Ocupa está
de regreso, fue el titular en medios por todo el país, en voces esperanzadas de
jóvenes y veteranos de luchas sociales, en voces alarmadas por algunas
autoridades, después de que decenas de miles respondieron a la convocatoria de
Ocupa Wall Street a festejar un día por el 99 por ciento el 1º de mayo, y con
ello rescatan los fantasmas de la historia de los rebeldes de este país,
incluidos los inmigrantes de hace un siglo y los de hoy.
David Brooks / LA
JORNADA
Manifestación del movimiento Ocupa Wall Street |
“Estoy aquí
porque quiero acabar con el imperialismo”, le contesta un manifestante de Ocupa
Wall Street a un reportero de un noticiero de televisión local de Nueva York
que preguntaba sobre la amplia gama de temas que congregaron a miles el 1º de
mayo. “¿Y cómo va eso?”, le preguntó el reportero audaz. “Bastante bien”, le
respondió el joven afroestadunidense con amplia sonrisa.
De repente
aquí se vale afirmar cosas que antes estaban fuera del debate público –hasta lo
que se oye ingenuo e inocente, como cambiar el mundo/país, derrotar el
imperialismo, luchar por justicia, dignidad, paz y libertad. El debate, hasta
hace poco, era reducido a propuestas pragmáticas y peticiones bien elaboradas
que se presentan ante los poderosos, quienes, con todo gusto, escuchaban e
invitaban a foros, talleres y seminarios para abordar todos los temas, y así
dar la impresión de que en este país el juego está abierto a todos (si se
portan bien).
Pero al
surgir el movimiento Ocupa –como ocurrió con la rebelión popular en Wisconsin
hace unos meses y, unos años atrás, con las movilizaciones masivas de
inmigrantes o con el movimiento altermundista que surgió en Seattle– tembló la
cúpula por la sola razón de que los opositores decidieron no jugar en el
tablero oficial, o sea, rehusaron jugar el juego y aceptar sus reglas.
Ocupa está
de regreso, fue el titular en medios por todo el país, en voces esperanzadas de
jóvenes y veteranos de luchas sociales, en voces alarmadas por algunas
autoridades, después de que decenas de miles respondieron a la convocatoria de
Ocupa Wall Street a festejar un día por el 99 por ciento el 1º de mayo, y con
ello rescatan los fantasmas de la historia de los rebeldes de este país,
incluidos los inmigrantes de hace un siglo y los de hoy. Expulsado de sus
campamentos y de las primeras planas durante el invierno, Ocupa mostró que
sigue ocupando parte del debate nacional.
Estas voces
no reaparecieron sólo por un día; están por todas partes todo el tiempo o, como
ellos dicen, todo el día, toda la semana, ocupa Wall Street. Y ahí mero, en
Wall Street, se oyen todos los días nuevas palabras. “Soy un ocupa, soy el
jardinero, soy el estudiante, soy el gay… Soy un ocupa, muéstrame respeto. Yo
deseo que muera todo este sistema corrupto”, se escucha de boca de un joven en
las escalinatas del monumento a Washington frente a la Bolsa de Valores en
Nueva York, mezcla de poema y discurso (después se descubre que sus padres
fueron militares que murieron en Afganistán). A su lado, otro afirma ante una
bola de turistas y empleados: estamos perdiendo la paciencia con la opresión,
nos vamos a levantar, estamos hartos del futuro que nos ofrecen, estamos
perdiendo la fe en este sistema, y otra voz advierte: no es aceptable la
complacencia en una crisis, y denuncia los efectos de los medios y los juegos
de video, y los Facebook y más, sañalando que éstas son las armas de
distracción masiva. Todo esto desde lo que llaman la jaula de libre expresión,
una sección bordada por barreras de metal donde las autoridades permiten no más
de 25 manifestantes para su libre expresión en esta zona, donde todos los días
jóvenes y viejos recitan estos mensajes.
Algunos
dicen, incluso aliados progresistas, que todo está escasamente enfocado, muy
idealista, muy disperso y que no puede llegar muy lejos. Pero parece que para
las cúpulas es alarmante y potencialmente peligroso.
El
despliegue masivo de policías en decenas de ciudades el 1º de mayo de nuevo
ofreció comprobación visible. Pero también lo muestran las alertas emitidas por
varias empresas y organizaciones, advirtiendo sobre posibles amenazas a la
tranquilidad pública. Por ejemplo, el servicio de seguridad de la sede mundial
de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York emitió una alerta a sus
miles de empleados: “manifestantes de Ocupa Wall Street están llamando a que
los trabajadores realicen una huelga general (el primero de mayo)… y también
solicitan que estudiantes se sumen a su protesta y boicoteen clases ese día.
Además, la policía de Nueva York ha alertado que podría haber planes para
interrumpir el tráfico en algunos de los puentes, túneles y ferries…” ¡Uy, qué
susto!
¿Qué
provoca tal alarma? El hecho es que todos, TODOS, saben que el mensaje básico
de Ocupa es innegable: el 1 por ciento ha concentrado la riqueza a un nivel sin
precedente desde 1928, mientras 99 por ciento de la población –y sobre todo los
trabajadores– han visto el fin de lo que se llamaba el sueño americano. Por
eso, el vocabulario introducido por Ocupa se ha vuelto parte del diálogo
nacional a todos los niveles y se ha integrado en los medios, en la política,
en la academia, en todas partes, desde la Casa Blanca hasta esquinas olvidadas
del país.
Noam
Chomsky afirma que Ocupa es la primera respuesta organizada a la guerra de
clase y la guerra contra los jóvenes también, librada por la cúpula empresarial
durante los últimos 30 años a través de las políticas neoliberales en Estados
Unidos, las mismas que se aplicaban al tercer mundo, y que justo lo que
comparte Ocupa con la primavera árabe es que ambos son respuestas a las
repercusiones de los programas neoliberales.
Algunos
dicen que todo esto se está dispersando y no tiene futuro por no jugar sobre el
tablero de la política nacional; otros dicen que el futuro depende de que este
movimiento logre transformar ese tablero. Podría ser el fin, pero también, como
dicen algunos, podría ser sólo un aviso de que el inicio se está acercando.
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