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sábado, 8 de octubre de 2011

Venezuela: Doce meses para cruzar un campo minado

Hay un campo minado que debemos desarmar, y esa tarea es de los intelectuales: prever y analizar en detalle ese campo, geopolíticamente minado por el imperio y la derecha vernácula que fue trabajando una estructura de apoyos (en organismos multilaterales, en la prensa cartelizada internacional). En Washington reside la oficina de transición democrática, con sus revoluciones de colores y en Venezuela pareciera que ser intelectual es mala palabra.

Aram Aharonian / Question Digital

Falta un año para las elecciones presidenciales y se hace difícil prever cómo se desarrollarán los acontecimientos, incluyendo la salud del Comandante-Presidente, que ha influido en que el Gobierno Bolivariano y el PSUV tengan un comportamiento todavía más errático que lo acostumbrado.

No cabe duda que tanto el gobierno como el PSUV deben enfrentar a la vez varios adversarios, más allá del enemigo más difícil, la ineficiencia de sus burócratas.

La oposición anda en su propio laberinto y debe superar la estrategia electoral y acercarse al pueblo, de lo contrario le será muy difícil vencer al presidente Hugo Chávez en las presidenciales de 2012, estimó en Washington el presidente de la encuestadora Datanálisis, José Antonio Gil Yepes.

Para él, la oposición, reunida en la Mesa de Unidad, “necesita transformarse de un movimiento electoral en un movimiento político, económico y social” y “trabajar de cerca con el pueblo, lo que todavía no está haciendo”. Gil afirmó que el principal factor que ha capitalizado la oposición no ha sido producto de su esfuerzo ni de un proyecto propuesto, “sino la incapacidad del gobierno de utilizar sus recursos para movilizar gente”.

Desde el exterior viene el bombardeo de los grandes medios cartelizados, preocupados por los pésimos números que encuestadoras le dan a la oposición (32% de popularidad), lanzaron una campaña de guerra sicológica cuyo principal fin es crear zozobra en la población venezolana como único modo plausible para subirle las encuestas a la oposición.

Allí trabajan especialistas en guerra sucia como el cubano-estadounidense Roger Noriega y el (lamentablemente) venezolano J. J. Rendón, y los diarios El Nuevo Herald de Miami, El País de España, Clarín de Argentina. Y lo que falta…

Estos medios insisten en el término de “etapa de transición”, que sin duda tiende a enredar la política interna venezolana. Para Leopoldo Puchi, por ejemplo, tiene una doble connotación. Se refiere tanto a la culminación normal de un período constitucional como a la ruptura, a veces violenta, con el orden vigente.

¿Acaso si gana la oposición el sistema no sería básicamente el mismo? Los ejemplos de Chile o de España son totalmente diferentes. Allá se pasó de un sistema sin elecciones a uno electoral y con partidos. Transición huele a caída y mesa limpia. Lo democrático sería hablar de alternancia.

Por eso no sorprende que (a decir de Aristóbulo Istúriz) la oposición le propusiera al canciller Nicolás Maduro ser presidente de la República para el período “de transición”, en caso de una eventual victoria en el 2012. “Yo vi por allí una carta que envía (Eduardo) Semtei a Nicolás Maduro, llamándolo a ser Vicepresidente de la transición, tratando de sembrar cizaña”.

Lo cierto es que transitaremos un 2012 que será un verdadero campo minado y donde el tema de un eventual golpe de estado estará a la orden del día. ¿Es posible repetir el formato de Chile que terminó con el derrocamiento del presidente Allende después de “dislocar la cadena de mando y su profesionalismo?, se preguntan.

Y les responden que son muy distintas las condiciones en la región de 1973 y las de 2012 y que hubo una profunda depuración de la FAN luego del golpe de abril, y que se han consolidado los mandos leales de las Fuerzas Armadas.

El Gobierno Bolivariano redescubrió que tenía una diferencia territorial con Guyana y aquí nuevamente la oposición dio un traspié, en su afán de diferenciarse del gobierno, y perdió la brújula sobre temas fundamentales como la soberanía y la defensa de los recursos naturales. Quizá tenga razón el embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Roy Chaderton, quien afirmó que el tratamiento que la dictadura mediática dio a la situación limítrofe que Venezuela mantiene con Guyana, “nos hace pensar que los agarramos fuera de base”.

Los ¿socialdemócratas?

El resurgimiento de la socialdemocracia betancourista es un hecho ideológico que requiere máxima atención. Se trata de una ideología de reemplazo para la derecha venezolana contra la revolución bolivariana. Para Javier Biadeau se trata de una maniobra de marketing político y de mediática, para plantear una nueva confrontación de imaginarios políticos, un nuevo trazado de fronteras ideológicas: reavivar el mito de Betancour como el Padre de la Democracia, para oponerla la narrativa de la “democracia liberal” a los mitos, relatos e imaginarios de la Revolución Bolivariana, al Chávez “redentor de los más pobres”.

La disputa, como diría Bourdieu, se sintetiza en la conquista de la centro-izquierda progresista como “capital simbólico”, colocando a Chávez en la ultraizquierda o bajo el mote de la “autocracia totalitaria del siglo XXI”. En el fondo de este cuadro, Chávez sería un simple peón de la política de Fidel y Raúl Castro.

Los “neo-socialdemócratas” del MUD, plenos de atavismos anticomunistas, quieren distanciarse de los ajustes estructurales del Banco Mundial y del FMI, publicitando un compromiso histórico con la “democracia social, plural y liberal” con justicia social, con una política internacional subordinada de hecho a la geopolítica de Washington. Esa “intelectualidad” que, al decir de Biardeau, “remó en las aguas del pensamiento crítico, para ahogarse ahora en la orilla del betancourismo”.

Lamentablemente, desde el bolivianismo no se ha estimulado el debate orgánico y la construcción de referentes ideológicos renovados. No hay coraje para las discusiones francas, que ayuden a la construcción de los nuevos paradigmas válidos para esta etapa histórica superadora de la resistencia, la de la construcción.

Hay una insistencia en confundir procesos, desconociendo una vía nacional al socialismo, quizá sin asumir que los procesos revolucionarios no pueden ser trasplantados. Hay singularidades, momentos y procesos históricos diferentes, pero se insiste en identificar o mimentizar la Revolución Bolivariana con la Revolución Cubana, de medio siglo atrás.

Sin dudas, hay un campo minado que debemos desarmar, y esa tarea es de los intelectuales: prever y analizar en detalle ese campo, geopolíticamente minado por el imperio y la derecha vernácula que fue trabajando una estructura de apoyos (en organismos multilaterales, en la prensa cartelizada internacional). En Washington reside la oficina de transición democrática, con sus revoluciones de colores y en Venezuela pareciera que ser intelectual es mala palabra.

En la oposición hay gente socialdemócrata que se dice “lulista” y está en el equipo que elabora el programa de la MUD, que no tuvo ni la sutileza de medir la repercusión de las declaraciones de los personeros de la oposición, que pareciera tener planes más acordes con los intereses de las trasnacionales.

Sería bueno que tomaran en cuenta las palabras del ministro brasileño Celso Amorim –ex canciller, hoy titular de Defensa- quien plantea la adopción de una estrategia común de disuasión de los países de la región para proteger las riquezas suramericanas de “amenazas de fuera de la región”.

Y, mientras...

Los medios de comunicación que dirigen la oposición le aplicaron censura previa a parte del documento de la MUD en relación al ingreso de Palestina a la ONU. A pesar de que el texto era ambiguo, los sectores más ultraconservadores se molestaron pues no toleran siquiera que se mencione la posibilidad de un Estado palestino. ¿Será esa la posición oficial de los “estadistas” de la MUD?

Mientras bolivarianos y antichavistas estamos preocupados por la salud del Presidente y transitamos la plena la guerrilla comunicacional, Colombia insiste cada día con más fuerza en la firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos y en hacer efectivo, el acuerdo de seguridad y defensa fronterizo que se acordaron desde el 10 de Agosto del 2010, entre el recién juramentado Juan Manuel Santos y nuestro Presidente.

Analistas locales recuerdan que la secretaria ejecutiva de UNASUR, María Emma Mejía, con el pretexto de los estudios sobre sistemas de conexión vial que está haciendo esa organización, le propuso a Chávez la vía fluvial, Meta-Orinoco, con lo cual Colombia obtiene acceso al corazón de Venezuela y al Atlántico, y se salta el tratado de Límites de 1941. Desconocemos la respuesta de Chávez a estas propuestas de la simpática MEM, pero no podemos olvidar que Estados Unidos no es ajeno a todos estos tejes y manejes.

La respuesta del gobierno frente a la decisión de la CIDH ha sido –por decir algo- desordenada, sobre todo teniendo en cuenta que se conocía con anterioridad el contenido de la sentencia. La Cancillería no preparó con tiempo una respuesta convincente, quizá a la espera de que Chávez lo haga todo.

La decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos coloca sobre el tapete dos hechos relevantes para el desarrollo de la vida política nacional. Uno, el asunto específico de la inhabilitación de Leopoldo López y el otro con la acción misma de la CIDH al involucrarse en el ámbito de los procesos electorales de Venezuela.

Los juristas saben que la decisión de la CIDH no es una solución política del problema planteado sino que ha generado una complicación adicional, ya que se presenta como si emanara de una jurisdicción jerárquicamente superior en materia electoral por encima de los poderes públicos venezolanos, que bien pudiera constituirse en instancia de apelación de los resultados de la elección presidencial de 2012, con el argumento de que el derecho a ser electo es un derecho humano.

Ni el texto constitucional admite una instancia de apelación supranacional sobre asuntos electorales, ni fue ése el espíritu de la Constituyente al aprobar los convenios internacionales.

- Aram Aharonian es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y Democracia.

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