Muchas veces los golpes reaccionarios implican desarticulaciones de movimientos sociales y políticos. En Honduras ha sucedido lo contrario. El golpe de 2009 ha encendido una notable resistencia antineoliberal que hoy es la más importante de Centroamérica.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
He viajado a Honduras con motivo de un evento académico. Ha sido una feliz coincidencia el que dicho evento académico haya sido programado en una fecha cercana al primero de mayo, cuando en ese día era previsible una gran movilización popular en Tegucigalpa. Pude asistir a dicha movilización y observar el palpitante movimiento de masas que se articuló en la organización que surgió en Honduras con motivo del golpe de estado, que el 28 de junio de 2009 derrocó al presidente José Manuel Zelaya. Me refiero al Frente Nacional de Resistencia Popular (FNPR).
Al examinar los datos que nos ofrecen diversos organismos internacionales como la CEPAL, el PNUD y la SIECA podemos concluir que el fracaso neoliberal es desigual en Centroamérica. Éste ha sido atenuado en Costa Rica por el sustrato que implicó en dicho país décadas enteras de un modelo socialdemócrata y la existencia de un importante sistema de seguridad social. También en Panamá, pues las desigualdades sociales en dicho país no fueron tan ultrajantes como en los otros países centroamericanos. Además en Panamá, en los últimos años, por la captación de recursos financieros a través de los 35 bancos internacionales que operan en el país.
En los restantes países centroamericanos, especialmente en el triángulo norte, la debacle neoliberal es evidente. Baste decir que ese triangulo norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) es hoy la región más violenta del mundo en términos de tasas de homicidios por cada 100 mil habitantes. Y lo que resulta descorazonador es que Honduras ha avanzado rampantemente en dicha tasa probablemente superando a El Salvador y Guatemala. Hay departamentos en Honduras, como los de Cortés y Atlántida, en los cuales las tasas de homicidios son monstruosas. Honduras tiene el índice de Gini (que mide la desigualdad social) entre los más altos de la región: en 2008 estaba en 0.580, sólo superado por Guatemala que tenía el 0.585. Sus porcentajes de pobreza son aberrantes: el 55% de la población vive con menos de dos dólares diarios, y haciendo uso de otros criterios, la CEPAL habla de una pobreza que abarca al casi 80% de la población, mientras que coloca en la extrema pobreza al 57% de la misma.
Honduras es pues expresión clara del fracaso neoliberal en Centroamérica.
En el desfile del primero de mayo pasado, todo el descontento social que existe en el país se evidenció. La marcha que aglutinó a distintos sectores sociales podría aventurarse que convocó al menos a unos 50 mil manifestantes. La observación de los contingentes sindicales me evidenció que el sindicalismo en Honduras ha quedado reducido fundamentalmente a los sindicatos de las dependencias estatales, entre los cuales los distintos colegios de maestros formaron un contingente destacado. Pude observar la participación de muchas mujeres. Los estudiantes hicieron una representación de la represión que existe en el país frente a uno de los destacamentos policiales que se encontraba ubicado en el trayecto de desfile. También hubo comparsas, bandas tocando música, muchachos y muchachas corriendo en tramos del trayecto, y en general, una algarabía que animó a la marcha en partes importante del mismo. Y en medio de todo ello un reducido pero significativo contingente del movimiento gay y lésbico.
La iconografía del gran desfile presentó, sobre todo, los retratos e imágenes de Francisco Morazán y los de “Mel” Zelaya, pero también los de Ernesto Che Guevara y alguno que otro de Fidel Castro y Hugo Chávez. Las consignas más recurrentes fueron contra la privatización del agua, de la salud, la bancarrota en que el gobierno del golpista Roberto Micheletti dejó al fondo de pensiones de los maestros, el incumplimiento de diversos acuerdos con dicho gremio, consignas contra los golpistas de 2009 y contra el gobierno considerado ilegítimo de Porfirio Lobo. Y sobre todo el regreso al país del ex presidente José Manuel Zelaya, lo que podría concretarse en los próximos tiempos si finalmente las demandas judiciales que le han hecho son desestimadas.
Particularmente notorio para mí fue el discurso de Xiomara Castro de Zelaya, la esposa del depuesto ex presidente. Sus elementos centrales fueron el fracaso del modelo neoliberal, los males que ha generado el sistema capitalista, la violencia con que se ha llevado a cabo la implantación neoliberal, la ilegitimidad del gobierno de Lobo, y la necesidad de un proceso constituyente. Esta mujer, desde 2009, ha ascendido vertiginosamente como figura política, al grado que ahora algunas encuestas la ubican a la cabeza de los posibles presidenciales.
Muchas veces los golpes reaccionarios implican desarticulaciones de movimientos sociales y políticos. En Honduras ha sucedido lo contrario. El golpe de 2009 ha encendido una notable resistencia antineoliberal que hoy es la más importante de Centroamérica.
En Honduras, la historia iniciada por los golpistas todavía no ha terminado.
Nada me hace tan feliz como que en Honduras los hermanos de ese país sean la punta de lanza que estos pueblos necesitan y merecen. Desde Costa Rica les agradezco su unión, su decisión su valentia y su proyecto centroamericano de lucha contra esta clase destructora que es la élite economica neoliberal.
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