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sábado, 13 de febrero de 2010

América Latina: inseguridad

Las sociedades con pocos delitos solo se logran con buena distribución del ingreso y el bienestar, es decir, con buena justicia social.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Un reciente informe del PNUD (San Salvador, octubre 2009) nos dice que América Latina se ha transformado en el lugar más inseguro del mundo. La criminalidad crece sin pausa desde comienzo desde los años 90, dejando su impronta en todos los rincones de la vida, desde los hábitos de la cotidianidad hasta el entorno urbano.
La sociedad en su conjunto reclama soluciones a los políticos, y estos responden ofreciendo mano dura. Donde mayor es el problema, este tipo de soluciones son más atractivas. En El Salvador, por ejemplo, el que otrora fuera el temible ejército represor que dejó una estela de víctimas durante la guerra civil de la década de los 80, es sacado a las calles por el gobierno del FMLN para tratar de minimizar la ola de violencia indiscriminada. En Costa Rica, país que en el contexto de la región centroamericana es el que menos ha sufrido hasta ahora el flagelo (11,1 homicidios por cada cien mil habitantes frente a 36 cada cien mil en El Salvador), la campaña presidencial recién concluida giró en torno a ella (“Seguridad, seguridad, seguridad” fue el lema central de la candidata ganadora, Laura Chinchilla), lo mismo que en Guatemala y otros países.
El denominador común de las campañas políticas es ofrecer represión, y la sociedad se siente complacida, pero nunca satisfecha pues a pesar de ella el flagelo no disminuye. Se discute sobre el aumento en las penas de cárcel, sobre la posibilidad de revivir la pena de muerte, sobre la necesidad de incluir a los adolescentes en las condenas antes reservadas para los adultos. Hay quienes añoran años de viejas dictaduras cuando dicen que se podía dejar abierta la puerta de la casa sin que nada sucediera.
Obnubilados por los hechos, en verdad dramáticos en algunos lugares, se pierde de vista el contexto en el que esto sucede.
El Banco Mundial clasifica a los países del mundo según su ingreso per cápita sea bajo ($975 o menos), medio ($976 a $11.905) o alto (11.906 o más). Como indica Elías Carranza[1], todos los países de América Latina son de ingreso medio o bajo, y muestra cómo, según el Instituto Europeo para la Prevención y Control del Delito, en los países de altos ingresos las tasas de homicidio decrecieron desde 1995, mismo período en el que en nuestras tierras estos indicadores se dispararon pero en sentido contrario: Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, España, Suecia, Inglaterra y Gales, Irlanda del Norte, Escocia, Islandia, Noruega, Vaticano y Suiza tienen el nivel más bajo, con 2 homicidios por cada cien mil habitantes.
En contraste, apunta Carranza, América Latina y los países de ingresos medios y bajos, tienen las tasas más altas (de 30 o más por cien mil). El caso es dramático en Belice, Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica y la República Bolivariana de Venezuela). Los otros ocho casos están en África.
Por otra parte, todos los países de altos ingresos sin excepción tienen tasas de homicidios más bajas que la media mundial de 7 por mil.
¿Será que los países de ingresos altos son más “civilizados” y han logrado formas de convivencia que no logran los “bárbaros” pobres?
Veamos.
El Banco Mundial y la CEPAL indican que la inequidad de la distribución del ingreso entre los países de ingresos altos y el resto del mundo continúa aumentando, y que América Latina es la región con mayor inequidad al interior de los países, que también viene aumentando desde los años 80, lo cual, según investigaciones comparadas, tiene correlación con los indicadores de salud, educación, vivienda, desempleo y otros… como la criminalidad. Si en este cóctel se introducen las drogas y las armas, el panorama se agrava ostensiblemente.
Aunque en países como Costa Rica funcione un sistema penal bastante eficiente y transparente según Carranza, la criminalidad no disminuye sino que, más bien, aumenta. Es decir, las solucione que tienen que ver con castigar luego de cometidos los delitos parecen no funcionar. Las sociedades con pocos delitos, apunta, solo se logran con buena distribución del ingreso y el bienestar, es decir, con buena justicia social.
Más claro no canta un gallo.
NOTA
[1] . Criminólogo, director del ILANUD, Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente. Artículo publicado en el diario La Nación, de Costa Rica, el 24 de enero de 2010.

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