década de 1970, y en adelante, el capitalismo neoliberal dependiente). Es decir, el escenario ideal para la negación de cualquier alternativa de cambio social y político.
Así, las críticas contra las Bases de Paz no son más que la continuación de estas prácticas hegemónicas, ahora en el campo de la opinión pública y la construcción de imaginarios sociales.
Y es aquí donde resalta el factor coyuntural de la “polémica” sobre las Bases de Paz, que coincidió con la convocatoria realizada por el Tribunal Supremo de Elecciones a los comicios nacionales del próximo 7 de febrero de 2010. ¿Será el presidente Hugo Chávez un tema de campaña electoral, como ha ocurrido en casi toda América Latina, donde las oligarquías y los sectores aliados al capital transnacional lo utilizan para ejecutar sus campañas del miedo?
La tesis no es descartable, más aún si se toma en cuenta que el “fantasma del antichavismo” –según lo define Rangel- ha sido funcional a las élites costarricenses, como quedó demostrado durante la campaña previa al referéndum sobre el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, en el 2007: en esa ocasión, la propaganda a favor del tratado utilizó las imágenes de Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro para activar las alarmas de la pesadilla roja y el intervencionismo de las fuerzas del socialismo del siglo XXI.
Por su parte, el diario La Nación ya puso en funcionamiento su matriz de opinión antichavista. Uno de sus principales editorialistas, Julio Rodríguez, afirmó en su columna: “Esa intervención [de Venezuela] llegará a su clímax en nuestra actual campaña política. No habrá terceras cajas, transportadas, como en Honduras, en aviones venezolanos, sino bases de chequeras, ya instaladas” (En Vela, 05/10/2009).
En Centroamérica, no hace mucho tiempo, la pesadilla roja de la derecha, a saber, la emergencia de los sectores subalternos encarnada en comunistas, guerrilleros, indígenas, campesinos, trabajadores y estudiantes, fue la excusa para ordenar genocidios e imponer la represión militar. Ahora se le invoca para cortar los procesos democráticos que surgen desde abajo, como lo presenciamos en Honduras. Recientemente, en un arrebato de honestidad oligárquica, el dictador Roberto Micheletti confesó a un diario argentino las razones “profundas” del golpe: “Lo sacamos a Zelaya por su izquierdismo y corrupción. Él fue presidente, como liberal, como yo. Pero se hizo amigo de Daniel Ortega, Chávez, Correa, Evo Morales… Se fue a la izquierda, puso toda gente comunista, nos preocupó” (Clarin.com, 30/09/2009).
En esto se igualan la derecha costarricense y sus pares centroamericanas: en su inquebrantable y retrógrada certeza de que la historia –la de ellos- está escrita en piedra y solo puede cambiarla la mano de los poderosos, y por supuesto, en su temor a la levadura de las ideas cuando éstas prenden en los pueblos.
Por lo pronto, la Base de Paz de San José ya convocó su próxima actividad, para el día jueves 15 de octubre: una conferencia del Dr. Arnoldo Mora Rodríguez, filósofo y ex Ministro de Cultura de Costa Rica, con el subversivo título de: “Un mundo nuevo es posible”.

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