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sábado, 3 de julio de 2010

La “pacífica” Costa Rica y la política de Estados Unidos

En Costa Rica no hubo necesidad de terremoto, como en Haití, para que le enviaran una fuerza militar de ocupación.

Rafael Cuevas Molina /Presidente AUNA Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
(Ilustración tomada del Diario El País: http://elpais.cr/)
La Asamblea Legislativa de Costa Rica, dominada por una alianza de derecha comandada por el partido gobernante, el otrora socialdemócrata Partido Liberación Nacional (PLN), aprobó la llegada al país de una inmensa fuerza bélica norteamericana compuesta por 13,329 soldados y civiles, movilizados en 46 barcos, que incluye portaviones y 200 helicópteros, con la excusa de… combatir el narcotráfico.
El señor Carlos Góngora, el único diputado de la alianza oficialista que dio declaraciones después de la ominosa votación que autorizó tamaño disparate, dijo que lo hacía porque “Venezuela está comprando armas a Rusia” y “para evitar que narcotraficantes vendan drogas a los chiquitos frente a las escuelas”. El señor es ingenuo o se hace.
Este tipo de “colaboración” para supuestamente combatir al narcotráfico se encuentra estipulado en el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos firmado hace un año y medio entre Centroamérica y ese país. Como queda en evidencia con esta situación, el concepto que tienen los Estados Unidos y los sectores dominantes centroamericanos de lo que es el libre comercio es bastante laxa.
No es ingenuidad, tontería ni ignorancia lo que guía la acciones de quienes avalan o impulsan este tipo de situaciones. Como ya ha quedado exhaustivamente demostrado con anterioridad, se trata de una estrategia imperial muy bien montada, que incluye pero va más allá de la pequeña y “pacífica” Costa Rica, que con la excusa del combate al narcotráfico y la defensa frente al “armamentismo chavista”, está sembrando de presencia militar norteamericana a la región.
Centroamérica, y Costa Rica en su contexto, se encuentra cruzada de iniciativas norteamericanas que pretenden asegurarse el control de la región, frente al lento pero seguro declive del poderío imperial en el mundo. La Iniciativa Mérida y el Plan Colombia son los puntales sobresalientes de esta estrategia.
Venezuela constituye uno de sus objetivos “de guerra”. No está tan descaminado, entonces, el diputado costarricense Góngora cuando, al justificar su voto y el de su partido apoyando la decisión de autorizar la llegada del inmenso contingente armado norteamericano, mencione a Venezuela, y esgrima la cantaleta de que ésta se encuentra inmersa en una carrera armamentista que pone en peligro la seguridad de sus vecinos. Es evidente que su decisión se enmarca en la estrategia continental norteamericana tendiente a desmantelar las democracias populares que se han establecido en algunos países latinoamericanos.
Hasta el momento, ni Venezuela, ni Ecuador, ni Bolivia, ni ninguno de los países latinoamericanos que han optado por intentar vías de desarrollo distintas a las estipuladas por el modelo neoliberal, han movido un dedo para agredir a ninguno de sus vecinos. Todo lo contrario: se han movilizado persistentemente para, de forma abierta y transparente, promover iniciativas de colaboración fraterna, equilibrada y equitativa con ellos.
No se puede decir lo mismo, por cierto, de Colombia, punta de lanza de la política imperial en la región. Las relaciones entre ese país y Ecuador continúan dañadas por la violación del territorio ecuatoriano por las Fuerzas Armadas colombianas. Colombia no habría realizado esta acción si no estuviera sólidamente respaldada por el mayor agresor de las soberanías nacionales en el mundo, los Estados Unidos de América, mismo que ahora recibe la autorización de la Asamblea Legislativa de Costa Rica para desplazar un contingente militar que solo los tontos pueden creer que está pensado para combatir al narcotráfico. Como solo los tontos pudieron creer que la ocupación militar de Haití fue pensada para ayudar a ese país a superar las secuelas del terremoto.
En Costa Rica no hubo necesidad de terremoto, como en Haití, para que le enviaran una fuerza de militar de ocupación.

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