Páginas

sábado, 1 de octubre de 2011

Evo: no seguir metiendo la pata

Hay que oír a la gente, consultarla, discutir con ella, consensuar, y no pasarle la aplanadora que, a la larga, termina siendo aplanada por la combatividad de los afectados, que reiteradamente mostraron en el pasado que con ellos no se juega.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@yahoo.es

En Bolivia, siguen los encontronazos entre las fuerzas represivas del Estado e indígenas que se oponen, protestan y marchan hacia la Paz por la construcción de una carretera que atraviesa terrenos que constituyen una reserva natural.

El problema ha ido creciendo y complicándose: ya renunciaron varios ministros del gabinete de Evo, hay protestas en La Paz y los indígenas no cejan en sus reivindicaciones.

Se argumenta que tras las protestas se encuentran organizaciones no gubernamentales financiadas desde los Estados Unidos que azuzan a la gente para crearle problemas al gobierno. Se trataría, por lo tanto, de un complot bien organizado que, a ojos visto, estaría rindiendo buenos dividendos a los opositores al gobierno y a los intereses norteamericanos que no ven con buenos ojos las transformaciones que lleva a delante el gobierno evista.

No cabe duda que la carretera de marras tiene un valor estratégico para Bolivia, en primer lugar, pero también para Brasil, que son los dos países involucrados en el proyecto.

Brasil tiene megaproyectos en la Amazonia cercana a Bolivia. La mayor, la represa de Belo Monte que, conteniendo las aguas del río Xingú, dejará bajo las aguas 200 millas cuadradas de selva tropical y se convertirá en la tercera más grande del mundo. Ella misma es, sin embargo, apenas una de más de una docena de represas que el gobierno brasileño planea construir en los afluentes del Amazonas, el río más caudaloso del mundo. Y las represas mismas constituyen solamente un eslabón en los enormes proyectos que aguardan a la Amazonía brasileña.

La carretera hacia Bolivia abre una vía hacia el Océano Pacífico, puerta hacia la lejana China y otras economías del sudeste asiático que necesitan las materias primas que serían explotadas en esos megaproyectos y transportadas por la carretera en cuestión.

Se trata, por lo tanto, de un importantísimo emprendimiento trasnacional.

Tanto en Brasil como en Bolivia, los proyectos que se llevan adelante han generado no solo trabajo y movilización de grandes contingentes de población sino, también, grandes tensiones sociales: protestas pacíficas y violentas, muertes y, como no podía faltar, mucha corrupción y bandidaje.

Los indígenas de ambos países no se han avenido de buena manera a esta situación. Como en todas partes, y a pesar que se encuentran en los límites de dos países que se precian de estar impulsando proyectos orientados hacia los sectores populares, son los que menos importan al fin de cuentas y no son escuchados. Algunos ven con malos ojos al presidente Evo Morales porque, siendo él también indígena, ¿cómo le hace esto a sus congéneres? Claro que son los que siguen aferrados a las concepciones sobre el indígena construidas en tiempos de la colonia, que elimina la variedad que entre sí tienen estos pueblos que, solo al ojo homogeneizador del conquistador, pasaron todos a ser “indios”.

Lo cierto es, sin embargo, que si hay organizaciones no gubernamentales que están llevando agua para su molino con este problema, lo hacen porque existe una situación de efervescencia en la que, eventualmente, su accionar cae sobre tierra fértil.

Ya en diciembre de 2010, el presidente Evo cometió un grave error al querer pasar, el día 31, cuando la ciudadanía se encuentra inmersa en las celebraciones de fin de año, un impuesto del 80% a los combustibles. El razonamiento del gobierno en relación con la situación que provocaba esa subida fue impecable, pero un pueblo empobrecido como el boliviano, al que aparentemente trata de manipulársele para que no se de cuenta de lo que está pasando, montó en cólera y puso en jaque al gobierno que no tuvo otro camino que volver sobre sus pasos.

La popularidad del presidente se vino a pique y dejó un aire de desconfianza que antes de esos acontecimientos no existía, por lo menos en las huestes de quienes lo apoyan.

Esto que hace ahora el gobierno es nuevamente un error que terminará, muy seguramente, de la misma forma: echándose para atrás, pero después de cientos de apaleados, heridos y hasta muertos.

Hay que oír a la gente, consultarla, discutir con ella, consensuar, y no pasarle la aplanadora que, a la larga, termina siendo aplanada por la combatividad de los afectados, que reiteradamente mostraron en el pasado que con ellos no se juega.

Con esta situación, Evo sigue malbaratando su capital político y el futuro político se le puede tornar incierto.

No hay necesidad, Evo, deja de meter la pata.

3 comentarios:

  1. y es que estos líderes populares, bien vistos cuando subieron al poder, les gusta meten la pata. Y esto puede dar al traste con una esperanza de toda América Latina.
    Jaime Delgado

    ResponderEliminar
  2. Entonces, la coloniadad del poder sigue campante y triunfante, y lo inaúdito es que la neocolonización profunda que se viev hoy, es abanderada por un heredero de los pueblos vilmente colonizados en siglos pasados. Entonces, como diría Galeano "a veces siento que la esperanza se me cae del bolsillo"....

    ResponderEliminar
  3. Realmente exelente el articulo, es desespeeranzadora la mas que metida de pata de Evo; es un lider autoritario. Y eso es una pena.

    ResponderEliminar