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sábado, 30 de junio de 2012

Paraguay: “No hay fuerza social para frenar a la derecha”

Periodista y educador popular, Raúl Zibechi es columnista del periódico mexicano «La Jornada», al tiempo que acompaña a movimientos sociales. «Territorios en Resistencia» y «Política y Miseria» son, además, sus dos últimos libros publicados en el Estado español. En la entrevista concedida a GARA, analiza los entresijos de la destitución del presidente paraguayo, Fernando Lugo, y sus repercusiones. 

AinaraLertxundi / GARA (EuskalHerria)

¿Qué factores han propiciado la destitución de Lugo?

El periodista uruguayo Raúl Zibechi.
El Gobierno de Lugo siempre tuvo una enorme debilidad institucional. En el Parlamento apenas contaba con un par de diputados de entre 90 y otro par de senadores de 45, los demás pertenecen a su aliado principal, el Partido Liberal Radical Auténtico, un partido de derecha moderada que no llegaba al Gobierno desde hacía 70 años y que apoyó a Lugo por su enorme popularidad. Y al Partido Colorado y a otros más pequeños, pero todos de derecha. A su vez, en el aparato estatal, en la Justicia, en los diversos servicios y, por supuesto, en las Fuerzas Armadas y policiales, el peso del Partido Colorado, que gobernó Paraguay durante 60 años, es abrumador. En sus casi cuatro años como presidente, Lugo no desmontó esta presencia colorada que se apoya a su vez en mafias tradicionales y en nuevas mafias vinculadas al narcotráfico. La mayor parte de su gabinete eran liberales que no son muy diferentes a los colorados que toleraron a Lugo hasta que vieron que podían perder las elecciones a realizarse en apenas nueve meses y decidieron apartarlo.

Algunos analistas hablan de la ruptura o, la menos, del alejamiento de Lugo respecto de los movimientos sociales y populares, lo que habría favorecido la «apariencia de normalidad». ¿Comparte esta visión?

Totalmente. Lugo llegó al Gobierno por el apoyo que le brindó el que era el principal movimiento paraguayo, el campesino. Pero desde que llegó al Gobierno, se dedicó a construir una fuerza propia en el aparato estatal, lo que tuvo dos consecuencias. Una, que tuvo que hacer permanentes concesiones a la derecha, no hizo la prometida reforma agraria y, además, decretó el estado de excepción en dos oportunidades en buena parte del país. Por otro, nombró a muchos dirigentes campesinos como cargos lo que terminó por institucionalizar y debilitar al movimiento. En este punto el error es doble, tanto del presidente como del movimiento campesino. Mientras, no construyó una fuerza política propia y, si lo hizo, fue a un ritmo mucho más lento del que debía para enfrentar a una derecha tan poderosa.

¿Cómo calificaría su reacción?

Lugo acató la decisión del Parlamento, en parte porque es ilegítima pero no ilegal, o, al menos, no lo es completamente. Pero, además, porque no existe fuerza social suficiente como para frenar a la derecha. Ahora, apuesta todo a la presión internacional, sobre todo, la del Mercosur, que es quien puede asfixiar a Paraguay para forzarlo a reponer a Lugo. De todos modos, no creo que eso llegue a suceder. Sí hay interés en mostrarle los límites a la derecha, no solo en Paraguay sino en toda la región. Pero el tema es mucho más complejo.

Tanto Argentina como Brasil dependen de las importaciones de energía eléctrica de Paraguay, de las represas de Itaipú y Yaciretá. Y, además, está el problema de los «brasiguayos», grandes productores de soja que llegaron a Paraguay durante la dictadura y que ocupan tierras de las que no pueden demostrar ser propietarios. Ambas cuestiones limitan decisiones drásticas contra el nuevo Gobierno.

¿Estamos ante una nueva modalidad de golpe de Estado, más aún en un país con largos años de dictadura y de partido único en el poder?

Es una modalidad que se puso en marcha a partir del golpe en Honduras. Tiene los mismos efectos que el golpe de Estado tradicional en cuanto a la apropiación del aparato estatal, pero formalmente no viola las reglas de la democracia, no hay tanques en la calle ni presidentes encarcelados ni muertos, como le pasó a Salvador Allende. O sea, hay una imagen democrática con contenido de golpe, lo que genera muchas menores resistencias en la comunidad internacional. En Paraguay, se han perfeccionado las formas usadas en Honduras, ya que fue el Parlamento en votación mayoritaria el que tomó la decisión.

Son muchas las voces que sugieren que la matanza de campesinos y policías en Curuguaty fue planeada por la derecha, porque justamente se produjo en las tierras del colorado-stroessnista Blas N. Riquelme. ¿Quién está realmente detrás de este suceso?

El Partido Colorado y el Liberal, con sus alianzas con la Justicia, las mafias y el narcotráfico. Los datos indican que fue una emboscada a los policías hecha por profesionales infiltrados entre los campesinos que ocupaban una tierra. Nunca en la larga historia de lucha por la tierra de Paraguay hubo un enfrentamiento de ese tipo, nunca los campesinos habían disparado contra la Policía, siempre fue al revés. Fue un plan para generar un hecho político lo suficientemente fuerte como para provocar consecuencias drásticas.

En apenas 14 meses habrá elecciones presidenciales, ¿Qué se puede esperar?

Aún antes de la destitución de Lugo, lo más probable era que ganara la derecha. El problema es que los principales candidatos están muy desprestigiados y había un temor de que los partidarios de Lugo en los partidos de la derecha, que los hay, pudieran desplazar a la derecha más reaccionaria, o que el Frente Guazú, el partido de Lugo, tuviera un papel más destacado que el esperado. Ahora, todo juega a favor de los colorados, que tienen el mayor aparato clientelar. De todos modos, las cosas no van a quedar aquí. Hay cambios de fondo en el pueblo paraguayo, en la cultural política, en la capacidad de autoorganización de los sectores populares urbanos, que indican que estamos ingresando en un nuevo período histórico con mayor protagonismo de los de abajo.

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