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sábado, 12 de mayo de 2012

Estados Unidos: ¿Apenas empieza?

Ocupa está de regreso, fue el titular en medios por todo el país, en voces esperanzadas de jóvenes y veteranos de luchas sociales, en voces alarmadas por algunas autoridades, después de que decenas de miles respondieron a la convocatoria de Ocupa Wall Street a festejar un día por el 99 por ciento el 1º de mayo, y con ello rescatan los fantasmas de la historia de los rebeldes de este país, incluidos los inmigrantes de hace un siglo y los de hoy.

David Brooks / LA JORNADA

Manifestación del movimiento Ocupa Wall Street
“Estoy aquí porque quiero acabar con el imperialismo”, le contesta un manifestante de Ocupa Wall Street a un reportero de un noticiero de televisión local de Nueva York que preguntaba sobre la amplia gama de temas que congregaron a miles el 1º de mayo. “¿Y cómo va eso?”, le preguntó el reportero audaz. “Bastante bien”, le respondió el joven afroestadunidense con amplia sonrisa.

De repente aquí se vale afirmar cosas que antes estaban fuera del debate público –hasta lo que se oye ingenuo e inocente, como cambiar el mundo/país, derrotar el imperialismo, luchar por justicia, dignidad, paz y libertad. El debate, hasta hace poco, era reducido a propuestas pragmáticas y peticiones bien elaboradas que se presentan ante los poderosos, quienes, con todo gusto, escuchaban e invitaban a foros, talleres y seminarios para abordar todos los temas, y así dar la impresión de que en este país el juego está abierto a todos (si se portan bien).
Pero al surgir el movimiento Ocupa –como ocurrió con la rebelión popular en Wisconsin hace unos meses y, unos años atrás, con las movilizaciones masivas de inmigrantes o con el movimiento altermundista que surgió en Seattle– tembló la cúpula por la sola razón de que los opositores decidieron no jugar en el tablero oficial, o sea, rehusaron jugar el juego y aceptar sus reglas.

Ocupa está de regreso, fue el titular en medios por todo el país, en voces esperanzadas de jóvenes y veteranos de luchas sociales, en voces alarmadas por algunas autoridades, después de que decenas de miles respondieron a la convocatoria de Ocupa Wall Street a festejar un día por el 99 por ciento el 1º de mayo, y con ello rescatan los fantasmas de la historia de los rebeldes de este país, incluidos los inmigrantes de hace un siglo y los de hoy. Expulsado de sus campamentos y de las primeras planas durante el invierno, Ocupa mostró que sigue ocupando parte del debate nacional.

Estas voces no reaparecieron sólo por un día; están por todas partes todo el tiempo o, como ellos dicen, todo el día, toda la semana, ocupa Wall Street. Y ahí mero, en Wall Street, se oyen todos los días nuevas palabras. “Soy un ocupa, soy el jardinero, soy el estudiante, soy el gay… Soy un ocupa, muéstrame respeto. Yo deseo que muera todo este sistema corrupto”, se escucha de boca de un joven en las escalinatas del monumento a Washington frente a la Bolsa de Valores en Nueva York, mezcla de poema y discurso (después se descubre que sus padres fueron militares que murieron en Afganistán). A su lado, otro afirma ante una bola de turistas y empleados: estamos perdiendo la paciencia con la opresión, nos vamos a levantar, estamos hartos del futuro que nos ofrecen, estamos perdiendo la fe en este sistema, y otra voz advierte: no es aceptable la complacencia en una crisis, y denuncia los efectos de los medios y los juegos de video, y los Facebook y más, sañalando que éstas son las armas de distracción masiva. Todo esto desde lo que llaman la jaula de libre expresión, una sección bordada por barreras de metal donde las autoridades permiten no más de 25 manifestantes para su libre expresión en esta zona, donde todos los días jóvenes y viejos recitan estos mensajes.

Algunos dicen, incluso aliados progresistas, que todo está escasamente enfocado, muy idealista, muy disperso y que no puede llegar muy lejos. Pero parece que para las cúpulas es alarmante y potencialmente peligroso.

El despliegue masivo de policías en decenas de ciudades el 1º de mayo de nuevo ofreció comprobación visible. Pero también lo muestran las alertas emitidas por varias empresas y organizaciones, advirtiendo sobre posibles amenazas a la tranquilidad pública. Por ejemplo, el servicio de seguridad de la sede mundial de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York emitió una alerta a sus miles de empleados: “manifestantes de Ocupa Wall Street están llamando a que los trabajadores realicen una huelga general (el primero de mayo)… y también solicitan que estudiantes se sumen a su protesta y boicoteen clases ese día. Además, la policía de Nueva York ha alertado que podría haber planes para interrumpir el tráfico en algunos de los puentes, túneles y ferries…” ¡Uy, qué susto!

¿Qué provoca tal alarma? El hecho es que todos, TODOS, saben que el mensaje básico de Ocupa es innegable: el 1 por ciento ha concentrado la riqueza a un nivel sin precedente desde 1928, mientras 99 por ciento de la población –y sobre todo los trabajadores– han visto el fin de lo que se llamaba el sueño americano. Por eso, el vocabulario introducido por Ocupa se ha vuelto parte del diálogo nacional a todos los niveles y se ha integrado en los medios, en la política, en la academia, en todas partes, desde la Casa Blanca hasta esquinas olvidadas del país.

Noam Chomsky afirma que Ocupa es la primera respuesta organizada a la guerra de clase y la guerra contra los jóvenes también, librada por la cúpula empresarial durante los últimos 30 años a través de las políticas neoliberales en Estados Unidos, las mismas que se aplicaban al tercer mundo, y que justo lo que comparte Ocupa con la primavera árabe es que ambos son respuestas a las repercusiones de los programas neoliberales.

Algunos dicen que todo esto se está dispersando y no tiene futuro por no jugar sobre el tablero de la política nacional; otros dicen que el futuro depende de que este movimiento logre transformar ese tablero. Podría ser el fin, pero también, como dicen algunos, podría ser sólo un aviso de que el inicio se está acercando.

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