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sábado, 28 de abril de 2012

El reyezuelo de las escopetas

Señor Rey de las escopetas, cuando nos visite hágalo con respeto, proponga cómo pagarán ustedes la deuda histórica que tienen con nuestro hermoso continente africano, saqueado mil veces por la civilizada Europa.

(Cualquier semejanza con el rey de España es verdad)

Giovanni Beluche V.* / Especial para Con Nuestra América

El Rey Juan Carlos, ufano, exhibe su pieza de caza
Había una vez un país lejano, ubicado al sur del continente africano llamado Botsuana. Allí vive Seretse, un niño soñador que lleva el nombre de uno de los principales líderes de la independencia de su país, alcanzada en 1966. Aunque Seretse vive en Gaborone, ciudad capital, proviene de una vieja familia de granjeros y pastores, quienes durante generaciones fueron testigos del saqueo de los minerales y riquezas de su país, en manos de invasores protegidos por la corona del Reino Unido.

El niño era curioso e inquieto, una tarde del año 2012 sentado junto a su padre, en un pequeño radio de baterías, escuchó la noticia de que el Rey de España se había lesionado cuando practicaba el “deporte” de la cacería de elefantes en Botsuana. Su sensibilidad le hizo sentir lástima por aquel viejillo que se había lastimado, pero pudo más la curiosidad insaciable del pequeño y bombardeó a su padre con preguntas: ¿qué es un Rey, papá?, ¿dónde queda España?, ¿la cacería de elefantes es un deporte?, y así por el estilo.

Su padre contestó como pudo a cada embate de interrogantes, hasta que el peque se detuvo,  más por cansancio que por satisfacción plena. Padre e hijo se distrajeron conversando hasta que los abrazó la noche. Seretse miró al cielo, cargado de estrellas y recordó los días que pasaron en el desierto de Kalahari, visitando a unos amigos de la familia, pertenecientes a la cultura Khoisan. Lo que más llamó la atención del niño durante ese viaje, fue el manto de astros brillantes que cubría el cielo y el chasquido que hacían sus anfitriones al hablar.

El chiquilín pasó la noche reflexionando sobre la conversación con su papá, algunas ideas eran confusas. Pero una cosa sí tenía clara: “algo debo hacer para que no maten a los elefantes”. Se le ocurrió la idea de escribirle una carta al Rey de España, apenas el sol asomó sus primeros rayos le pidió ayuda a su papá y mamá, quienes pusieron manos a la obra. En la escuela la maestra le ayudó a terminar la cartita.

Señor Rey de España:

Soy de Botsuana, un país con tamaño parecido al de su reino, habitado por poco más de dos millones de personas. Le escribo acongojado por su atrevimiento de venir a mi país a matar animales, conducta inaceptable para quien proviene de lo que algunos llaman la civilizada Europa. A mí no me extraña su actitud, porque he estudiado la historia de su reino, acostumbrado por siglos a tomar lo ajeno, matar y saquear culturas en nombre de la cruz y la Corona.

Nosotros tenemos un presidente elegido mediante votaciones, en un sistema electoral lleno de deficiencias, pero a usted lo designó un dictador fascista, amigo de Hitler y Mussolini, llamado Francisco Franco, a quien ustedes llamaban “caudillo de España por la gracia de dios”. Me causa curiosidad que ese dictador y sus secuaces nunca pagaron por sus crímenes, más bien ustedes le cortaron las alas a un juez que se atrevió a investigar los crímenes de lesa humanidad, que debo recordarle nunca prescriben. Y así se hacen llamar la civilizada Europa.

En Botsuana no tenemos salida al mar, tal vez eso ha evitado la tentación de salir a conquistar a otros pueblos, saquear sus riquezas, destruir sus culturas e imponerles nuestras costumbres como lo hacía el civilizado Reino de Castilla y Aragón. A ustedes les quedó el viejo vicio de andar por el mundo tomando lo que no les pertenece, antes con la cruz y la espada, ahora con aviones de guerra y compañías transnacionales que plagan de miseria cada palmo de tierra que invaden. Y así se hacen llamar la civilizada Europa.

En Botsuana tenemos muchos y grandes problemas, pero no salimos a saquear a otros países para solucionarlos. Más bien sentimos lástima por los españoles, porque declarándose del primer mundo, más de la mitad de sus jóvenes no consigue trabajo. Cada familia española tiene por lo menos una persona desempleada, se cuentan por millones los parados, como también se cuentan por millones los indignados. Los españoles, tras que están jodidos deben mantenerlo a usted y a toda la casta parasitaria de la Casa Real, que no sabe lo que significa trabajar. Y así se hacen llamar la civilizada Europa.

Ustedes gustan de venir a los países del sur a dictar cátedra de democracia, pero en Europa han cargado el peso de la crisis económica en las espaldas de las clases trabajadoras, mientras los ricos siguen haciéndose más ricos. En Grecia, “la cuna de la democracia”, destituyeron al presidente por proponer una consulta a su pueblo sobre las medidas impuestas por la Unión Europea para enfrentar la crisis económica. Los gobiernos de la civilizada Europa avalaron ese golpe de Estado.

Señor monarca de los españoles, su gobierno mantiene excelentes relaciones políticas con la dictadura surgida de un golpe de Estado en Honduras y apoya al imperio Británico en su usurpación de las Islas Malvinas. Nosotros sabemos lo que es eso, pues sufrimos la invasión del Reino Unido desde 1885. Y así nos hablan de democracia los civilizados europeos.

Don Juan Carlos, con estos antecedentes su conducta de asesinar animales no es extraña. Imagine qué le pasaría a uno de mis conciudadanos si se le ocurriera andar con un rifle disparando en la Casa de Campo de Madrid. Qué fácil es venir a matar animales indefensos, siempre me pregunté por qué usted gusta de vestir uniforme militar si nunca se le ha visto disparar un tiro en una guerra. Claro, para eso mandan a los hijos de los pobres (que en España sobran). Qué valiente es usted, apuntar a mansalva a un ser indefenso que no puede responder a su bárbaro agresor.

Por si no se ha tomado la molestia de saberlo, el escudo de mi país es sostenido por dos cebras, una de ellas abraza un colmillo de elefante como los que usted gusta ultimar, en el centro tiene un toro parecido a los que ustedes martirizan hasta la muerte en las despreciables corridas de toros, por pura diversión. El escudo de España tiene un león encerrado en un recuadro, típico del gusto de los civilizados europeos de contemplar animales en jaulas. Imagino que un toro no podría entrar en tan magno símbolo de su patria, porque a alguien se le podría ocurrir llenarlo de banderillas y atravesarlo con una espada.

Señor Rey de las escopetas, cuando nos visite hágalo con respeto, proponga cómo pagarán ustedes la deuda histórica que tienen con nuestro hermoso continente africano, saqueado mil veces por la civilizada Europa. Jamás olvidaremos a nuestros abuelos y abuelas, los que ustedes secuestraron para llevarlos como esclavos al nuevo mundo y nunca volvieron. Reivindicamos orgullosos nuestras culturas ancestrales, somos tambor, tierra, agua, árbol, fuego, viento. Somos África.

Atentamente,
Seretse.

*Giovanni Beluche Velásquez es sociólogo panameño, radicado en Costa Rica desde 1989. Trabaja como docente de la Universidad Técnica Nacional (UTN de Costa Rica) y la Universidad Nacional (UNA, Costa Rica). Además, es consultor en desarrollo rural y fomento de la pequeña producción. 

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