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sábado, 10 de octubre de 2009

Obama Nobel de la Paz

Con el Premio Nobel otorgado al presidente Obama, el Comité Noruego pretende darle un espaldarazo a una de las tendencias que se enfrentan al interior de los Estados Unidos. Nosotros, desde este rincón de opinión que pretende ver lo que sucede desde una perspectiva “desde acá”, es decir, desde los intereses y necesidades de los sectores populares de América Latina, no podemos dejar de patentizar nuestro escepticismo.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El mismo día en que el Comité Noruego anunció que el Premio Nobel de la Paz 2009 se concedía al Presidente de los Estados Unidos de América, el señor Barack Obama, los diarios y los noticieros de todo el mundo se inundaron con la ya lamentablemente rutinaria noticia que 49 personas habían muerto en un atentado suicida en Pakistán, cerca de la frontera con Afganistán, una región a la que los lugareños llaman Afgakistán (mezcla de los nombres de los dos países limítrofes), de predominio pashtú y clericalismo sunita pro-talibán, que se oponen tenazmente a la presencia norteamericana en su territorio.
Como es ampliamente conocido, la presencia de los Estados Unidos en el llamado Medio Oriente responde a intereses geoestratégicos vitales, que se han reconfigurado de forma dramática después del derrumbe de la URSS y el surgimiento, como potencias emergentes, de China y la India[1].
Esta es solamente la punta del iceberg que implica los más de 3 millones de muertos en Irak[2] , el apoyo a los movimientos independentistas o separatistas en Chechenia, Azerbaiyán, Armenia y Georgia en esta región, así como, en Europa, la incorporación acelerada a la OTAN de antiguos integrantes del Pacto de Varsovia, estableciendo un cerco alrededor de Rusia.
Toda esta agresiva reconfiguración del mapa geopolítico mundial se perfiló en las últimas tres administraciones estadounidenses: la de Bush padre, la de Bill Clinton y la de Bush hijo. No se trata, por lo tanto, de la política de una administración en específico, sino de una política de Estado que busca reforzar el declinante poderío norteamericano.
Esa misma política estatal es la que se expresa en América Latina en el golpe de Estado en Honduras, las bases militares en Colombia y el reflotamiento de la Cuarta Flota. Es una política imperial que se vende como una cruzada por la libertad y la paz, pero que no es más que el aseguramiento de los espacios de influencia necesarios para tener acceso a materias primas esenciales (en primer lugar el petróleo) y a mercados.
Cómo llevar adelante estas políticas, fundamentales para la sobrevivencia del imperio, es una cuestión que implica batallas campales al interior de los Estados Unidos de América. No se discute la necesidad de asegurarse los espacios de influencia que se consideran vitales, pues eso es algo que está fuera de discusión. Quien cuestione esto se situará fuera del establishment. Lo que se discute acremente son las vías idóneas que permitan mantener, reforzar y, eventualmente, acrecentar el poderío norteamericano en el mundo.
El Premio Nobel entregado a Obama debe entenderse en este contexto. El Comité Noruego ha hecho una lectura de este panorama y pretende darle un espaldarazo a una de las tendencias que se enfrentan al interior de los Estados Unidos, aquella que parece apostar por una política menos agresiva, menos provocativa y menos prepotente, aunque no por ello menos imperialista.
Es el juego de ajedrez en el que se avanza por un lado pero se pierde por otro. Es la política global de hoy en día en la que, como diría la teoría del efecto mariposa, lo que pasa en cualquier parte del mundo, por muy insignificante que parezca, repercute en el todo de una u otra forma, a través de múltiples cadenas de sobredeterminación.
Es, por lo tanto, un Nobel que especula sobre lo que puede suceder si, otorgando un premio en una lejana y fría capital nórdica, se apoya a los que parecen menos obtusos.
Nosotros, desde este rincón de opinión que pretende ver lo que sucede desde una perspectiva “desde acá”, es decir, desde los intereses y necesidades de los sectores populares de América Latina, no podemos dejar de patentizar nuestro escepticismo.
Que los Estados Unidos echen marcha atrás con las bases en Colombia; que apoyen decididamente un restablecimiento del orden constitucional en Honduras; que se olviden de la Cuarta Flota; que terminen con el criminal bloqueo a Cuba; que tengan una relación de respeto mutuo con nosotros, como la que Obama pareció anunciar en la pasada Cumbre de las Américas.
Después hablamos.

NOTAS:
[1] . Véase, por ejemplo, Rusia en el siglo XXI, de Tiberio Graziani, en CEPRID (http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article594)
[2] . Véase al respecto Proyecto censurado (capítulo V): Emergencia por la verdad: Adentro del imperio indurstrial.mediático (I), de Peter Phillips y Mickey Huff, en ARGEMPRESS (http://www.argenpress.info/2009/10/proyecto-censurado-capitulo-v.html)

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