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sábado, 6 de noviembre de 2010

Estados Unidos y el avance de la derecha continental

La derrota del Partido Demócrata, el ascenso del ala ultraconservadora del Partido Republicano y la crisis capitalista en los Estados Unidos, abren un panorama de desafíos para los gobiernos progresistas de América Latina.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Mientras Brasil y los gobiernos progresistas de América Latina celebraban todavía la victoria de Dilma Roussef en la reciente elección presidencial, y con ella, seguramente, la continuidad del rumbo integracionista y de fortalecimiento geopolítico de Suramérica; al otro lado del continente, en el norte, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, apenas digería el duro revés sufrido en las elecciones legislativas de medio período, el pasado 2 de noviembre.
Los resultados de estos comicios no podían ser más desastrosos: el Partido Demócrata perdió el control de la Cámara de Representantes y, además, presenció el ascenso vertiginoso del ala ultraconservadora republicana, el Tea Party, un producto perverso de la histeria xenófoba y fascistoide, y vocero de corrientes de opinión que ven fantasmas “socialistas” en torno al presidente Obama, allí donde los únicos espantos que asoman son los de la profunda crisis imperial.
Según se ha informado, se trata de la peor derrota registrada, desde 1948, por cualquiera de las organizaciones políticas del sistema bipartidista de ese país. Una contundente fotografía divulgada por la agencia AP, el día después de las votaciones, mostró al presidente Obama con rostro severamente compungido, derrotado como no se le había visto hasta ahora, sin la sonrisa diseñada por los expertos en marketing político. Su mirada, ahora esquiva de los lentes de las cámaras, parece buscar explicaciones sobre lo ocurrido en las huellas de los pasos perdidos en la Casa Blanca. Tal es el retrato de la situación.
Irónicamente, Obama y el Partido Demócrata debieron enfrentarse no solo al desencanto de los ciudadanos con el cambio que no fue y el mal desempeño de la economía norteamericana, sino también a una oposición que encontró apoyo en la poderosa alianza entre los grandes capitales y los oligopolios mediáticos; entre ellos, el industrial petrolero David H. Koch, y Rupert Murdoch, dueño de las cadenas de televisión Fox y Sky, e influyentes periódicos como The Wall Street Journal, The Sun y Times[1]. Nada más y nada menos que la misma estrategia que emplea la derecha latinoamericana, apoyada –abierta o veladamente- por Washington y sus agencias de “cooperación” (desestabilización).
¿Qué repercusiones tienen estas elecciones para América Latina? Una primera conclusión, de corte político y acaso la más evidente, es la recuperación de la derecha continental, que apuntala posiciones en el poder formal en Estados Unidos, México, prácticamente toda Centroamérica, Colombia, Perú y Chile. Además, ganó espacios en la Asamblea Nacional en Venezuela y obligó a una segunda ronda electoral en Brasil.
No resultaría extraño, entonces, que en el corto o mediano plazo observemos el recrudecimiento de las tensiones entre Estados Unidos y países como Cuba, Venezuela, Bolivia o Ecuador, en virtud de la postura histórica – la línea dura- de los republicanos y el nuevo aliento de radicalidad reaccionaria del Tea Party (que ganó un escaño en el Senado por el estado de Florida, con el cubanoamericano Marco Rubio).
Incluso, no podría descartarse el impulso a leyes y políticas hostiles contra los migrantes mexicanos y centroamericanos[2], dado el nuevo equilibrio de fuerzas en la Cámara de Representantes.
En este sentido, Martín Granowsky, analista de Página/12, asegura que “como los republicanos no gobiernan, podrían llegar a formular reclamos más duros que la política desplegada por ellos mismos desde la Casa Blanca con Bush. América Latina, como el Medicare o el aborto, sería un punto más en la puja por erosionar a Obama y evitar su reelección en los comicios de noviembre de 2012”[3].
Una segunda conclusión, ahora de carácter geoestratégico, es la que sugiere que aumentará la “vigilancia” del Departamento de Estado y el Pentágono sobre el curso de los acontecimientos político-económicos en la zona de competencia hegemónica: Brasil, la potencia emergente latinoamericana y, en menor medida, en el eje Argentina-Venezuela; así como el reforzamiento de su presencia en la zona de reserva estratégica inmediata: Mesoamérica (el territorio que va de México hasta Colombia) y el Caribe.
A estas alturas, es claro que la apuesta del presidente Obama por el smart power no logró revertir los grandes ejes de la política exterior imperial impuestos a esta región por los dos gobiernos republicanos de George W. Bush, y que los halcones aún mantienen su cuota de poder en los aparatos militares de seguridad e inteligencia.
Así, como bien lo mencionó un editorial del diario La Jornada de México, “la Casa Blanca sigue promoviendo la ejecución de acuerdos belicistas e injerencistas como el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida, factores ambos de una indeseable militarización, de violencia y de descomposición social e institucional”[4].
Para los gobiernos progresistas y los movimientos sociales latinoamericanos, esto significa que no hay otra opción más que pensar y actuar en forma colectiva, para defender lo alcanzado hasta ahora y profundizar, en la medida de lo posible, cada proceso.
Ya no se lucha solo contra grupos hegemónicos u oligarquías antidemocráticas locales, sino contra un enemigo mayor, transregional y transnacional, que recompone y articula nuevamente sus posiciones y estrategias de poder. Es ese mismo enemigo que, por ejemplo, en medio del dolor del pueblo argentino, celebró la muerte del expresidente Néstor Kirchner con el aumento de los precios de las acciones del Grupo Clarín en las bolsas de valores de Nueva York y Londres.
Desde esa perspectiva, las elecciones presidenciales en Argentina, en 2011, y en México y Venezuela en 2012, serán decisivas para proyectar los posibles rumbos de la segunda década del siglo XXI.
Para nuestra América progresista, detenerse ahora sería morir.
NOTAS:
[1] Juan Gelman, “La hora del Tea”, en Página/12, Buenos Aires. 3 de noviembre de 2010. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/156184-50143-2010-11-03.html
[2] David Brooks. “La elección en EU dio liderazgos a políticos hostiles a México y América Latina”, en La Jornada, 5 de noviembre de 2010. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2010/11/05/index.php?section=mundo&article=031n1mun
[3] Martín Granowsky. “Un balde de té frío”, en Página/12, 3 de noviembre de 2012. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/156184-50144-2010-11-03.html )
[4] La Jornada, “EU: el desgaste demócrata” (Editorial), 2 de noviembre de 2010. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2010/11/02/index.php?section=opinion&article=002a1edi ).

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