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sábado, 16 de junio de 2012

Planeta esquilmado: ¿todavía habrá tiempo?

Los seres humanos, que nos preciamos de ser la especie escogida por Dios, nos comportamos como un verdadero virus que enferma y devora el organismo en el cual vivimos, la Tierra, y ya nos aprestamos para dar el salto hacia nuestras vecindades galácticas para seguir devorando y degradando nuestro entorno.

Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica

“Juan Comodoro, buscando agua,
encontró petróleo,
pero se murió de sed.”
Facundo Cabral

La Cumbre de la Tierra se realizó hace 20 años con mucho más optimismo que el que acompañará a Río+20 que se llevará a cabo la próxima semana. Estos 20 años han sido bien aprovechados por las grandes transnacionales y los tecnócratas para ocupar posiciones y hacer sus propuestas de desarrollo “sustentable” o de capitalismo “verde”, que no son más que parches que, en las circunstancias de urgencia actuales, no llevan a ninguna parte que no sea al precipicio.

En estos 20 años, la China alcanzó cotas de crecimiento económico nunca antes vistas, y su voracidad por materias primas creció exponencialmente. Dentro de su propio territorio, el desarrollo industrial ha provocado inmensos daños a sus principales mantos acuíferos, y sus grandes ciudades lanzan a la atmósfera toneladas de contaminantes.

En América Latina, acorde con nuestra “vocación” exportadora de materias primas, que no es más que la eufemística manera de llamar a nuestra deformada estructura económica orientada a la satisfacción de las necesidades de materias primas de los países industrializados, la industria extractivista hace carrera casi como nunca antes.

Las minas a cielo abierto con todos los problemas que acarrean (deforestación, contaminación de ríos y aguas subterráneas, degradación de los suelos) proliferan en todo el subcontinente, aún con la oposición de los pobladores que, en todas partes, son vapuleados para defender los intereses de las grandes transnacionales extranjeras.

Enormes extensiones de tierra, miles de hectáreas, son transformadas en grandes desiertos verdes, es decir, en tierras dedicadas a los grandes monocultivos del agro negocio en Brasil, Argentina, Paraguay y otros países que favorecen también a intereses monopólicos mientras los campesinos son desplazados o desfinanciados.

En muy pocos de los puntos de los que se propuso alcanzar la Cumbre de la Tierra de hace 20 años se ha obtenido algún avance, y en la gran mayoría no solo no se camina hacia adelante sino que se va para atrás.

La Tierra, mientras tanto, se agota. Hemos sobrepasado el límite que permite que lo que consumimos pueda ser regenerado por el planeta, pero la carrera loca del consumo continúa implacable. El capitalismo no cesa de producir cosas que tienen que ser desechadas en plazos cada vez más cortos, y los desechos se acumulan en todas partes, cada vez más cerca de la puerta de la casa de cada uno.

El uso indiscriminado de tecnologías y materiales sintéticos eleva de forma exponencial enfermedades como el cáncer, que se ha transformado en una verdadera epidemia que crece día con día llevándose a nuestros amigos, familiares y conocidos.

Los seres humanos, que nos preciamos de ser la especie escogida por Dios, nos comportamos como un verdadero virus que enferma y devora el organismo en el cual vivimos, la Tierra, y ya nos aprestamos para dar el salto hacia nuestras vecindades galácticas para seguir devorando y degradando nuestro entorno. ¿Qué queda de aquel optimismo renacentista que veía al “hombre” –como se decía entonces- como centro y señor del reino natural al que tenía que dominar, gracias al uso de la razón?

Si nuestro cerebro es, realmente, el nivel más alto de desarrollo de la materia en el universo, el lugar en el que aquella adquiere conciencia de sí misma, ¿por qué actuamos como verdaderos tontos socavando las bases que sirven de sustento a la vida misma?

Todo esto no son, seguramente, sino palabras vanas, pensamientos románticos, preguntas ilusas. Como lo muestra la cada vez mayor influencia que tienen en la ONU, lo que aparentemente vale en este mundo son los intereses de los que tienen la sartén por el mango, que no son más que un puñado de corporaciones incorpóreas y nebulosas, de las que ni siquiera sabemos su nombre ni donde se asientan ni quiénes las manejan.

Para la gran mayoría de los habitantes del planeta, Río+20 pasará totalmente inadvertido la próxima semana, pero las consecuencias que se derivarán de él determinarán, en muy buena medida, su futuro.

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