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viernes, 4 de noviembre de 2011

Al capitalismo financiero no le gusta la democracia

La democracia vale como excusa para derrocar gobernantes respondones sentados sobre océanos de petróleo, pero no vale para los griegos a los que los mercados exprimen hasta la última gota. Podríamos preguntarnos: ¿es solo el capitalismo en su etapa neoliberal el que está reñido con la democracia o, más en general, es el capitalismo el que no puede convivir con ella?

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Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

A la señora Angela Merkel, Canciller alemana; al señor Nicolás Sarkozy, Presidente de Francia, y a sus congéneres (europeos y de allende el Atlántico), se les paralizó la mueca de felicidad que tenían tras haber arribado a un acuerdo sobre la deuda griega cuando el Primer Ministro de ese país, Yorgos Papandreu, les salió con la noticia que realizaría un referéndum para ver si los griegos estaban de acuerdo con las condiciones draconianas que les habían sido impuestas por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea.

Papandreu, un socialista al que le ha tocado enfrentar la crisis que heredó de sus antecesores, en el filo de la navaja ante el rechazo popular a la oleada de medidas antipopulares que ha tenido que tomar, se jugaba el todo por el todo con esta propuesta: quedarse o irse de la Unión Europea y, con ella, recibir o no los miles de millones de euros que le ofrecen para “salvar” a Grecia.

Salvar a Grecia, como es de sobra sabido en nuestros días, significa, para la Comisión, el Banco y el Fondo Monetario, en primer lugar capitalizar los bancos; los mismos, por cierto, que en buena medida llevaron a la situación próxima a la bancarrota en la que se encuentra ese país.

Salvar Grecia, para ellos y los señores y señoras que coyunturalmente ejercen como presidentes o primeros ministros en los distintos países de la Unión Europea, significa echar los costos de la crisis sobre la población griega, sobre los pensionados, los asalariados y, más en general, sobre todos los ciudadanos de a pie a quienes, por cierto, los inescrupulosos banqueros y más de algún “analista” echan las culpas de todo por haberse sobrepasado en el consumo y haber abusado de los servicios sociales.

El problema es que a esa gente de a pie de la península helena parece que no le gusta el salvataje que le están aplicando; es algo parecido a lo que le pasa a muchos españoles, quienes el 15 de mayo pasado iniciaron el movimiento de los indignados porque en su país se tomaron medidas similares a las que también indignan a los griegos.

Quiere decir esto que la gente de a pie, que es la inmensa mayoría de la población griega, siente que no es a ella a la que están salvando sino, más bien, a los bancos de su país, instituciones financieras que han hecho el gran negocio de su vida con esta crisis.

Ante las crecientes protestas que ponían en riesgo su gobierno, Papandreu decidió llamar a refendum, es decir, a uno de los mecanismos de consulta popular más democráticos que se conocen. Fue ahí donde sus pares europeos pusieron el grito en el cielo: ¿cómo se le ocurre a este señor consultar al pueblo tratándose de algo tan importante?

Es decir, señoras y señores, la tan cacareada democracia aquí está de más, viene sobrando, es un estorbo. Más aún, es una soberana irresponsabilidad: los bancos no pueden esperar, los mercados se ponen nerviosos como si fueran a la primera cita con la mujer de la que están perdidamente enamorados (es una mala metáfora: los mercados no se enamoran).

Los mercados, pues, hablaron a través de unos de sus miles de ventrílocuos, los jefes de estado europeos, y obligaron a Papandreu a revocar su exabrupto democrático. Que sirva, además, de escarmiento y recordatorio para todos: la democracia vale como excusa para derrocar gobernantes respondones sentados sobre océanos de petróleo, pero no vale para los griegos a los que los mercados exprimen hasta la última gota.

Podríamos preguntarnos: ¿es solo el capitalismo en su etapa neoliberal el que está reñido con la democracia o, más en general, es el capitalismo el que no puede convivir con ella?

Lo que sí es cierto es que la crisis griega desnudó el límite al cual puede llegar la democracia burguesa en el marco del capitalismo realmente existente en el mundo contemporáneo.

Todo lo demás es puro verso.

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