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sábado, 19 de diciembre de 2009

Volteados

Algo pasó en sus vidas y cambiaron de rumbo ideológico, al punto que hoy son irreconocibles como políticos y hasta como personas...
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)
La sola mención de una Quinta Internacional, hecha por Hugo Chávez, ha servido para ver cuántos ovejos han cruzado a la otra orilla del río, o “se han volteado”, como dicen los campesinos.
Ahora encuentro entre los opositores de la idea a algunos que en otro tiempo eran rojillos, rojos y hasta infrarrojos. Entonces militaban en partidos de izquierda, escribían sesudas críticas contra el sistema, desentrañaban filosóficamente la esencia ruin del capitalismo y su discurso político. Entre ellos había escritores, pensadores, agitadores universitarios y hasta revolucionarios profesionales, que iban de uno a otro país tejiendo las redes del internacionalismo proletario. Pero algo pasó en sus vidas y cambiaron de rumbo ideológico, al punto que hoy son irreconocibles como políticos y hasta como personas.
Siempre me he preguntado cuál fue la razón para que se voltearan. Y hallo que hubo razones colectivas, generacionales, y quizá también otras personales e íntimas. Pienso que, para unos, fue terrible el desengaño causado por la descomposición política del “socialismo real”, dictatorial y burocratizado. Pero para otros, el desengaño estuvo en la desaparición del mundo comunista, lo que los hizo descubrir que ya no tendrían en el futuro los viajes y prebendas a que se habían acostumbrado. Unos desde la ética política y otros desde la ambición, descubrieron que se habían afiliado al equipo equivocado. Y empezaron a rectificar el rumbo, es decir, a buscar nuevos sueños o nuevos padrinos.
El sistema de dominación tiene su sabiduría. Frente a cada nueva amenaza, sus detentadores plantean respuestas abiertas o solapadas. Cuando llegó la revolución de independencia, con sus amenazas de libertad e igualdad, casaron a sus hijas con los generales triunfantes y eliminaron el peligro. Cuando llegó la revolución liberal, con sus aires de justicia y laicidad, repitieron la dosis. Cuando arribaron las ideas socialistas y comunistas, por medio de intelectuales lúcidos y sindicalistas bravos, aplacaron a unos dándoles ministerios y a otros reprimiéndolos o dividiéndolos. Y cuando las revoluciones empezaron a propagarse por América Latina, respondieron con masacres masivas en unos países y con reclutamientos selectivos en otros.
Surgió, así, un nuevo tipo de intelectual: el liberal de nuevo cuño, que renegaba de sus antiguas ideas de izquierda y se convertía en defensor del sistema desde la crítica, es decir, criticando lo existente por errado, populista y utilitario, pero con la mira en un sistema liberal puro, abierto y democrático, donde reinaran la libertad individual, la libre empresa y el libre comercio. Ya en ese camino, algunos se afiliaron al proyecto separatista guayaquileño, con la pretensión de convertirse en los “intelectuales orgánicos” del mismo.
No hay, pues, que extrañarse de que se hayan convertido en las estrellas intelectuales de la derecha y en editorialistas de los grandes periódicos, donde proclaman todo lo contrario de lo que proclamaban ayer. Hasta parece que eso era lo que buscaban desde su lejana juventud, criticando al sistema para merecer la atención de éste.

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