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sábado, 14 de agosto de 2010

Educación y proyecto neoliberal

La cultura neoliberal se ha enquistado con fuerza al interior de la universidad pública. El resultado es una universidad menos democrática, más excluyente, menos crítica; fracturada y contradictoria.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
(Fotografía: manifestación de estudiantes y profesores de la Universidad Nacional de Costa Rica, en defensa del financiamiento estatal de la universidades públicas).
En Costa Rica se libra, en estos días, una batalla entre el gobierno de la República y las universidades estatales. El tema es el financiamiento de las cuatro universidades públicas del país, a las que el gobierno quiere rebajar sustancialmente el presupuesto, a pesar de que su calidad y aporte al desarrollo nacional ni el mismo gobierno cuestiona.
Esta situación responde a una tendencia de corte neoliberal que incluye pero va más allá de este pequeño país. En efecto, como señala Pablo González Casanova, en el contexto de la globalización estamos asistiendo a una redefinición de la soberanía[1]. Hay toma de decisiones transgubernamental que se manifiesta, por ejemplo, en la homogeneidad de la agenda educativa de la región, más allá de tradiciones y particularidades de los distintos países.
Los organismos financieros internacionales construyeron una agenda para las políticas educativas que ha ido variando a lo largo de las ultimas dos décadas. A riesgo de una simplificación excesiva, se podría plantear que hubo diferentes períodos en los que fueron cambiando los énfasis en los lineamientos de gobierno que sostuvieron estos organismos: en los ochenta se orientó hacia la reforma de los sistemas (ajuste estructural, descentralización, reasignación y focalización del gasto). A comienzos de los 90 se puso el eje en el planteo de la autonomía institucional: básicamente, las preocupaciones giraron alrededor de las cuestiones de procedimientos y gestión (de allí el énfasis en los programas de formación de directores y supervisores) y de una redefinición del vínculo escuela–familia. En estos últimos años se observa una vuelta a una política más explícita hacia el sector docente: evaluación del desempeño, premio al docente exitoso, salario atado a resultados (incentivo por productividad), etc.[2]
La globalización y el desarrollo de nuevas tecnologías han determinado importantes transformaciones en la educación, especialmente durante las últimas dos décadas. Se ha producido un proceso combinado de segmentación y privatización socioeducativa que ha desembocado en un pasaje muy fuerte de matrícula del sector público al privado[3]. Este proceso se ha profundizado desde inicios de los noventa como resultado de las políticas económicas aplicadas en el marco del Consenso de Washington. Bajo su lógica, en todos los de países de la región, hay un aumento en la brecha entre los jóvenes de mayores y menores ingresos respecto de los años que éstos permanecen en el sistema escolar y sus expectativas para ingresar al mundo laboral. Las políticas de apertura económica implementadas profundizaron la concentración del poder económico y generaron una mayor desigualdad en la distribución del ingreso y exclusión social.[4]
Dichas políticas están siendo crecientemente cuestionadas. Las críticas surgen inclusive desde los propios organismos financieros internacionales que impulsaron las reformas, sobre todo en los noventa. Por ejemplo, el Banco Mundial reconoce que la apertura económica “no rindió los frutos esperados”, que hubo destrucción del aparato productivo local. Y lo más importante: que el comercio “no es suficiente motor del crecimiento”. En cambio, sí lo es la educación y la tecnología, pues ambos son elementos que contribuyen a disminuir la inequidad que aflige a la región. Por ello, este organismo recomienda invertir más en infraestructura, educación, protección laboral y social.[5]
La tendencia a la privatización de la educación y la salud ha creado servicios de primer mundo para unos pocos y ha desmejorado el servicio para la mayoría. La privatización y transnacionalización de la educación, vía su liberalización en las negociaciones comerciales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) o los TLC, que consolidan las reformas neoliberales en el sector, revierten el carácter inclusivo de la educación y producen exclusión.
El caso de la educación superior
La educación superior, argumenta el Banco Mundial, es un bien privado -no público- cuyos problemas son manejables o están al alcance de soluciones de mercado[6]. Esto es, se enmarca en una oferta limitada, no esta en demanda por todos, y esta disponible por un precio. También considera que los consumidores (negocios e industria) están “razonablemente bien informados”, mientras que los proveedores (administradores y profesores) están “frecuentemente mal informados -condiciones que son ideales para que operen las fuerzas del mercado”.
La agenda para la reforma también demanda que el poder en la toma de decisiones en la educación superior debe ser retirado del gobierno y las instituciones y depositado en los clientes (estudiantes), los consumidores (negocios e industria) y en el público. El Banco Mundial cree que el financiamiento gubernamental a la educación superior, combinado con la responsabilidad institucional para gobernarla es, en gran medida, responsable de la sobrevivencia de la educación clásica y elitista que, además, es insensible a las necesidades reales de la (desregulada) economía global.
La agenda para la reforma quiere poner termino a la “presupuestación negociada” en la que el gobierno financia a las instituciones sobre la base de criterios tradicionales tales como la matricula y el prestigio. Se debe dar paso a la “presupuestación por rendimiento”' en la que cualquier financiamiento publico que permanezca debe estar atado a la obtención de resultados comprobables basados en indicadores de resultados determinados por el consumidor. De esta manera, los administradores de las instituciones serán obligados a tomar las decisiones que hasta ahora han estado evadiendo, por ejemplo, reasignar los recursos en respuesta a las necesidades de los clientes y los consumidores. Y las instituciones serán obligadas a construir la diferenciación, terminando con la “repetición isomórfica” de la tradicional universidad clásica basada en la investigación.
El Banco Mundial cree que el sector público es desafortunadamente ineficiente e insensible[7], renuente o incapaz de llevar a cabo la reforma de la educación superior. Los administradores institucionales deben ser obligados a tomar en cuenta su posición en el mercado, el flujo de efectivo, la diversificación del producto, y sus progresos en la creación de socios corporativos. También deben ser obligados a realizar un mejor trabajo de administración y control del personal. Cree que el personal académico tiene demasiado poder en la educación superior y los administradores tienen muy poco incentivo para controlarlos. El poder del personal académico tiene sus fuentes en el control del curriculum (desvinculado de las necesidades de la economía global), en el gobierno compartido o colegiado, el sindicalismo y, por supuesto, en la libertad académica.
El propósito es obligar a los profesores a abandonar su poder y volverlos mas empresariales, como revela el "Reporte de status'' del Banco Mundial: “Cambio radical, o reestructuración, de una institución de educación superior significa menos y/o diferentes profesores, trabajadores administrativos y trabajadores de apoyo. Esto significa despidos, retiros anticipados obligatorios, o un mayor readiestramiento y reeducación, como en el cierre de instituciones ineficientes o ineficaces; la fusión de instituciones de calidad a las que solamente les falta una masa critica de operaciones para hacerlas costeables; y un cambio radical de la misión y la función de producción de la institución -lo que significa alterar radicalmente quienes son los profesores, como se comportan, la forma en que están organizados y la manera en que trabajan y son remunerados.”[8]
Como decimos en un escrito anterior[9], bajo la racionalidad neoliberal el sistema educativo es analizado en relación a tres ideas fundamentales: eficiencia, eficacia y calidad, que fueron originalmente acuñadas por la pedagogía estadounidense del eficientismo industrial, que traslada al campo pedagógico y, en general al de las ciencias humanas, conceptos empresariales. De esta manera, se vincula lineal y mecánicamente el sistema educativo con el aparato productivo, subordinando el primero a los intereses del segundo. Se considera a la educación como producción de capital humano, como inversión personal y colectiva, la cual debe, por lo tanto, ser rentable en términos económicos. Según las orientaciones del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, invertir mejor no significa invertir más, sino desarrollar aquellas áreas educativas que demanda el mercado y considerar la educación como una empresa que debe mostrar su eficiencia, eficacia, rentabilidad y calidad[10].
La universidad que se cuestiona
No toda institución universitaria es cuestionada. Quien se encuentra en el centro de las dudas es la universidad pública estatal. Se remarca el carácter estatal de la universidad pública porque de él deriva buena parte de los cuestionamientos. En términos generales, y como ya se apuntó someramente antes, lo estatal es considerado, desde la ideología neoliberal, la principal rémora que impide el desarrollo y el progreso. Lo estatal sería sinónimo de ineficiencia, corrupción, privilegios gremiales, apatía y, en general, atraso. Por ello, lo estatal debe reformarse o, mejor aún, reducirse o desaparecer. La reducción del aparato estatal (a través de la venta de activos, de la reducción de las planillas, etc.) se constituye en objetivo primordial de los gobiernos que impulsan políticas de carácter neoliberal.
La universidad pública estatal no escapa a esta panorámica. Los argumentos girarán, siempre, en torno a los aspectos antes mencionados y no vale la pena repetirlo aquí. Las consecuencias serán varias e incidirán en muy distintos ámbitos. Uno de ellos será el presupuesto que el Estado está en la obligación de proporcionarle. Ubicándose el “gasto” en educación en el ámbito de lo social, este se verá reducido y se le exigirá a la institución universitaria que genere crecientemente sus propios recursos a través de la venta de servicios. Por otro lado, se verá compelida a “racionalizar” el gasto, lo que incidirá, en primer lugar, en la reducción de su planilla, sobre todo de personal estable, lo que provocará el crecimiento de una masa de profesores flotantes que prestarán sus servicios de forma esporádica y con formas de contratación precarias.
Esto generará dinámicas específicas al interior de la institución universitaria. Por un lado, la venta de servicios reconfigurará: 1) el perfil socio-económico del estudiantado en los programas en los cuales se debe pagar; 2) la oferta académica porque, paulatinamente, se irán privilegiando aquellos programas que son “rentables”, es decir, que dejan buenos dividendos económicos.
Estos aspectos remodelarán a la universidad. Por otro lado, la estratificará en varios sentidos:
1) porque habrán espacios académicos exitosos económicamente y, por lo tanto, con recursos suficiente para acceder a mejorar su infraestructura física, tecnológica, etc., y para que sus académicos se formen, participen en actividades internacionales, etc. Por otro lado, estarán aquellas áreas que, por distintas razones (ideológicas, por no estar en la corriente dominante privilegiada por el neoliberalismo, etc.) no pueden generar exitosas ventas de servicios, lo que las transformará en unidades pobres, a veces carentes hasta de los recursos mínimos para poder funcionar.
Entre las primeras generalmente se encuentran las unidades académicas vinculadas a las áreas tecnológicas (sobre todo la informática), los idiomas (sobre todo las que tienen que ver con la enseñanza del inglés), y los programas de postgrado. Entre las segundas las humanidades (en primer lugar), las artes y las ciencias sociales. Las dos primeras serán consideradas, en términos generales, prescindibles, en la medida en que no tienen directo carácter instrumental, son críticas con el mundo circundante y no se ubican en la racionalidad tecnológica. Esto generará, por lo tanto, una estratificación interna al interior de la institución.
2) La universidad también se estratificará de otra forma: tendrá estudiantes con más y otros con menos recursos. Los primeros exigirán (y se considerará legitima su exigencia en razón de que están pagando) buenas instalaciones, clases con apoyo tecnológico apropiado, profesores eficientes y… buenas notas.
El principal impacto que tiene el crecimiento de una población de docentes que no se encuentran ligados a la universidad por lazos estables de contratación es el decrecimiento del compromiso con sus objetivos y programas. Estas formas de trabajo precario, inestable, a veces temporal, reproduce formas de trabajo propias de las maquilas y el trabajo informal[11], aquel que a veces creemos confinado a las esquinas de nuestras populosas ciudades en donde se nos venden baratijas, frutas, dulces o cualquier otra cosa. Esto incidirá de manera directa en la calidad de la docencia pero, sobre todo, de la investigación, la cual será cada vez más artículo de lujo al que se accede después que ha sido satisfecha la primera y más importante tarea a la que se le irá reduciendo a la universidad: la de graduar profesionales.
Una primera conclusión que podemos derivar de lo antedicho es que la cultura neoliberal se ha enquistado con fuerza al interior de la universidad pública, y que esto tiene como uno de sus resultados la existencia, en su seno, de dos universidades:
- una que “avanza con el tono de los tiempos” y otra que “se queda rezagada”, cuestionando,
oponiéndose o resistiendo al rumbo de los acontecimientos;
- una que accede a mejores condiciones de infraestructura física y tecnológica, y otra a la que a veces le falta hasta lo elemental;
- una que se compromete con los fines y objetivos de la universidad y otra que la ve como “un trabajo” más.
Una con estudiantes con problemas económicos que a veces ponen en riesgo su estadía en la institución, y otra con muchachos y muchachas que abarrota los estacionamientos con sus automóviles.
En general, el resultado es una universidad menos democrática, más excluyente, menos crítica; fracturada y contradictoria.
NOTAS
[1] .González Casanova, Pablo; "Globalización, neoliberalismo y democracia" en Gentili, Pablo (org); Globalización excluyente; CLACSO/LPP; Petrópolis; 1999.
[2] . Alejandra Birguin; La docencia como trabajo: la construcción de nuevas pautas de inclusión y exclusión; Consejo Latinoamericanos de Ciencias Sociales (CLACSO); Rio de Janeiro; 1999; p. 4
[3] . Alberto Rivas; “Treinta años en la pendiente”, exposición en el Ciclo de Debates abiertos a la sociedad: Políticas de Estado para el desarrollo de la Argentina auspiciado por el diario El Clarín, Buenos Aires, noviembre 1995.
[4] . Ariela Ruiz Caro; “Impactos de la globalización y del TLC del Perú con Estados Unidos en la educación”; en Pablo Gentili et.al (compiladores); Políticas de privatización, espacio público y educación en América Latina; CLACSO Coediciones-Homo Sapiens Ediciones; Rosario; 2009; p.323
[5] . Véase José Luis Coraggio; Las propuestas el Banco Mundial para la educación: ¿Sentido oculto o problema de concepción?; Ponencia presentada al seminario “Políticas públicas y las políticas de educación en Brasil”, organizado por Acción Educativa; Sao Paulo, 1998.
[6] . Federico Martín Maglio; Recomendaciones del Banco Mundial para la Educación Superior expuestas en la UNESCO, 1998; Boletín Canadiense de Profesores Universitarios; en: http://www.fmmeducacion.com.ar/Sisteduc/Criticas/generallach8.htm
[7] . Idem.
[8]. Idem.
[9] . Véase Rafael Cuevas Molina; Universidad, cultura y democracia en América Latina; en Cuadernos Americanos; Nueva época, Vol 3, Nº 105; México DF; 2008.
[10] . Véase Orienta Caponi y Humberto Mendoza; “El neoliberalismo y la educación”,en:
http://www.actaodontologica.com/ediciones/1997/3/neoliberalismo_educacion.asp
[11] . Son el resultado de las políticas de flexibilización laboral.

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