Periodista y educador
popular, Raúl Zibechi es columnista del periódico mexicano «La Jornada», al
tiempo que acompaña a movimientos sociales. «Territorios en Resistencia» y
«Política y Miseria» son, además, sus dos últimos libros publicados en el
Estado español. En la entrevista concedida a GARA, analiza los entresijos de la
destitución del presidente paraguayo, Fernando Lugo, y sus repercusiones.
AinaraLertxundi
/ GARA (EuskalHerria)
¿Qué factores han propiciado la destitución de Lugo?
El periodista uruguayo Raúl Zibechi. |
El Gobierno de Lugo
siempre tuvo una enorme debilidad institucional. En el Parlamento apenas
contaba con un par de diputados de entre 90 y otro par de senadores de 45, los
demás pertenecen a su aliado principal, el Partido Liberal Radical Auténtico,
un partido de derecha moderada que no llegaba al Gobierno desde hacía 70 años y
que apoyó a Lugo por su enorme popularidad. Y al Partido Colorado y a otros más
pequeños, pero todos de derecha. A su vez, en el aparato estatal, en la
Justicia, en los diversos servicios y, por supuesto, en las Fuerzas Armadas y
policiales, el peso del Partido Colorado, que gobernó Paraguay durante 60 años,
es abrumador. En sus casi cuatro años como presidente, Lugo no desmontó esta
presencia colorada que se apoya a su vez en mafias tradicionales y en nuevas
mafias vinculadas al narcotráfico. La mayor parte de su gabinete eran liberales
que no son muy diferentes a los colorados que toleraron a Lugo hasta que vieron
que podían perder las elecciones a realizarse en apenas nueve meses y
decidieron apartarlo.
Algunos analistas
hablan de la ruptura o, la menos, del alejamiento de Lugo respecto de los
movimientos sociales y populares, lo que habría favorecido la «apariencia de
normalidad». ¿Comparte esta visión?
Totalmente. Lugo llegó
al Gobierno por el apoyo que le brindó el que era el principal movimiento
paraguayo, el campesino. Pero desde que llegó al Gobierno, se dedicó a
construir una fuerza propia en el aparato estatal, lo que tuvo dos
consecuencias. Una, que tuvo que hacer permanentes concesiones a la derecha, no
hizo la prometida reforma agraria y, además, decretó el estado de excepción en
dos oportunidades en buena parte del país. Por otro, nombró a muchos dirigentes
campesinos como cargos lo que terminó por institucionalizar y debilitar al
movimiento. En este punto el error es doble, tanto del presidente como del movimiento
campesino. Mientras, no construyó una fuerza política propia y, si lo hizo, fue
a un ritmo mucho más lento del que debía para enfrentar a una derecha tan
poderosa.
¿Cómo calificaría su reacción?
Lugo acató la decisión
del Parlamento, en parte porque es ilegítima pero no ilegal, o, al menos, no lo
es completamente. Pero, además, porque no existe fuerza social suficiente como
para frenar a la derecha. Ahora, apuesta todo a la presión internacional, sobre
todo, la del Mercosur, que es quien puede asfixiar a Paraguay para forzarlo a
reponer a Lugo. De todos modos, no creo que eso llegue a suceder. Sí hay
interés en mostrarle los límites a la derecha, no solo en Paraguay sino en toda
la región. Pero el tema es mucho más complejo.
Tanto Argentina como Brasil
dependen de las importaciones de energía eléctrica de Paraguay, de las represas
de Itaipú y Yaciretá. Y, además, está el problema de los «brasiguayos», grandes
productores de soja que llegaron a Paraguay durante la dictadura y que ocupan
tierras de las que no pueden demostrar ser propietarios. Ambas cuestiones
limitan decisiones drásticas contra el nuevo Gobierno.
¿Estamos ante una nueva modalidad de golpe de Estado, más
aún en un país con largos años de dictadura y de partido único en el poder?
Es una modalidad que se
puso en marcha a partir del golpe en Honduras. Tiene los mismos efectos que el
golpe de Estado tradicional en cuanto a la apropiación del aparato estatal,
pero formalmente no viola las reglas de la democracia, no hay tanques en la
calle ni presidentes encarcelados ni muertos, como le pasó a Salvador Allende.
O sea, hay una imagen democrática con contenido de golpe, lo que genera muchas
menores resistencias en la comunidad internacional. En Paraguay, se han
perfeccionado las formas usadas en Honduras, ya que fue el Parlamento en
votación mayoritaria el que tomó la decisión.
Son muchas las voces que sugieren que la matanza de
campesinos y policías en Curuguaty fue planeada por la derecha, porque
justamente se produjo en las tierras del colorado-stroessnista Blas N.
Riquelme. ¿Quién está realmente detrás de este suceso?
El Partido Colorado y
el Liberal, con sus alianzas con la Justicia, las mafias y el narcotráfico. Los
datos indican que fue una emboscada a los policías hecha por profesionales infiltrados
entre los campesinos que ocupaban una tierra. Nunca en la larga historia de
lucha por la tierra de Paraguay hubo un enfrentamiento de ese tipo, nunca los
campesinos habían disparado contra la Policía, siempre fue al revés. Fue un
plan para generar un hecho político lo suficientemente fuerte como para
provocar consecuencias drásticas.
En apenas 14 meses habrá elecciones presidenciales, ¿Qué
se puede esperar?
Aún antes de la
destitución de Lugo, lo más probable era que ganara la derecha. El problema es
que los principales candidatos están muy desprestigiados y había un temor de
que los partidarios de Lugo en los partidos de la derecha, que los hay,
pudieran desplazar a la derecha más reaccionaria, o que el Frente Guazú, el
partido de Lugo, tuviera un papel más destacado que el esperado. Ahora, todo
juega a favor de los colorados, que tienen el mayor aparato clientelar. De
todos modos, las cosas no van a quedar aquí. Hay cambios de fondo en el pueblo
paraguayo, en la cultural política, en la capacidad de autoorganización de los
sectores populares urbanos, que indican que estamos ingresando en un nuevo
período histórico con mayor protagonismo de los de abajo.
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