Señor Rey
de las escopetas, cuando nos visite hágalo con respeto, proponga cómo pagarán
ustedes la deuda histórica que tienen con nuestro hermoso continente africano,
saqueado mil veces por la civilizada Europa.
(Cualquier semejanza con el rey de España es verdad)
Giovanni Beluche V.* / Especial para Con
Nuestra América
El Rey Juan Carlos, ufano, exhibe su pieza de caza |
Había una
vez un país lejano, ubicado al sur del continente africano llamado Botsuana.
Allí vive Seretse, un niño soñador que lleva el nombre de uno de los
principales líderes de la independencia de su país, alcanzada en 1966. Aunque
Seretse vive en Gaborone, ciudad capital, proviene de una vieja familia de
granjeros y pastores, quienes durante generaciones fueron testigos del saqueo
de los minerales y riquezas de su país, en manos de invasores protegidos por la
corona del Reino Unido.
El niño era
curioso e inquieto, una tarde del año 2012 sentado junto a su padre, en un
pequeño radio de baterías, escuchó la noticia de que el Rey de España se había
lesionado cuando practicaba el “deporte” de la cacería de elefantes en
Botsuana. Su sensibilidad le hizo sentir lástima por aquel viejillo que se había
lastimado, pero pudo más la curiosidad insaciable del pequeño y bombardeó a su
padre con preguntas: ¿qué es un Rey, papá?, ¿dónde queda España?, ¿la cacería
de elefantes es un deporte?, y así por el estilo.
Su padre
contestó como pudo a cada embate de interrogantes, hasta que el peque se
detuvo, más por cansancio que por
satisfacción plena. Padre e hijo se distrajeron conversando hasta que los
abrazó la noche. Seretse miró al cielo, cargado de estrellas y recordó los días
que pasaron en el desierto de Kalahari, visitando a unos amigos de la familia,
pertenecientes a la cultura Khoisan. Lo que más llamó la atención del niño
durante ese viaje, fue el manto de astros brillantes que cubría el cielo y el
chasquido que hacían sus anfitriones al hablar.
El chiquilín
pasó la noche reflexionando sobre la conversación con su papá, algunas ideas
eran confusas. Pero una cosa sí tenía clara: “algo debo hacer para que no maten
a los elefantes”. Se le ocurrió la idea de escribirle una carta al Rey de
España, apenas el sol asomó sus primeros rayos le pidió ayuda a su papá y mamá,
quienes pusieron manos a la obra. En la escuela la maestra le ayudó a terminar
la cartita.
Señor Rey
de España:
Soy de
Botsuana, un país con tamaño parecido al de su reino, habitado por poco más de
dos millones de personas. Le escribo acongojado por su atrevimiento de venir a
mi país a matar animales, conducta inaceptable para quien proviene de lo que
algunos llaman la civilizada Europa. A mí no me extraña su actitud, porque he
estudiado la historia de su reino, acostumbrado por siglos a tomar lo ajeno,
matar y saquear culturas en nombre de la cruz y la Corona.
Nosotros
tenemos un presidente elegido mediante votaciones, en un sistema electoral
lleno de deficiencias, pero a usted lo designó un dictador fascista, amigo de
Hitler y Mussolini, llamado Francisco Franco, a quien ustedes llamaban
“caudillo de España por la gracia de dios”. Me causa curiosidad que ese
dictador y sus secuaces nunca pagaron por sus crímenes, más bien ustedes le
cortaron las alas a un juez que se atrevió a investigar los crímenes de lesa
humanidad, que debo recordarle nunca prescriben. Y así se hacen llamar la
civilizada Europa.
En Botsuana
no tenemos salida al mar, tal vez eso ha evitado la tentación de salir a
conquistar a otros pueblos, saquear sus riquezas, destruir sus culturas e
imponerles nuestras costumbres como lo hacía el civilizado Reino de Castilla y
Aragón. A ustedes les quedó el viejo vicio de andar por el mundo tomando lo que
no les pertenece, antes con la cruz y la espada, ahora con aviones de guerra y
compañías transnacionales que plagan de miseria cada palmo de tierra que
invaden. Y así se hacen llamar la civilizada Europa.
En Botsuana
tenemos muchos y grandes problemas, pero no salimos a saquear a otros países
para solucionarlos. Más bien sentimos lástima por los españoles, porque
declarándose del primer mundo, más de la mitad de sus jóvenes no consigue
trabajo. Cada familia española tiene por lo menos una persona desempleada, se
cuentan por millones los parados, como también se cuentan por millones los
indignados. Los españoles, tras que están jodidos deben mantenerlo a usted y a
toda la casta parasitaria de la Casa Real, que no sabe lo que significa
trabajar. Y así se hacen llamar la civilizada Europa.
Ustedes
gustan de venir a los países del sur a dictar cátedra de democracia, pero en
Europa han cargado el peso de la crisis económica en las espaldas de las clases
trabajadoras, mientras los ricos siguen haciéndose más ricos. En Grecia, “la
cuna de la democracia”, destituyeron al presidente por proponer una consulta a
su pueblo sobre las medidas impuestas por la Unión Europea para enfrentar la
crisis económica. Los gobiernos de la civilizada Europa avalaron ese golpe de
Estado.
Señor
monarca de los españoles, su gobierno mantiene excelentes relaciones políticas
con la dictadura surgida de un golpe de Estado en Honduras y apoya al imperio
Británico en su usurpación de las Islas Malvinas. Nosotros sabemos lo que es
eso, pues sufrimos la invasión del Reino Unido desde 1885. Y así nos hablan de
democracia los civilizados europeos.
Don Juan
Carlos, con estos antecedentes su conducta de asesinar animales no es extraña.
Imagine qué le pasaría a uno de mis conciudadanos si se le ocurriera andar con
un rifle disparando en la Casa de Campo de Madrid. Qué fácil es venir a matar
animales indefensos, siempre me pregunté por qué usted gusta de vestir uniforme
militar si nunca se le ha visto disparar un tiro en una guerra. Claro, para eso
mandan a los hijos de los pobres (que en España sobran). Qué valiente es usted,
apuntar a mansalva a un ser indefenso que no puede responder a su bárbaro
agresor.
Por si no
se ha tomado la molestia de saberlo, el escudo de mi país es sostenido por dos
cebras, una de ellas abraza un colmillo de elefante como los que usted gusta
ultimar, en el centro tiene un toro parecido a los que ustedes martirizan hasta
la muerte en las despreciables corridas de toros, por pura diversión. El escudo
de España tiene un león encerrado en un recuadro, típico del gusto de los
civilizados europeos de contemplar animales en jaulas. Imagino que un toro no
podría entrar en tan magno símbolo de su patria, porque a alguien se le podría
ocurrir llenarlo de banderillas y atravesarlo con una espada.
Señor Rey
de las escopetas, cuando nos visite hágalo con respeto, proponga cómo pagarán
ustedes la deuda histórica que tienen con nuestro hermoso continente africano,
saqueado mil veces por la civilizada Europa. Jamás olvidaremos a nuestros
abuelos y abuelas, los que ustedes secuestraron para llevarlos como esclavos al
nuevo mundo y nunca volvieron. Reivindicamos orgullosos nuestras culturas
ancestrales, somos tambor, tierra, agua, árbol, fuego, viento. Somos África.
Atentamente,
Seretse.
*Giovanni
Beluche Velásquez es sociólogo panameño, radicado en Costa Rica desde 1989.
Trabaja como docente de la Universidad Técnica Nacional (UTN de Costa Rica) y
la Universidad Nacional (UNA, Costa Rica). Además, es consultor en desarrollo
rural y fomento de la pequeña producción.
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