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sábado, 13 de febrero de 2010

Un año más sin saber de Emil

Emil, esta es nuestra verdad: así vos saldrás con los demás detenidos desaparecidos, romperán el silencio, romperán la oscuridad, y por fin los podremos abrazar. Cuando eso suceda bajo el cielo hermoso de nuestra Patria, los volveremos a la sagrada tierra con nombre y apellido. Entonces, quizá Guatemala pueda ser otra.
Marylena Bustamante / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
(Fotografía: Emil Bustamante)
Veintiochos años de ausencia forzada son demasiado tiempo, pesan en el alma, duelen en el corazón: Mi querido hermano Emil, ¿te acordás? Hace 28 años también era sábado.
El viejo aguacatal de nuestra casa te sigue esperando. No quiere creer ni aceptar que se está muriendo, o tal vez en ese maravilloso proceso de nacer-crecer-morir que nos marca la naturaleza, espera lenta y pausadamente que los restos de ambos sean enterrados juntos.
Me dijo una sabia mujer: No crea que las fuerzas cósmicas no la escuchan; lo que ocurre es que todavía no es tiempo de encontrarlo.
Quisiera tener esa mística y entender que hay un tiempo para todo; tiempo para la guerra y tiempo para la paz, para la mentira y para la verdad, para la impunidad y para la justicia….
Vos fuiste detenido en un retén militar un día sábado 13 de febrero de 1982. Te llevaron con tu carro al cuartel General Justo Rufino Barrios. Hoy, después de 28 años, no te he podido encontrar. He tocado muchas puertas, he pedido audiencias, he gritado a las autoridades, al Presidente de la República, al Vicepresidente, y al presidente del Congreso. No hay respuesta. Creo que son sordos y mudos, no responden; finalmente, muchos de ellos son representantes de los aparatos del Estado, cómplices del código del silencio. En esos aparatos se ocultan los documentos y las evidencias que testifican los crímenes más horrendos que se han cometido en Guatemala.
Los tambores de guerra cesaron en Guatemala, pero no vino la paz, esa ansiada paz está muy lejana, mi querido hermano. Nuestra patria continúa teñida de sangre. Ahora somos prisioneros todos los ciudadanos; si no pagamos una cuota para vivir y trabajar dignamente, morimos. Ese es el legado que han dejado, para las nuevas generaciones, los gobernantes y los poderes fácticos que dirigieron este país en los últimos 50 años.
Esos hombres de verde, como los llamaba nuestra madre, siguen teniendo el poder, siguen mandando y matando jueces, siguen dictando qué se debe hacer y qué no en términos de justicia. Siguen diezmando al Estado y al Pueblo con sus cuerpos paralelos, reclutando jóvenes urbanos pauperizados que se manchan las manos de sangre por la necesidad de ganarse unos cuantos quetzales.
Hoy, mi hermano entrañable, mi amigo, aún no llega al poder un estadista que entienda que si no se resuelve el pasado, el hilo conductor de la impunidad seguirá estando ahí… Y vos seguirás desaparecido, al igual que las otras y los otros seres humanos. Y en un cercano mañana, serán otras y otros los desaparecidos. Habrá otras madres, padres, hermanas, esposas e hijos, buscando a sus familiares con dolor, porque en estos años no ha habido voluntad política y decisión para esclarecer el pasado.
Al Estado guatemalteco, pero sobre todo a los señores diputados, le importamos muy poco las 45,000 familias de detenidos desaparecidos. No le importa nada el sentimiento por los seres queridos, pero quedamos unos cuantos que no nos rendimos. Y sabés Emil, la razón es muy simple: ellos, los del pacto del silencio, no pudieron ni podrán con la memoria de los que amamos entrañablemente, porque vos y todos los desaparecidos tenían la razón al enarbolar ideas reclamando progreso y bienestar, y lucharon porque en Guatemala hubiesen cambios en la estructura económica y social. Demandas que hoy siguen vigentes.
Mi querido hermano Emil: Hunahpú e Ixbalanqué salieron del maíz, de las profundidades de la selva y fueron allá abajo a combatir la oscuridad, y vencieron. Ellos nos dan la esperanza, la que ahora y siempre hemos tenido para buscarte a vos y a todos los que se llevaron los hombres de verde, los de corazón de odio. Ellos son ladrones de cuerpos, pero las almas de ustedes están con nosotros, y cada vez que las invocamos nos dan más fuerza.
Y Emil, esta es nuestra verdad: así saldrás vos con los demás detenidos desaparecidos, romperán el silencio, romperán la oscuridad, y por fin los podremos abrazar. Cuando eso suceda bajo el cielo hermoso de nuestra Patria, los volveremos a la sagrada tierra con nombre y apellido. Entonces, quizá Guatemala pueda ser otra.
Tu hermana,
Marylena Bustamante

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