En buena parte de los
países de la periferia capitalista
estamos observando despojos a comunidades que se hacen con el concurso
de la violencia. Se hacen en nombre del progreso, como lo hizo en América
Latina la gran expropiación agraria liberal en el siglo XIX en donde las
prioridades de la primario exportación, en el caso de Guatemala con el café,
roban a las comunidades indígenas las tierras ancestrales en nombre del
progreso.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El día 1 de mayo
tres habitantes de Santa Cruz Barillas en Huehuetenango, Guatemala, Andrés
Francisco Miguel, Pablo Antonio Pablo y Esteban Bernabé, fueron alcanzados camino a la comunidad de Santa Rosa por un
pick-up en el que se conducían varios
individuos. Presumiblemente eran
sicarios actuando a favor de la
empresa española Econer-Hidralia, denominada hoy Hidro-Santa Cruz. Los sicarios
dispararon contra los tres, mataron a
uno de ellos, Andrés Francisco Miguel, e
hirieron a los otros dos. Andrés era un líder comunitario y venía recibiendo amenazas e intimidaciones,
motivos por los cuales en 2010 presentó
una denuncia ante la Procuraduría de los Derechos Humanos. Aproximadamente cinco mil habitantes de Santa Cruz Barillas se dirigieron hacia el
Hotel La Estancia en donde se hospedaban
los miembros de seguridad de la empresa, probablemente porque les imputaban la
agresión. No los encontraron pero la
movilización continuó.
La respuesta del gobierno es la misma o
parecida a la de todos los gobiernos civiles y
democráticos de los últimos años: desplazó al lugar de los hechos a centenares
de policías y soldados e instauró el
Estado de Sitio. En lugar de perseguir a los agresores, la diligencia
gubernamental se dirige sobre todo contra los habitantes que protestan
contra la arrasadora acción del gran
capital que quiere construir una hidroeléctrica en el lugar. Una vez más
observamos que las víctimas se vuelven victimarios. Como se ha dicho ya en la
carta que han dirigido al presidente Pérez Molina intelectuales, activistas y organizaciones
sociales, al igual que sucedió en Livingston en 2008, en San Juan Sacatepéquez
2009 y en el valle de Polochic en 2011,
el gobierno ha criminalizando a
la protesta social y reprimido a las víctimas de la voracidad del gran capital.
No hay nada nuevo en
todo ello en Guatemala y en América Latina. En buena parte de los países de la
periferia capitalista estamos observando
despojos a comunidades que se hacen con el concurso de la violencia. Se hacen
en nombre del progreso, como lo hizo en América Latina la gran expropiación
agraria liberal en el siglo XIX en donde las prioridades de la primario
exportación, en el caso de Guatemala con
el café, roban a las comunidades
indígenas las tierras ancestrales en nombre del progreso. Las víctimas de tales
despojos son retratadas como encarnación del atraso que hay que erradicar. En
el caso de Santa Cruz Barillas se observó en
junio de 2007 una de las 61 consultas comunitarias que se han realizado
en Guatemala en las cuales las comunidades afectadas han rechazado a los
grandes megaproyectos como la minería, la construcción de hidroeléctricas,
introducción de nuevos cultivos que se postulan como “commodities”. La consulta
comunitaria o popular es una de las formas más genuinas de democracia. El
neoliberalismo que se postula a sí mismo como campeón de la democracia, detesta
este tipo de ejercicios democráticos porque apuntan hacia la democracia directa
y participativa y no se reducen a la
electoral como los seguidores de Schumpeter exigen. Las apelaciones a la
democracia terminan en cuanto se afecta a los intereses de los grandes
capitales y transnacionales.
El gobierno de Pérez Molina acaso pretenda
convencernos que está haciendo patria porque en nombre del progreso reprime a
sus propios connacionales para defender los intereses de una empresa
extranjera. El neoliberalismo a ultranza dirá que eso de hablar de interés
nacional e interés extranjero es un retardo ideológico en esta época de
globalización. Que se hace patria entregando los recursos humanos y naturales a
empresas que los saquean, invierten poco y se llevan casi todas las utilidades. Vayan ustedes a
decirle eso a los Estados Unidos de América, a Alemania, España, China o a
cualquiera de las potencias emergentes y seguramente les darán la razón,
siempre y cuando no se trate de su propio caso.
A pesar de la violencia
ejercida por poderosos como medio de
despojo se nos dice que la lucha de
clases ya no existe. Sergio Morataya director de
Comunicación Social de Hidro Santa Cruz S.A ha culpado a los líderes
comunitarios de Santa Cruz Barillas de
pertenecer a “los mismos grupos guerrilleros marxistas” de antes, los cuales según su parecer han cambiado “la lucha de clases por la lucha
ambientalista”. Ignora Morataya que hoy la lucha por la preservación
del ambiente es en ocasiones una de las formas de la lucha de clases: el gran
capital que despoja a pescadores y
habitantes de los litorales para introducir megaproyectos turísticos, que despoja a campesinos indígenas y no indígenas
para introducir la palma africana y la minería que depreda y envenena al
ambiente y sus habitantes, que rompe selvas y ataca fauna y flora para
introducir carreteras e hidroeléctricas.
Como lo dijera Marx en
el siglo XIX al hablar de la acumulación originaria de capital, vivimos hoy la
violencia como una categoría económica.
Esta es la clase de democracia que ofrecieron durante la camapaña, aun no he escuchado ni leido ningun pronunciamiento de Instituciones Nacionales e Internaciones que "velan" por los Derechos Humanos, ni mucho menos algun pronunciamiento por parte del Universidad de San Carlos, esto es lamentable.
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